domingo, 8 de diciembre de 2019

CAMBIO CLIMÁTICO


CAMBIO CLIMÁTICO

La literatura nos ayuda a comprender el mundo que nos rodea. Según el editor de Caballo de Troya, Constantino Bértolo, es la poesía el arte que más rápido detecta los cambios sociales, opinión que comparto.

Ejemplo de esa sensibilidad para detectar la convulsión de nuestro tiempo es el libro de Cristina Morano “Cambio Climático”  que aunque fue publicado en 2014, es de 2009. El conflicto del agua es muy anterior pero fue más o menos por esa época cuando la lucha por el agua comenzó a formar parte de mi vida merced a la lucha de los regantes de Molina para detener el robo del agua que estaba teniendo lugar en nuestra huerta. El discurso de los regantes les hacía parecer (me parecían incluso a mí) locos, iluminados, profetas bíblicos. Lo que contaban del robo del agua era como de otro tiempo o de otro país. Quienes lo escuchábamos, perplejos, no conseguíamos romper el marco mental que nos convencía de que vivíamos en una democracia occidental garantista. Cómo era posible, pues, que en nuestro país, en nuestra región, en la misma puerta de nuestra casa, se estuviera produciendo a plena luz del día, el expolio de lo imprescindible para la vida. Cómo era posible que se estuviera robando impunemente el agua a sus dueños legítimos, los regantes, para, metiéndola por un tubo de hormigón, venderla a las grandes corporaciones agroindustriales de nuestra región y de regiones limítrofes. Primer paso para privatizar el agua, primer paso para convertir en mercancía un bien universal. Eso estaba ocurriendo entonces y sigue ocurriendo ahora. Cristina Morano escribía esto en su poema “Barrancos de Gebas”: “(…) estos montes sin agua se han deshecho/con el roce del aire; sales y piedra han ido/cuesta abajo cayendo como encaje/de tul, como rocío de cal/que abrasa lo que toca. (…)/ Siembra y cosecharás fuego”.

Y después dice, para explicar este poema: “Los Barrancos de Gebas son una zona (…) que anticipa lo que será nuestro planeta en breve. Los ecologistas han tratado de proteger ésta y otras zonas (…). Políticos de todo signo se han opuesto aduciendo que allí no viven más que lagartijas. Gracias a esta “inteligencia” seguimos sin saber cómo sobrevivir sin agua o con aguas muy contaminadas”.

La modernización de regadíos ha resultado ser el gran timo del siglo, el troyano de los sistemas de riego. Se les promete a los agricultores un sistema moderno y cómodo, uno que les ahorrará trabajo y desvelos y que además, se dice, es más ecológico porque funciona con un grifo y una gotita que va cayendo en cada planta. No es cierto que sea más ecológico, de hecho, no lo es en absoluto ya que acaba con un ecosistema a base de acequias y brazales que ha estado vigente a lo largo de siglos, pero el engaño funciona. Y es cuando aprovechan para alzarse con el santo y la limosna: la manera más sencilla y efectiva de privatizar el agua es meterla por un tubo y ponerle un contador al final. Para coronar la infamia, los regantes pagan el carísimo sistema que se utilizará para robarles su agua: les hacen pagar por la soga que les ahorcará. Quienes han diseñado este sistema se aprovechan de que los regantes son un colectivo envejecido que no ha encontrado recambio generacional. La desertificación no depende de un solo factor, pero uno nada desdeñable es el expolio del agua que se la lleva desde zonas de huerta a vastos secarrales adquiridos por precios irrisorios y que se convierten en minas verdes gracias al agua robada a las zonas de regadío tradicional, destruyendo con ello ecosistemas insustituibles. El agua es conducida mediante tubos de hormigón a enormes extensiones pespunteadas de plástico negro donde, una vez recogida la cosecha, queda un desierto futurista donde no se oye un pájaro, ni siquiera un insecto.

La novela de Ginés Sánchez, “Dos mil noventa y seis”, nos presenta un futuro cercano (el libro comienza en 2056) en el que la civilización ha colapsado por falta de agua y los escasos grupos humanos que quedan luchan de forma primitiva por una supervivencia casi imposible.  Ese primitivismo es expresado formalmente mediante frases cortas y ritmos repetidos como tambores tribales. El colapso civilizatorio lleva a la pérdida de la palabra escrita. Emociona y entristece que el protagonista, que aún es capaz de reconocer algunas letras, encuentre Macbeth, aunque no sepa qué es.

Este presente nuestro, de no cambiar, nos conducirá al escenario distópico que describe Ginés Sánchez en su inquientante novela “2096”.  Y aunque el libro es muy posterior, un poema de Cristina Morano lo resume:
RAMBLA
Recordamos el agua,
Pues el cauce la nombra,
Esculpe esa palabra en la tierra.
Alrededor de la rambla los hombres
Temen,
                Comen sal,
Cubren la carne con sal y esperan.

Miro en la distancia a aquellos regantes que me parecían entonces iluminados y comprendo que nos jugamos mucho más que el dinero, mucho más que el agua para regar nuestros cultivos, mucho más, infinitamente más. Quizás estemos más cerca del mundo distópico, el desierto  civilizatorio que describe Ginés Sánchez en su libro, que de ninguna otra opción.  Ojalá me equivoque. Rezo con todo fervor a dioses ajenos para estar equivocada.



martes, 3 de diciembre de 2019

DEMOCRACIA SUI GENERIS


DEMOCRACIA SUI GENERIS

Ayer fue un mal día para Hermann Tertsch, eurodiputado de Vox e ínclito twitero. Sin aclarar si lo decía por el preacuerdo alcanzado  entre UP y PSOE o por los acontecimientos de La Jonquera,  dijo que en muchos países habrían sacado ya el ejército (¿qué países, Arabia Saudí?). Tertsch propone día sí día no hacer uso de la violencia institucional. Este es el tipo de democracia que entiende y practica Vox: una en la que están todo el tiempo a un paso de movilizar los tanques.

Por otra parte, el Círculo de Empresarios dice estar consternado ante este mismo preacuerdo; consternación que no han mostrado en ningún momento ante el auge de un partido como Vox, cuya cultura democrática se expresa a las claras en el párrafo anterior.

Y este de hoy, niños  y niñas, es un ejemplo de cómo se blanquea y naturaliza a un partido fascista, y por tanto antidemocrático, en una sociedad democrática. Si Vox alcanzara mayores cotas de poder (ojalá que no, ojalá que su futuro sea el de Amanecer Dorado en Grecia, hoy en la ruina) y llegaran a ocurrir disparates como, qué se yo, los ocurridos en la Alemania de Hitler, el Círculo de Empresarios diría: ¡Oh Dios mío, cómo es posible, qué ha ocurrido para que hayamos llegado a esto!

ULTRA FACHAS


ULTRA FACHAS

Los ultra fachas no han surgido por generación espontánea, siempre han estado ahí,  bajo el azul manto del PP, esperando su momento, masticando rabia contra extranjeros,  contra feministas,  contra homosexuales,  contra inmigrantes, contra las comunidades autónomas,  más rabia cuanto más autónomas,  gritando España como quien grita sangre, reclamando una España donde solo caben ellos y donde los demás deberíamos estar prohibidos,  proscritos o muertos.

Han estado ahí siempre como una amenaza latente,  como se deben gestar los virus o los cánceres.  En este momento,  debido en parte a la presión territorial,  toda su ponzoña ha salido a la luz. Son partidarios de una vida política y social fósil y creen que todo el que no piense como ellos no debería existir.  Por eso piden ilegalizar partidos y dicen, sin pestañear, que van a cerrar cadenas informativas si llegan al poder. Ellos, que tan son tan súper neo-liberales (o sea, defensores de una economía no regulada, en la que todo vale, darwinismo puro, una combinación  del salvaje Oeste económico y la ley de la jungla comercial en pleno siglo XXI) pidiendo que se cierren cadenas privadas, como la Sexta. No lo dicen en una barra de bar ni en los corrillos del rumoreo, no, lo dicen micrófono en mano, con prensa, con luz y taquígrafos. No nos vayamos a llamar luego a engaño: han venido a esto, a limitar las libertades, a mandar a las mujeres a la cocina, a los gays al armario y a los inmigrantes al fondo del mar, a mandarnos a todos juntos a las cavernas, han venido a por nosotros, han venido a por nosotras. No es casualidad que la noche electoral gritaran: ¡A por ellos, ooeee! No es una metáfora. Recordadlo, tenedlo muy presente.

Tenedlo muy presente porque resulta que, para muchos medios,  los ultra fachas de la patada en la boca, en el contexto del conflicto catalán son de pronto,  ¡tatachán!, constitucionalistas (que son los buenos) frente a los soberanistas (que son los malos), ¿cómo te quedas? Esa labor de blanqueo del fascismo la ha hecho  una parte de la prensa, recibiéndolos con parabienes en sus platós, tratándolos como a demócratas cuando no lo son. Sus consecuencias las sufriremos todos, ya las estamos sufriendo. 

En Murcia, donde han sacado su mejor resultado nacional, ya se han puesto en marcha. Estas son un par de medidas de esa política  apisonadora:

Se han negado a firmar en la Asamblea Regional la Declaración sobre los Derechos del Niño, alegando que el texto institucional tiene “una carga política que va contra los intereses de España”.  Como las declaraciones institucionales no pueden ser leídas sin el consenso de todos los grupos y Vox, siguiendo directrices nacionales, la ha bloqueado, este texto se ha mandado a la carpeta de asuntos pendientes sine die. Y hablamos de una declaración de Unicef, institución bien poco sospechosa de veleidades revolucionarias. Esta es la política que van a practicar, a palo y pedrada, incluso contra la infancia.

Hoy, 25 de noviembre, día Internacional contra la violencia de género han programado una rueda de prensa en la Asamblea Regional para exponer los argumentos contrarios (repito, contrarios) a la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Piden prisión permanente revisable para violadores y asesinos, pero primero tendrían que creerse que una mujer ha sido violada o que ha sido asesinada por el mero hecho de ser mujer, cosa que están negando antes de empezar. La Plataforma Colombine ha pedido al resto de medios que no acudan a convocatorias contrarias a la lucha contra la violencia de género, que no vayan, que lo hagan en nombre de todas las mujeres asesinadas, en nombre de sus hijos e hijas, de sus familiares, de todo el dolor que deja una muerte. Bravo Colombine, así se hace, así se impide el blanqueo del fascismo.

FUCK VOX


FUCK VOX

Por esas cosas de la popularidad,  el tweet de Rosalía, dos sílabas en inglés,  diez segundos,  apenas un click,  ha hecho más por la lucha antifascista que todas las asambleas,  mítines, artículos, ensayos y panfletos juntos en lo que va de año, inspirando a miles de jóvenes que no saben quiénes son Gramsci ni  Laclau, que no conocen a otro Pablo Iglesias que el Coletas, que seguramente no irían ni a una asamblea ni a un mitin ni a una manifestación, que no se leerían un programa electoral ni discutirían de política con los colegas. Pero votan y deciden y quieren un futuro que no apeste a bota militar, a sacristía, a caspa, a hostia consagrada y de la otra, a encierro,  a racismo, a sangre de toro, a conejos muertos, a mujer en la cocina y con la pata quebrada, a que se mueran los maricones, a los inmigrantes nos quitan el trabajo, a vinazo, a puro rancio, a palillo de dientes y barra de bar.
Con un tweet, apenas un click, Rosalía ha hecho la campaña política más eficaz que existe: un disparo certero entre los ojos de la bestia,  esa bestia que arquea el lomo y afila las garras, preparando el zarpazo.
Cabe un manifiesto en dos sílabas. ¡Bien por ti Rosalía, tratrá!

LA NOCHE ELECTORAL

LA NOCHE ELECTORAL

Después de ver los resultados de la noche electoral me despedí de las compañeras por WhatsApp diciéndoles que me iba a dormir,  que si tenía una pesadilla no podría ser peor que esta. En el duermevela  me ha ocurrido como en el cuento de Cortázar,  "La noche boca arriba", una obra maestra del terror onírico: la pesadilla se ha desarrollado simultáneamente a dos niveles, me despertaba de una pesadilla para amanecer en otra. Me levanto y pienso  que ahora tenemos en Murcia un gobierno fascista y siento vergüenza,  vergüenza y miedo.  El sentido común me dice entonces que no malgaste la palabra miedo,  que me podrá hacer falta para lo que vendrá después.
A pesar de lo recurrente cuesta acostumbrarse a este fatalismo perdedor de la izquierda.  De las anteriores elecciones para acá no hay ni una sola cosa que se haya hecho bien. Desde la falta de entendimiento entre Sánchez e Iglesias hasta el surgimiento de Más País, fragmentando la izquierda por enésima vez y que produjo en mí misma la enésima esquizofrenia, porque,  a pesar de las simpatías por las personas que lideraban el proyecto,  sabía que iba a restar y no a sumar como así ha sucedido,  también por enésima vez. Todo, y digo todo, lo que se podía hacer mal se ha hecho mal, hasta acabar haciendo crecer en toda España y dejando campo libre en Murcia a los fascistas de Vox,  a los mentirosos,  a los homófobos,  a los racistas.

¿Se podría haber hecho peor? Sí, podría haber ganado la derecha en el país.  Ha sido como lanzar el coche en plan kamikaze en una carrera enloquecida y después de dejarte retrovisores,  antena, media puerta,  un neumático en la carrera, quedarte al borde del precipicio y ¿para qué? ¿Cuál era el plan? Para mí, el gran culpable de esto es Sánchez, un Pedro Sánchez ensoberbecido que pensaba que en noviembre se habría librado del mandato popular,  emanado de las urnas,  de tener que pactar con UP. Un desastre  que, tampoco se nos olvida, ha contado con la colaboración inestimable de un Iglesias desnortado. Aún así, el sentido común y la paciencia de los votantes de izquierda, que hemos votado por segunda vez casi lo mismo, como si estuviéramos en el día de la marmota política, ha evitado que la opción de formar gobierno caiga en manos de los conservadores. A la derecha moderada que es Cs, su indefinición política le ha llevado al borde de la extinción, cosa de la que no me alegro pues su espacio político ha sido ocupado ahora por la derecha y la ultraderecha. Pero vamos a ver, Rivera: ¿qué opciones habíais descartado para que os pareciera buena idea que salieras en pantalla con un perrito, como Paris Hilton? La del ladrillo no era mejor, ni que estuvieras asesorado por Belén Esteban… Claro que en el pecado llevas la penitencia. Esta situación ha dado al mismo tiempo oxígeno a un PP que sacó en abril los peores resultados de su historia y que en estas elecciones ha rebañado unos cuantos diputados que ellos hacen pasar por victoria. De ilusión también se vive. Unidas Podemos pierde votos otra vez y sigue estrellándose despacito.

Lo peor de todo para mí en este momento es que en esa tensión Sánchez- Iglesias se ha perdido Murcia,  dándole así la puntilla a un Mar Menor semi cadáver. Se ha puesto en marcha la distopía de la que hablaba en mi anterior artículo (https://www.eldiario.es/murcia/murcia_y_aparte/Mar-Menor-distopia-presente_6_957564238.html). Vox ha barrido en la zona del Campo de Cartagena, de San Javier, en las zonas limítrofes al Mar Menor. Vox les ha llevado el discurso de que sus males son culpa de los inmigrantes no de ellos, no de sus dirigentes ni de los responsables económicos de acabar con un ecosistema. Vox ha explotado el relato de cómo vamos a volver al secano, qué disparate, de no os preocupéis que no vais a perder el trabajo, ya nos ocupamos nosotros; y se lo han comprado íntegro. A quién le importa el mar, que además, no vota.

Estamos en la casilla de salida y no es un buen síntoma el que Sánchez, la noche de las elecciones, mientras sus simpatizantes celebraban la victoria al grito de “Con Iglesias sí, con Casado no”, él les hiciera callar entre incómodo e irritado. Parece haber vuelto a olvidar (y qué pronto) que los votantes mandan y él obedece. Al menos, en eso consiste la democracia; lo otro sería caciquismo.
Aún así, me gustaría pensar que ahora se va a hacer bien, aunque más les valdrá porque los electorados respectivos han demostrado  no estar ya para más tonterías.

domingo, 10 de noviembre de 2019

LA REBELIÓN DE LAS MADRES


LA REBELIÓN  DE LAS MADRES

Las dos joyas románicas del Valle de Bohí son las iglesias de Santa María y San Clemente de Tahull. Ambas son un bellísimo ejemplo del románico catalán, cuyos ábsides polícromos muestran respectivamente un Pantócrator (Dios Todopoderoso) en el caso de San Clemente y una Teotokos (Madre de Dios) en el caso de Santa María. La Teotokos se representa como una virgen sedente que sirve de trono al Niño. La religión cristiana otorga el poder absoluto al hombre mientras que para la mujer reserva, como máximo, el privilegio de servir de vehículo a ese poder.
Durante siglos las mujeres no pudieron desarrollar otro papel que el de esposa y madre, para el que la Virgen, esposa de Dios y madre de Dios, servía de modelo ideal. La sublimación de la maternidad cumplía, por tanto, un papel fundamental para persuadir a las mujeres de que, en el reparto de roles, les había tocado la parte más importante, la más trascendente: la de posibilitar la gestación y la ejecución del poder divino y, por imitación, del poder humano. Esa sublimación contiene una trampa: la que hace a las mujeres aceptar voluntariamente su papel secundario, amar su sumisión,  la que las persuade de que para los hombres es el mundo, para las mujeres la casa. La que las convierte, en fin, en seres para los demás,  negándose a sí mismas.
En décadas recientes, con el acceso de las mujeres al ámbito laboral y la pérdida de poder por parte de la iglesia, ese rígido modelo comienza a fracturarse; pero no se puede superar en cuestión de unos años un modelo milenario y arrastramos hábitos y comportamientos que resultan difíciles de identificar, no digamos ya de cambiar.
Hay muchas formas de ser madre pero el patriarcado nos ofrecer una sola: abnegación y entrega absoluta a los demás, por encima de todo y por encima de nosotras mismas, que debemos colocarnos siempre y de forma voluntaria en un lugar secundario con respecto a los deseos y necesidades tanto de nuestros hijos e hijas como del resto de la familia.
Los hijos demandan nuestra presencia permanente en la casa. No se lo suelen pedir al padre,  nos lo piden a nosotras porque así es el modelo social en el que estamos inmersos.  Ellos pueden irse a una reunión un martes a las diez de la noche sin esa punzada de remordimiento que nos acompaña siempre a nosotras, sin necesidad de estar pendientes de los mensajes de WhatsApp , sin la esquizofrenia de pensar que hacemos lo correcto mientras sentimos que quizás estamos fallando. Hay mujeres que, en esa tensión,  sucumben y dejan el trabajo o las oportunidades de promocionarse profesionalmente para volver al hogar,  al servicio de los demás,  al servicio de los hijos, confiando en que las oportunidades laborales las vayan a estar esperando hasta que terminen de criar.
Pero lo cierto es que ya no podemos ni queremos ser las madres que la sociedad y el patriarcado quieren que seamos: un trono divino, una virgen sedente que contiene y sustenta la divinidad. No podemos porque nuestra labor profesional nos empuja a estar más en el mundo y menos en la casa. No queremos porque nuestra formación y militancia feminista nos ha enseñado que hay otras formas de vivir y ejercer la maternidad.
Por suerte, el panorama está cambiando. La risa es revolucionaria, no hay mejor modo de tumbar un estereotipo que ridiculizándolo, burlándose de él. Sirva como ejemplo el  “Club de las malas madres”. Se trata de un grupo compuesto sobre todo por mujeres jóvenes, de profesiones liberales que, con altas dosis de ironía y buen humor, tiene como objetivo librarse del corsé de madre impecable. A pesar de tener "mucho sueño y poco tiempo" aún les quedan ganas para hacer mofa de un arquetipo de maternidad anticuado y desigual. Su filosofía consiste en reírse de los intentos fallidos de ser madres perfectas. No hacen croquetas ni disfraces para el cole, no van a cumples infantiles, no renuncian a salir con las amigas, no quieren ser superwomen, que es el modelo 3.0 de la maternidad rancia. Gritan que son "malas madres" como forma de crítica a una sociedad "que nos exige tanto y nos hace sentirnos pequeñitas cuando no lo conseguimos".
Hemos sido capaces de revisar el modelo y de impugnarlo. Ya no queremos ser solo madres de dioses, queremos ser diosas también, y enseñar a nuestras hijas que ellas también pueden serlo.



EL MAR MENOR: UNA DISTOPÍA EN PRESENTE


EL MAR MENOR: UNA DISTOPÍA EN PRESENTE

Cuando cursaba séptimo de EGB nuestro profesor de Ciencias Sociales nos hablaba de las maravillas de la agricultura intensiva. En la memoria retengo la imagen del libro de texto que mostraba una moderna cosechadora en mitad de un vastísimo campo cultivado, compartimentado en cuadrículas suaves y ordenadas de distintos tonos de verde. Era la imagen del progreso. El modelo agrícola industrial, nos explicaba el profesor, acabaría con el hambre en el mundo. Este año se han destruido en Valencia miles de toneladas de naranjas porque su precio no era competitivo con respecto a las importadas, ¿era este el modelo que iba a terminar con el hambre en el mundo? Ni siquiera es capaz de saciar la ambición de los grandes grupos agroindustriales. Durante un tiempo (breve, es verdad) creímos a pies juntillas que era posible acabar con el hambre en el mundo gracias al cultivo intensivo. Varias décadas más tarde despertamos de ese hermoso sueño fraterno en mitad de una pesadilla distópica: la agricultura intensiva combinada con un modelo urbanístico depredador e irracional aniquilan todo lo que tocan. Ese tipo de agricultura que violenta el equilibrio natural convirtiendo el secano en regadío, que cubre los secarrales de plásticos negros como mortajas, que pespuntea de gomas el desierto,  que acaba con la agricultura tradicional, que roba el agua a ecosistemas sostenibles, que se riega gracias a pozos ilegales cuyas aguas son filtradas gracias a desalobradoras igualmente ilegales que evacúan sus desechos en la laguna,  que impide que los acuíferos se recuperen de forma natural, que vierte miles y miles de toneladas de contaminantes al mar como si de un agujero negro se tratara, es un tipo de agricultura puramente extractivista, depredador y canalla, al servicio de intereses mafiosos. Ese modelo, alentado por poderes económicos y políticos,  es el que ha convertido el Mar Menor en una fosa séptica. Y no es que no se supiera, no es una desgracia que nos haya llegado del cielo, inesperadamente, como un castigo bíblico. Distintos grupos ecologista llevaban décadas anunciando este desastre como profetas apocalípticos. Chocaban contra el espeso tejido de intereses económicos y políticos que se sustentaban y se sustentan mutuamente y contra la indiferencia de una ciudadanía manipulada y con poco interés por cuestionarse los mensajes oficiales.
Hace un par de semanas  hemos podido ver miles, millones de peces y crustáceos saltar del mar hacia la tierra buscando oxígeno y morir asfixiados a orillas de ese Mar Menor ya sin vida. Hemos visto en directo a un mar expirando, algo que jamás hubiésemos imaginado. Vivimos en un sistema que asfixia la vida de millones de  animales, que vive de su propia autodestrucción, que se aniquila a sí mismo ciegamente. Una auténtica distopía. La RAE define este término como la representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.
Esa imagen del Mar Menor vomitando peces moribundos, replicada hasta el infinito en nuestros móviles, tablets y ordenadores, es la representación poderosa de una distopía presente. Y no es una serie de Netflix: nos está pasando a nosotros. ¿Qué esperaríamos de los protagonistas de una serie así? Que reaccionaran de inmediato, que señalaran a los culpables, que los juzgaran y que forzaran a los nuevos cargos a tomar medidas con carácter de urgencia, ¿verdad? Pero en ese caso ya no sería una distopía puesto que en una distopía el elemento relevante es la alienación humana y una ciudadanía que toma decisiones reflexivas y sensatas no está alienada. Si los protagonistas de esa serie volvieran a elegir como gestores de las aguas a los responsables de su destrucción, ahí sí que estaríamos en una distopía. Ojalá que no nos ocurra.

domingo, 27 de octubre de 2019

CONTRA EL FASCISMO, MEMORIA


CONTRA EL FASCISMO, MEMORIA

Salir del infierno, según se concluye de la obra de Primo Levi “Los hundidos y los salvados”, significa abandonar la animalidad para retornar a (o para integrarse en)  la humanidad. Explica Levi que hay en el sufrimiento extremo cotidiano un alejamiento de lo humano: cuando todo afán está destinado a  mantenerse con vida, la reflexividad se abandona; la capacidad de elegir y tomar decisiones no es compatible con la mera lucha por la supervivencia. En el infierno se produce un extrañamiento, un alejamiento de uno mismo y de los demás en tanto que humanos. Muchos prisioneros de los campos de exterminio, que habían logrado sobrevivir al largo martirio, se suicidaban después de ser liberados ante el dolor de contemplar en retrospectiva lo que el sufrimiento había hecho de ellos.

El nazismo es, posiblemente, el más perverso de los sistemas, la encarnación del mal en la Tierra. El adjetivo que le califica es “satánico” puesto que su pretensión no era sólo hacer desaparecer a los judíos y todos los demás colectivos impuros sino hacerles perder, en el proceso, su alma humana. La creación de los Sonderkommandos (1) y la promoción de un sistema que fomentaba la insolidaridad dentro de los campos de concentración responden a ese deseo satánico de hacer perder el alma a los presos como parte de un martirio que concluía en las cámaras de gas.

Pero todo comenzaba mucho antes porque para ayudar a los SS a matar en masa, primero había que deshumanizar a los enemigos a base de despersonalizarlos y de convertirlos en una amenaza. Como vemos, el proceso que se sigue hoy día para dejar a morir a miles de refugiados en el Mediterráneo es exactamente el mismo. Habrá cambiado el escenario, pero las intenciones difieren poco. Es desoladoramente fácil convertir a la víctima en culpable porque el modo de representar la realidad depende de quién tiene la capacidad de generar y comunicar un discurso, de contar lo que está pasando, y ése siempre es el más fuerte.

Mientras tanto, la comunidad internacional se refugiaba en la ignorancia de los hechos, negándose a creer en la existencia de las cosas que no deberían existir. Hasta que fue demasiado tarde.

Levi entiende la piedad como una categoría básica de la ética humana, el eje fundamental de nuestra existencia, aquello que nos define como lo que somos puesto que, en tanto que animales gregarios, sólo la compasión nos puede cohesionar como grupo. Negarlo es negar nuestra esencia humana.

Toda violencia lleva aparejada una carrera hacia el olvido porque la vileza es algo que se esconde para negar su propia existencia. Ocurrió en la Alemania nazi, ocurre en los abusos a menores, ocurre en los distintos tipos de violencia. Es una guerra sucia que libra al mismo tiempo una batalla contra la memoria, que pretende borrar sus huellas. El fascismo aspira al olvido.

Si en el 80° aniversario de la invasión nazi de Polonia, que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial, en Alemania, el partido fascista AfD (Alternativa para Alemania) va ganando adeptos es porque en esa batalla contra la memoria, el olvido ha ido ganando posiciones.  Hay una ultraderecha que avanza en todo el planeta (EEUU, Brasil, Italia, España) como si los planteamientos que propone fueran novedosos, como si todas las atrocidades cometidas en nombre de la raza, de la religión, de la patria, de la identidad nacional, no hubieran sido cometidas ya antes, como si no supiéramos de sobra lo que va a ocurrir.

Levi nos pregunta en su libro y se pregunta a sí mismo, qué podemos hacer cada uno de nosotros para que en este mundo preñado de amenazas, ésta, al menos, desaparezca. Y lo que podemos hacer, puesto que todo lo que ocurre ya ha ocurrido antes, es no olvidar. Es la memoria la que alberga nuestra humanidad.






(1)  Los Sonderkommandos eran grupos de prisioneros seleccionados para trabajar en las cámaras de gas y otras tareas que les convertían en cómplices del sistema.




EL DOLOR DE LOS DEMÁS


EL DOLOR DE LOS DEMÁS  (Miguel Ángel Hernández)

"Mi mejor amigo mató a su hermana y se tiró por un barranco". El autor nos cuenta desde el mismo inicio cuál es el hardcore de la novela, una frase aséptica que resume la tragedia y que le ha servido durante más de veinte años para alejarse de los hechos. La intención del autor no es, por tanto, crear suspense, que en este caso sería un suspense tramposo, ya que traicionaría la intención de verdad profunda  que atraviesa todo el texto. El suspense, al fin y al cabo, no es más que un artificio narrativo que no cabe en esta novela.  Los lectores le agradecemos la honestidad porque lo importante es todo lo que ocurre en torno y a partir de esas muertes.
El autor tarda más de dos décadas en enfrentarse a una desgracia que, podemos imaginar, supuso un punto de inflexión en su vida. Cuando ocurre algo tan terrible como lo que  cuenta esta novela, tú, que estás cerca, puedes buscar un lugar donde esconderte y te puedes pasar ahí años pero la profundidad del drama vendrá, más pronto o más tarde, a sacarte de ahí y a enfrentarte a los hechos. El dolor da gritos a través del tiempo y a veces solo los oyes cuando acallas el ruido de tu interior.
El problema al que se enfrenta Miguel Ángel Hernández con esta novela es que está simultáneamente dentro y fuera del relato, es autor y personaje. Mientras que la novela está contada en primera persona y en pasado, el relato del día del crimen y del funeral se hace en presente y en segunda persona: el autor interpela al amigo del asesino, sólo que ambos son el mismo. Los capítulos en primera y segunda persona se intercalan, generando una simetría que también se percibe en la estructura de la novela, que funciona a ratos como Bildungs Roman y a ratos como una poética en la que acompañamos a Miguel Ángel Hernández a través de todo el proceso creativo.
Tras el hallazgo del crimen, el día de Navidad, el autor nos presenta al asesino en huida, perseguido por la gente del pueblo, al asesino precipitándose por un barranco en el Cabezo de la Plata, cuya imagen evoca el  cuadro “El caminante sobre el mar de niebla”, de Caspar David Friedrich, situándonos así de modo consciente en el Romanticismo, equiparando de modo tácito al amigo con el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley, vinculado visualmente también al cuadro de Friedrich.
Cabe preguntarse si el recurso al romanticismo no es una forma, legítima debido a la cercanía (“Es Nicolás perseguido. Es tu amigo sin piel, sin que nadie lo pueda proteger”), de disipar la sordidez del crimen: una chica ha sido asesinada brutalmente a golpes por su propio hermano, quizás después de haber sido violada. Pero el acto criminal no es cinematográfico ni literario, está desprovisto de la precisión que otorgan  la cámara y el tempo del arte. El asesino mata con gesto cotidiano y el asesinato es un acto estresado, mezquino, que se arrastra en el asco, el esfuerzo, la dificultad horrorosa y enervante de acabar con una vida.
El romanticismo termina por salir de escena y aparece el monstruo, que había permanecido hasta el momento oculto detrás de la persona, algo que el autor ya había entrevisto en determinados comportamientos descontrolados del amigo  y que no se había atrevido a vincular al monstruo del crimen. La imagen del monstruo, encarnado en el amigo de la infancia (y en el fondo un desconocido) es lo que el autor intenta evitar durante la mayor parte de la novela (y durante 22 años), dotando al hecho de un halo romántico, literaturizando la vida hasta ser consciente de la impostura y terminar pagando por ello un precio incluso en forma de dolor físico.  Asomarnos al dolor de los demás y querer salir indemnes no es posible.
La onda expansiva de un crimen de estas dimensiones alcanza todo lo que toca y su efecto se prolonga durante décadas.  El dolor, aunque esté petrificado, permanece. Son muchos los damnificados y el autor se pregunta sobre la legitimidad de quien escribe para reanimar, después de veinte años, ese dolor dormido en personas que quizás sólo aspiran, más que a olvidarlo, a vivir con él. El escritor se pregunta sobre el dolor de los demás y cómo una sesión de terapia pública puede afectarles y sobre todo a quién sirve esa terapia y para qué, si no será sólo (y esto sería lo grave) un ejercicio de vanidad literaria. El texto refleja el sufrimiento que esta posibilidad le provoca al propio autor.
Miguel Ángel Hernández busca fuera lo que estaba en su interior desde el principio, merced a su doble condición de personaje y escritor. Sólo consigue verlo cuando abandona el tipo de mirada que convierte a la vida en un relato banal, y se enfrenta a la verdad desnuda. Para ello no necesita auto judicial, testigos, ni documentos gráficos, únicamente necesita ser honesto consigo mismo. Lo consigue al final de un tránsito del que sale transformado:
“¿Podemos recordar con cariño a quien ha cometido el peor de los crímenes? ¿Es legítimo hacerlo después de haber comprendido la parte del otro? ¿Podemos amar sin perdonar? ¿Es posible llevar flores a la tumba de un asesino?”

RAMONA LÓPEZ
19 de agosto de 2019


LA MUSA ATAREADA


LA MUSA ATAREADA

Dice el dicho que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer. Y quede claro que hemos dicho detrás, no al lado ni delante ni encima ni, simplemente, con él. El lugar correcto es detrás. ¿Y qué es exactamente lo que hace esa mujer ahí detrás? Pues, por lo que sabemos, lo que hace no es ni más ni menos que ocuparse de todo aquello que le hace la vida fácil al hombre y le habilita para salir al mundo sin tener que preocuparse de otra cosa que no sea su profesión y/o actividad pública.
Hay una constante entre los escritores varones: en la abrumadora mayoría de los casos han tenido a su lado a una mujer que les ha resuelto el engorroso asunto de la vida cotidiana: tener y criar niños, ocuparse de la compra, preparar la comida, hacer la cama, limpiar la casa, elegir la ropa, ir al banco, cuidar a los mayores… toda la lista de tareas aburridas y rutinarias, todo lo que implica, en fin, estar vivo y mantenerse en unas mínimas condiciones de higiene y cuidado.
Lo dijo Vargas Llosa cuando, en su discurso de agradecimiento por el Premio Nobel, tuvo unas palabras para su esposa Patricia, quien le decía, en todo lo referente a cualquier tarea cotidiana: déjalo, Mario, tú sólo sabes escribir. Probablemente Mario sólo sabe escribir porque no ha hecho otra cosa en su vida, o sea que si carece de todas las otras competencias lo más seguro es que no sea por falta de habilidad sino por falta de entrenamiento.
Mercedes, la esposa de García Márquez, se ocupó de la familia tan bien y tan diligentemente que mereció de su marido este elogio: Mercedes se ha portado como un hombre. Qué equivocado estaba Gabo: Mercedes se había portado como una mujer, como tantas mujeres, como la mayoría de las mujeres, como todas las mujeres de sus compañeros de profesión. 
A veces ellos ni siquiera se ocupan de su propio cuerpo (aseo, ropa, comida) y se comportan como niños mimados, tratando a la compañera como a una especie de esposa y madre al mismo tiempo, la esposa-madre de un niño grande y tiránico que tiene otras amadas y amantes pero a quien nada se le tiene en cuenta porque él es un genio.  Este fue el caso de Juan Carlos Onetti y su compañera Dorotea “Dolly” Muhr. En muchas ocasiones ellas abandonan su trabajo para ocuparse del cuidado del compañero y los hijos en común, como ocurrió con Dolly Muhr, que sólo volvió a retomar su exitosa carrera de violinista durante el precario exilio español de la pareja.
Otro ejemplo del mismo caso es María España, esposa de Francisco Umbral, una excelente fotógrafa que abandonó su profesión para ocuparse de su marido, de quien dijo con orgullo: “sí, tuvo muchas novias, pero, al final, la que quedó fui yo”. María España ganó, en su competencia con otras mujeres, el premio de quedarse al lado del genio, justo detrás del genio, oculta por el genio, con su carrera de fotógrafa arrumbada en un rincón polvoriento.
Ellas suelen ser, además de esposas y madres, secretarias de ellos, ocupándose de pasar a máquinas sus trabajos. Este fue el caso, entre otras, de Rosario Conde (mujer de Camilo José Cela). Esto dijo Camilo José Cela Conde sobre su madre: “Charo Conde fue un ancla, la pantalla del autor profesionalizado y la tutora de la gran tribu literaria y social que Cela convocaba con asiduidad […].Ella manejaba todo el archivo, atendía visitas y huéspedes, ponía orden, y todos los días pasaba a limpio los originales manuscritos, a veces usando lupa, para que a la mañana siguiente Camilo José Cela los corrigiera y los volviera a enredar".
Hay dos constantes cuando se leen biografías o artículos sobre estas mujeres: ella lo hizo porque quería y siempre estuvo en la sombra. Resulta bastante raro que a todas ellas les guste estar en la sombra, parece más bien que a las mujeres el ambiente social nos asigna un lugar y nos adaptamos a él lo mejor que sabemos. Nunca se ha sabido de ninguna gran mujer que haya tenido detrás a un gran hombre que le facilitara a ésta su labor pública; de hecho, la mayor parte de las veces ha sido justo al contrario, como en el caso de Emilia Pardo Bazán que se separó de su marido, con el consiguiente escándalo, cuando éste le prohibió escribir. Tampoco había ningún gran hombre detrás de María Moliner que empezó a trabajar en su diccionario, que sigue hoy día siendo una referencia imprescindible en nuestro idioma, cuando ya había criado a sus hijos pero cuyo trabajo no fue considerado suficiente como para que entrara en la RAE; a los Pérez-Reverte de la época el diccionario les debió parecer poca cosa, un entretenimiento femenino, ganchillo pero con palabras. O, más recientemente, ¿en qué trastienda estaba el gran hombre de Alice Munro cuando ésta, para escribir, tenía que empujar a sus hijas fuera de la cocina, diciéndoles que estaba haciendo la lista de la compra? Sheila Munro recuerda que su madre escribía "en un lavadero, y su máquina de escribir estaba entre un lavarropas, un secarropas y una tabla de planchar.”
Las mujeres de los grandes escritores han tenido el privilegio de ser sus musas, unas musas con muchísimo trabajo eso sí, ese trabajo que, para quien no lo hace, da la sensación de que se hace solo. Por eso se dice que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Hay una mujer que se ha negado a sí misma en muchos casos y que ha renunciado a su carrera para posibilitar la del compañero, que es, a fin de cuentas, la verdaderamente importante.





EL PREGÓN DEL RACISMO Y LA IGNORANCIA


EL PREGÓN DEL RACISMO Y LA IGNORANCIA

El pregón de las fiestas patronales de la localidad donde vivo y trabajo, Molina de Segura, me ha avergonzado hasta la médula. Es un ejemplo de manual de cómo el racismo y la ignorancia siempre van de la mano y no va el uno donde no va la otra. Y un indicativo de cómo el racismo y la ignorancia pueden hacer todo el daño del mundo a la verdad y a la convivencia. Discursos como este avivan el odio, arman a los racistas y rompen las relaciones vecinales, señalando al pobre como el culpable de los males de la sociedad. La coalición municipal debería dar explicaciones de por qué se encarga el pregón del pueblo a este señor. El pregón lo suele dar alguien representativo del municipio y según esto, en el pueblo avanzan, como una amenaza, el racismo y la ignorancia ante el aparente desconocimiento de la corporación municipal.
El pregón de Perico el Colorao quedará como ejemplo de bochorno insuperable para nuestro pueblo. No me voy a meter con la inoportunidad de hacer campaña a favor de la ultraderecha aprovechando que te dan el micrófono para hacer el pregón porque, con ser grave, no es lo peor: lo peor es el contenido, los disparates, las mentiras, las mamarrachadas. Y sobre todo y por encima de todo, la incultura suprema y el regodeo en la propia ignorancia.
Es un pregón donde se desgranan uno a uno todos los elementos que forman parte del discurso de la xenofobia de los últimos tiempos: los inmigrantes nos roban, abusan de nuestra Seguridad Social, viven de las subvenciones, las ONG trafican con seres humanos. Vamos, no le falta un perejil.
Pero él va más allá, él no habla de inmigrantes sino de “negros”, que además se llaman todos “Malú, Malá, Malú, Malá”. No cabe mayor complacencia en la propia incultura, haciendo  burla de los nombres de los extranjeros, como si en lugar de un anciano venerable fuera un adolescente con acné. A las burlas siguen las mentiras pues no tiene empacho en decir en público que los negros tienen, todos, en el bolsillo el teléfono del Inspector de Trabajo para denunciar a los empresarios agrícolas. No sé por qué no ha dicho que tienen todos el teléfono de, qué sé yo, Pedro Sánchez; puestos a mentir, que sea a lo grande. Dice que los negros son, todos, unos expertos en falsear documentación. Lo raro es que, con todos estos conocimientos, estén ahí, arrancando lechugas a céntimo la pieza cuando podrían estar protagonizando movidas tipo Ocean’s Eleven.
Para este esclarecido experto en inmigración y subvenciones, las ONG “se traen a personas que están a doscientos metros de la costa”. Hace gala de no saber lo que significa ONG porque, según él, “las siglas y los cuernos para quien los pone”, qué gracejo el de este hombre, que cosa tan natural y divertida, el público lo jalea, se ríe, así que, con un vulgar chiste, ya tenemos el trabajo de Open Arms por los suelos. O sea, no sabe lo que significa ONG pero sí sabe que trafican con personas. Y todos convencidos.
Inmediatamente vincula a las ONG con los  manteros y  a los manteros con la delincuencia, una conexión tan sencilla como el chiste del párrafo anterior. Igual de poco fiable, claro, pero ahí tienes ya al público en el bolsillo y persuadido de que el senegalés que se acerca a vender collares mientras tomamos un refresco en una terraza durante las fiestas de nuestro pueblo, es el enemigo.
Es posible que Perico el Colorao sea menos ignorante de lo que aparenta, es posible que ese disfraz de medio tonto, medio listo, convenga a sus intereses. Es así como el fascismo coloniza el tejido moral de nuestra sociedad. Los discursos carentes de complejidad son los que más rápido llegan al público, aunque estén, como es el caso, cargados de mentiras, de odio y de racismo. Por eso son los más peligrosos.




jueves, 29 de agosto de 2019

ARDE LA AMAZONÍA

ARDE LA AMAZONÍA

Si agitas un poco de miel en un platito con agua puedes observar cómo se forman unas ondulaciones sobre su superficie con el patrón de una colmena. Esto es así porque la materia tiene memoria genética. Cuando veo la imagen de Sudamérica emitida desde la NASA mostrando la Amazonía en llamas, no sé si estoy auto sugestionada, pero veo un pulmón ardiendo, ese pulmón que ayuda a respirar a todo el planeta. Es una catástrofe que me aprieta el corazón de angustia y me pregunto, como en la canción de los ochenta, "how can we sleep when our beds are burning", cómo podemos dormir mientras arden nuestras camas.
Bolsonaro se ríe y dice que es época de queimadas mientras acusa de los incendios a las ongs que luchan por proteger la selva amazónica.
Hay quien le cree, claro, de otro modo no habría llegado a presidente. Parece que en estos tiempos de espectáculo político y de verdades intercambiables, todo vale. Ayer escuché un post en Facebook de un tipo que decía que la Armada Invencible se enfrentó al turco (así, en general) y que eso era cuando los españoles de verdad teníamos cojones. Una empanada monumental y ni un solo dato cierto en todo el post, pero tiene montones de seguidores. En fin. Quiero decir con esto que parece valer cualquier cosa, el disparate más chiripitifláutico será aceptado siempre que quien lo emita caiga en gracia y/o el mensaje esté en consonancia con nuestras fobias y filias.
Sin embargo la verdad es concreta (tal y como decía Bertolt Brecht) y tozuda, añado yo. Las mentiras y la irresponsabilidad criminal de Bolsonaro no evitarán que el país arda para desgracia también de él mismo y sus descendientes.
Desolación ante la desolación.

miércoles, 21 de agosto de 2019

OPEN ARMS: ABRIR LOS BRAZOS


OPEN ARMS: ABRIR LOS BRAZOS

Somos lo que hacemos. Si lo que hacemos es contemplar con indiferencia cómo un grupo de desdichados muere en el mar ante las cámaras, entonces ¿qué somos? De todas las prioridades que existen, la primera,  por encima de toda otra, es la vida humana. ¿Cómo es posible que no haya un clamor en las calles ante la posibilidad de dejar a más de cien personas morir ahogadas? ¿Cómo es posible que haya a quien le dé igual el dolor ajeno? ¿Qué peligro supone para nuestro país un  grupo de seres desvalidos, en peligro de muerte? ¿Cómo es posible que los casi náufragos del Open Armas sean percibidos como un estorbo, como una amenaza, por nuestros conciudadanos?
¿Qué es lo que defendemos cuando decidimos que un grupo insignificante de personas muera en el mar? Defendemos nuestro derecho a decidir sobre la vida y la muerte de los demás. Nadie tiene ese derecho a menos que esté él mismo amenazado de muerte.  No es el caso pero se crea un estado de opinión que simula esa posibilidad: es legítimo dejarlos morir porque nos amenazan de muerte. Es falso, es arrogante y es inhumano.  Sin embargo una parte importante de la ciudadanía lo acepta. Acepta renunciar a su humanidad,  aquello que le define como humano,  a cambio de una mentira. Esaú renunció a la primogenitura a favor de Jacob a cambio de un plato de lentejas.  En Occidente se está renunciando a la humanidad a cambio de una mentira que proporciona tranquilidad. Es el plato de lentejas más caro de la historia.
¿Sabéis que es lo primero que sale en la búsqueda de Google cuando tecleas Open Arms? Open Arms mafia: una intervención de un asesor de Toni Cantó acusando al Open Arms de traficar con seres humanos, titulares como “Salvini gana el pulso a Sánchez”, “el lado oscuro del Open Arms”, “Santiago Abascal aplaude a Italia”…
Son mentiras construidas con un objetivo: crear un estado de opinión de rechazo masivo contra los inmigrantes, contra los extranjeros pobres. Lo que  hay detrás del apoyo a la xenofobia por parte de personas de clase social baja no es  patriotismo,  ese concepto abstracto que cada uno interpreta a su manera.  Lo que hay detrás de ese apoyo es miedo, miedo a que lleguen más pobres, pobres como nosotros, con quienes tendremos que repartir lo que no tenemos. Lo que da miedo es el desbordamiento de ese espacio precario donde vivimos, la negativa a compartir ese espacio,  la percepción de que ese espacio es imposible de ampliar. El espacio de los ricos es algo que no nos concierne por lo ajeno y lo utópico: el aumento de su enriquecimiento no parece estar conectado con lo que nos sucede en nuestro día a día, con nuestro progresivo empobrecimiento.  Por otra parte,  los ricos son siempre bienvenidos y a ellos es mejor no molestarlos, no sea que se marchen a otro lado y perdamos la limosna.
¿Consideramos a personas procedentes de otras culturas, y sobre todo de otras razas, como completamente humanos? Yo diría que no, de ser así, como sociedad no permitiríamos que murieran. Viendo a los inmigrantes que intentan acceder a Occidente y de quienes sabemos que mueren a racimos, si realmente nos identificáramos con su humanidad, ¿permitiríamos a nuestros gobiernos que les dejaran morir, así, sin más? Los medios de comunicación conceden un sesgo interesado a todo tipo de noticia, pero tal circunstancia sirve sólo para explicar una parte, no todo. Si nuestra identificación con los niños que se ahogan en el Mediterráneo hubiera sido la misma que con el niño Gabriel, o con Julen, impediríamos con todas nuestras fuerzas que nuestros gobiernos respondieran con indiferencia, cuando no con hostilidad, ante estas tragedias repetidas. Son iguales que  nosotros,  tienen derecho a la vida pero se lo negamos atribuyéndole un carácter de amenaza que es falaz y sobre todo, negándoles su carácter completamente humano, sin comprender que, finalmente, en ese cambalache macabro que nos lleva a mostrar los puños en lugar de abrir los brazos, somos nosotros quieres perdemos nuestra humanidad.

viernes, 9 de agosto de 2019

CAMBIO CLIMÁTICO: UNA HISTORIA REAL


CAMBIO CLIMÁTICO: UNA HISTORIA REAL

Mi familia se mudó a las Torres de Cotillas en la década de los 70 procedente del campo de Lorca, buscando un futuro más halagüeño, el que prometían las entonces florecientes fábricas de conserva. El ayuntamiento ofreció por aquella época a todos los vecinos la posibilidad de plantar árboles en las aceras. Mi padre dijo que no, todos los vecinos dijeron que no porque no querían que los árboles les quitaran sitio para aparcar sus recientemente adquiridos automóviles baratos. En aquella época el progreso se medía por el número de coches. Los árboles eran un estorbo (y ojalá pudiéramos decir que esto ha cambiado). La casa de mis padres, orientada a poniente, es un horno en verano, los árboles hubieran rebajado unos cuantos grados  las temperaturas. Con mi primer sueldo les compré a mis padres un aparato de aire acondicionado.  Aún funciona como el primer día, es un tanque; es, literalmente, un tanque: un aparato tan contaminante que el gobierno ha ofrecido un plan renove en climatización para cambiar este tipo de máquinas. Todos los vecinos fueron colocando, más pronto o más tarde, sus aires acondicionados. En resumen: para que los coches pudieran deslizarse como por una pista de aterrizaje, nada de árboles y para revertir el calor asfixiante generado por su ausencia, aparatos de climatización altamente contaminantes. Cuando nos preguntemos cómo es posible que estemos llegando a este punto de no retorno respecto al calentamiento global, no es necesario que acudamos a sesudos estudios sobre la progresiva desaparición del permafrost: no tenemos más que sacar la cabeza por la ventana y contar árboles, coches y aparatos de climatización. A partir de ahí podemos ir haciendo cálculos.
El servicio de cambio climático de la UE nos informa de que este pasado mes de julio hemos alcanzado las temperaturas más altas desde 1.880, año en que se empezaron a llevar registros sistemáticos. Es posible que la población lo haya podido experimentar, posible pero no seguro: el refugio del aire acondicionado nos da una percepción distorsionada de la temperatura real. No parece que haya una alarma especial derivada de este hecho. Oímos que los casquetes polares se descongelan, pero nos pilla lejos como para que nuestro sistema de alarma se active. Sin embargo, nos quedamos sin tiempo. Cuando nuestra alarma interna, esa que nos advierte de un peligro, despierte de su letargo, será tarde para reaccionar. Hoy leía en Facebook que si, en caso de conflicto armado por un potencial colapso climático, querrías que tu hijo supiera manejar armas. Buena reacción: nos quedamos sentados bajo el aire acondicionado mientras vemos en internet un tutorial sobre cómo montar y desmontar un kalashnikov. El plan consiste, básicamente, en aprender cómo pegarle un tiro al que nos amenace con quitarnos el mando. Y se supone que somos primates superiores.
En EEUU la población ha elegido a Trump, un presidente que niega el calentamiento global y que retiró a su país del Acuerdo de París contra el cambio climático. En Brasil han elegido a Bolsonaro, cuyo plan es convertir la Amazonía, pulmón del planeta, en un mega almacén de materia prima para Ikea. En España, avanza una ultraderecha cuyo líder, Abascal, al ser preguntado por el cambio climático, responde que a él le gusta el campo (sic). Para ellos, los gases de efecto invernadero, generados por los combustibles fósiles, proceden de la misma región que el unicornio azul y son igual de reales. Estos son los líderes que tenemos para manejar una etapa clave en cuanto a sostenibilidad del planeta. Nótese que los mismos que niegan el cambio climático son los que defienden el uso generalizado de armas para que los buenos podamos matar a los malos.  Id engrasando el kalashnikov.

viernes, 2 de agosto de 2019

FASCISMO MEDIOAMBIENTAL


FASCISMO MEDIOAMBIENTAL

La relación del capitalismo con la naturaleza se puede calificar como de fascismo medioambiental pues está basada en superioridad, dominio, abuso e indiferencia. El fascismo excluye de la categoría humana e incluso del derecho a la vida a todo aquello que no esté sometido a su hegemonía. El capitalismo convierte a las personas en mercancía y a la naturaleza en recursos, reduciendo lo humano a comerciable y lo natural a mero stock.

Las medidas que Bolsonaro está anunciando con respecto a la Amazonía, que se resumen en entregarla amordazada y maniatada al agronegocio y que ponen en peligro la gran reserva ecológica del planeta, son una auténtica aberración y dan cuenta de ese fascismo medioambiental del que hablamos. Y no solo medioambiental: varias decenas de millones de personas viven en las selvas amazónicas y una vez que se acabe con su medio natural, morirán, con la complicidad de los casi cincuenta millones de brasileños que le han votado y ante la indiferencia total de la comunidad internacional. Para esta concepción del mundo, lo que no es recurso es desecho y los indígenas son percibidos como un elemento más de la naturaleza (casi como no humanos), pero no un recurso. Si a ellos sumamos que son considerados como un “obstáculo para el progreso”, el futuro de estas comunidades está prácticamente sentenciado.
Aquí en España, me cuenta un amigo la noticia de que en Valencia cuatrocientas mil toneladas de naranjas han sido destruidas (porque su venta se había depreciado con respecto a la importación) con lo que ello supone de desastre ecológico, de extractivismo puro. Toda el agua y todos los recursos dedicados al cultivo de esa enorme cifra de cítricos, tirados a la basura, sin tener en cuenta que el agua no es patrimonio solo de los agricultores sino de todos los seres vivos. El actual sistema económico es insostenible e incompatible con la vida. 
La carrera enloquecida para acabar con el planeta es fascismo medioambiental y el sistema nos convierte en cómplices. Todos somos al mismo tiempo explotados y explotadores, todos somos, de algún modo, unos fascistas medioambientales involuntarios. He tirado a la basura un par de calcetines de mi hija pequeña porque tenían sendos agujeros en el dedo gordo, ¿Para qué molestarme en coserlos si cuesta dos euros el pack de cinco pares? Pero, ¿en qué me convierte esta decisión intrascendente, una de tantas que tomo a diario? Me convierte en una depredadora medioambiental. Todas y cada una de las decisiones que tomamos, cuentan.
¿Cuál es la diferencia entre la destrucción de la Amazonía, la destrucción de las naranjas y yo tirando los calcetines rotos a la basura?: el volumen del desastre. Esa es la única diferencia porque el principio es el mismo: extraer para destruir, como si la Tierra fuera eterna y los recursos ilimitados.
El capitalismo nos contamina y decide nuestros comportamientos. Pero no es una predestinación, podemos escribir nuestro futuro, somos libres, debemos decidir cómo es la sociedad que queremos. Lo que hacemos y dejamos de hacer cuenta porque siempre podemos hacer algo distinto. Por supuesto, todo pasa  por someter nuestras acciones a un mínimo de reflexividad, pero sabiendo de antemano que nada es sin esfuerzo. No hace falta ser un experto para comprender que el tipo de economía  extractivista en la que nos desenvolvemos y contra la cual no hay modo fácil de luchar, acabará con el mundo y que traerá durante ese proceso un enorme sufrimiento a masas ingentes de seres humanos. Si cada uno de los casi siete mil millones de habitantes de la Tierra tirara a la basura un par de calcetines agujereados, ni siquiera este planeta que parece inagotable lo resistiría, pero este sistema produce países exportadores de materias primas y trabajo humano low cost y países acaparadores de recursos y consumidores de trabajo casi esclavo.

Nos comportamos como si nuestro mundo fuera de usar y tirar, sin ser conscientes de que no tiene recambio. El capitalismo salvaje acabará con el planeta si no le ponemos freno, porque lo peor de este sistema no es que sea desigual e injusto: lo peor y más amenazante es que es irracional.



miércoles, 31 de julio de 2019

DEVUÉLVANNOS LO VOTADO

DEVUÉLVANNOS LO VOTADO


Los votantes de izquierda votamos un cambio de rumbo y ustedes nos lo han negado.
Los votantes de izquierda queremos un gobierno de izquierda y ustedes nos lo han hurtado.
Mientras el gobierno regional llama al machismo asesino violencia intrafamiliar,  un salvaje ha matado a su hijo de diez años antes de entregarlo a su madre. En Andalucía el responsable de igualdad ha dimitido mientras el trifachito prepara una lista negra pidiendo nombres y apellidos de los trabajadores por la igualdad . Por resumir, un frente fascista avanza a la velocidad de un tren con dirección al pasado y amenaza con arrollarnos.
Pero ustedes,  en lugar de darnos el gobierno de izquierda que  hemos  exigido,  se tientan la camisa de las convicciones políticas y concluyen que aún no estamos lo bastante mal como para querer estar bien.  Devuélvannos lo votado.

LOS PICAPIEDRA

LOS PICAPIEDRA 
¿Os acordáis? Trabajaban en una cantera. Dos amigos que se estimaban porque eran aliados naturales pero que no paraban de fastidiarse el uno al otro. 
Me encantaban los Picapiedra, con sus coches impulsados con los pies descalzos y sus teles de pedernal y hueso. 
Pues imaginad que estamos viendo un capítulo en el que Pedro y Pablo, que no tienen más remedio que entenderse, cada vez se alejan más uno del otro debido a egos, intereses y cortedad de miras, poniendo en peligro a sus respectivas familias, a la cantera donde trabajan y a todo el pueblo de Rocadura; tan en peligro que terminan dejando a sus conciudadanos a merced de tres temibles tigres dientes de sable, que amenazan con destruir todo vestigio de civilización. Que ese alejamiento se produce a pesar de todas las peticiones familiares y de todas las llamadas al sentido común y a la calma. La falta de entendimiento y la bronca termina por llegar a tal nivel que a sus propias familias les entran ganas de apedrearlos.
Los capítulos de los Picapiedra, después de todas las peripecias solían resolverse bien. 
Como esto no salga bien, Pedro y Pablo podrían fundar su propia cantera. Piedras no les iban a faltar.

sábado, 27 de julio de 2019

DECEPCIÓN


DECEPCIÓN

Si las palabras se gastaran a fuerza de uso, en agosto ya no podríamos encontrar "decepción" en el diccionario.
Hace dos horas de la última investidura fallida de Pedro Sánchez y no hay mensaje en Facebook,  WhatsApp,  Telegramm, no hay artículo, comentario, noticia que no contenga la palabra "decepción". La arrogancia y el cálculo de Pedro Sánchez, colocados a kilómetros por encima del bien común al que invoca, son difíciles de digerir.  Y qué decir de Unidas Podemos,  cuya cortedad de miras le pasará una factura para la que dudo mucho que tenga fondos. El coste, que vendrá en forma de desafección (cuya conversión en moneda política es, como sabemos, abstención) será inasumible para este partido.

Como habrá sido la cosa para que haya sido Gabriel Rufián, que tan  acostumbrados nos tiene a intervenciones poco convencionales, el encargado de poner cordura en todo el asunto. El político catalán se preguntaba en su turno de palabra (absolutamente brillante) durante cuántos años se tendrá que lamentar la izquierda de este día.  Serán muchos y los daríamos por buenos si supiéramos que la lección quedaba aprendida,  pero la memoria y la historia nos enseñan que no es así, que el político de izquierdas es capaz de convertir en arena una piedra a fuerza de tropezar con ella.

Según el PSOE, a la CEOE le inquieta que el Ministerio de Trabajo pueda quedar en manos de Unidas Podemos. Yo creo que lo que de verdad inquieta es constatar que una institución como la CEOE, a la que no se ha votado, tenga un peso político decisivo. Y que luego se nos llene la boca de democracia.
Hemos tenido en este último intento de investidura una demostración inaudita de irresponsabilidad combinada con tontuna y las risas del trifachito se pueden oír desde el Hispasat. Ellos están tranquilos, ahora sólo tienen una tarea: comprarse un saco de palomitas bien grande y sentarse a esperar. Es sólo cuestión de dejar que la breva madure y para eso queda medio verano.
Frente al giro a la derecha de las tres derechas, a la izquierda sólo se le ocurre ponerse a discutir si son galgos conservadores o podencos neoliberales los que nos muerden los talones, dejando a la ciudadanía sin cobijo  bajo un aguacero  de homofobia, racismo, machismo, negacionismo del cambio climático, conservadurismo rancio…

Ahora los de Pedro acusan a Pablo y los de Pablo acusan a Pedro del estrepitoso fracaso en la investidura. Y lo peor es que todos tienen razón.
A pesar de haber tenido tres meses para presentar propuestas, para estudiarlas y para trabajar sobre ellas, a las fuerzas de izquierda la formación de gobierno les ha quedado para septiembre, como a los malos estudiantes.
Muy bien, Pedro y Pablo, ahora que ya habéis demostrado los dos que sois más machotes que nadie ¿Cuál es el plan, colegas? Vamos a septiembre, pero ¿en septiembre, qué? ¿Qué garantías tenemos los votantes de izquierda de que vais a hacer en verano lo que no habéis hecho en primavera, máxime  teniendo en cuenta el mal ambiente y las suspicacias que se han generado?
El 28 de abril salió de las urnas un mensaje claro y ahora, tanto PSOE como UP, están traicionando el mandato de sus votantes. Esto, más que de decepción, tiene visos de estafa. Espero que el sol de agosto lleve luz a esas cabezas y que en septiembre tengamos por fin aquello por lo que hemos votado: un gobierno de izquierdas.



viernes, 26 de julio de 2019

DELITO DE SOLIDARIDAD


DELITO DE SOLIDARIDAD

¿Qué es lo que convierte en peligrosos a aquellos que pretenden llegar a Europa sin nada, nada más que las propias vidas (en muchos casos maltrechas)?: carecen de bienes, carecen de hogar y carecen de país porque han sido expulsados de él por la guerra y sus consecuencias.  Si no tienen nada ¿por qué son una amenaza? Precisamente por eso: porque no tienen nada.  La diferencia entre un moro que viene en patera y un árabe que veranea en Puerto Banús no es la procedencia, la cultura o la religión.  La diferencia es que uno de los dos no tiene nada y ese es el que es identificado con una amenaza.  El que no tiene nada es susceptible de querer robarnos lo que tenemos, aunque la experiencia nos demuestre ampliamente lo contrario (casos Noos, Gürtel, Brugal, Lezo, Pokémon, Bárcenas, Rato...). Sin embargo, el inmigrante es un culpable preventivo, es juzgado y condenado a morir ahogado en el mar por los delitos que se supone que  puede cometer. No sólo él: también son juzgados y condenados aquellos que pretenden ayudarles. Hemos visto a lo largo de los últimos años la persecución a ongs o a personas particulares por intentar rescatar a inmigrantes: Open Arms, Sea Watch, Helena Maleno, Cédric Hérrou, Pia Klemp, Carola Rackete.
 
Se trata en la mayoría de los casos de personas occidentales, amparadas por las garantías jurídicas de sus respectivos países y cuya condena pretende ser disuasoria. Pero ellos han preferido sufrir una injusticia a ser indiferentes ante otra  aún mayor. Recientemente nos ha conmovido la muerte de un adolescente cuyo cadáver llevaba cosidas a la ropa sus buenas notas (se nos pone un nudo en la garganta al asomarnos al abismo que hay entre su ingenuidad y su tragedia); tampoco hemos podido olvidar la muerte del niño Aylan, cuya imagen permanece fija en nuestra retina.
Solo los asesinos (o los aspirantes a serlo) pueden considerar que salvar vidas es delito. El mandato legal que recibimos, sin embargo, es que a nadie se le ocurra ayudar a nadie, recuerden que este es un mundo individualista e insolidario, continúen con sus compras, circulen, que aquí no ha pasado nada.
Matar y dejar morir no es lo mismo, pero su resultado sí.  Al final, se deja morir a estas personas  no por lo que han hecho si no por lo que son. Y lo que son es pobres. No nos podemos dejar engañar por los racistas. Su problema además de la xenofobia es la aporofobia: para ellos sobran los pobres, todos los pobres, los compatriotas también.  No se solidarizan con ningún pobre, ni de dentro ni de fuera de su país, a pesar de su grito-coartada "los de aquí primero".

Pero cuando los demás nos sean indiferentes, ¿qué quedará de nosotros? Por eso hay quien más allá de conmoverse, entra en acción.  Para ellos, la justicia reserva un castigo ejemplar. En Francia existe lo que se conoce como “delito de solidaridad” que
prevé multas de 30.000 euros y cinco años de cárcel a quienes apoyen y ayuden a personas en situación irregular

Carola Rackete, cuyo desafío a una ley inhumana nos ha emocionado y conmovido, es mucho más que la noticia del mes: es el símbolo imprescindible de lo humano, es el instante congelado de lo que estamos perdiendo.




LAS IBÉRICAS, F.C.


LAS IBÉRICAS, F.C.

Las Ibéricas, F.C.  es el título de una película de la década de los setenta en la que se ridiculizaba la posibilidad de que las mujeres pudiesen jugar al fútbol. Se trata de una comedia ligera dirigida por Pedro Masó, de pésimo gusto y basada en tópicos antediluvianos. Tuvo un gran éxito en la época a pesar de tratarse de una cinta de ínfima calidad, aunque no por ser deplorable deja de estar cargada de contenido, ya que el mensaje está muy lejos de ser neutro: reproduce el relato con el que  hemos crecido de que el deporte en general y el fútbol en particular son cosa de hombres. Si las mujeres nos exhibimos en pantalón cortito sólo puede ser para enseñar pierna y cazar marido, ya que ese es nuestro objetivo en la vida y está bien que así sea. Las mujeres tenemos que asumir que somos débiles y que no estamos hechas para el ejercicio físico. Esto es básicamente lo que cuenta esta película en la que se mezclan, para disfrute del público masculino, fútbol y mujeres en ropa ajustada.
Han pasado casi cincuenta años, hemos evolucionado mucho, se ha avanzado en numerosas cuestiones, el feminismo es ya un tsunami imparable, pero la realidad a la que nos seguimos enfrentando es que el deporte femenino sigue siendo una actividad marginada por los medios de comunicación e invisible para la opinión pública, en la inmensa mayoría de las ocasiones;  en el remoto caso de que este tipo de espectáculo llegue al gran público, hay muchas posibilidades de que se considere un latazo insoportable por los sectores más machistas de la sociedad.
La portada de Charlie Hebdo del mes pasado, dedicada al Mundial de fútbol femenino, que comenzó en Francia el 7 de junio y en el que EEUU se ha alzado con la victoria, mostraba una entrepierna femenina con un balón de fútbol como clítoris y el texto “nos lo vamos a comer durante un mes”.  Si lo comparamos con la película Las Ibéricas, F.C., está claro que no hemos avanzado nada ni en el fondo ni en la forma: se sigue ridiculizando la presencia de las mujeres en el ámbito deportivo y se sigue haciendo con pésimo gusto. Está implícito el mensaje de que los consumidores de fútbol son hombres, que van a tener que cargar con el “coñazo” del fútbol femenino y aguantar un espectáculo carente de interés. Por supuesto, también se da por hecho que el deporte canónico, el que tiene verdadero valor, es el que juegan los hombres. En el editorial de ese número de Charlie Hebdo se argumenta contra el embrutecimiento que conlleva el fútbol como deporte de masas, pero resulta más que evidente que se trata de una excusa que intenta poner un velo a la misoginia de su portada puesto que para criticar un deporte de masas, nada mejor que centrarse en el fútbol masculino; el femenino está muy lejos de ser masivo. En el propio editorial se alerta contra los peligros de lo que ellos llaman “la religión de la igualdad”. Poco que añadir a esta afirmación, que se glosa a sí misma.
El objetivo del discurso del patriarcado siempre es disuadir a las mujeres de dedicarse a actividades  que considera que no les corresponden, ya sea en arte, literatura, ciencia, investigación, viajes, o, como en este caso, deportes. Los modos de hacerlo son múltiples y recorren el amplio abanico que va desde la persuasión a la prohibición, pasando, cómo no, por la ridiculización.

La presencia de las mujeres en el mundo deportivo ha estado, por lo general,  limitada hasta hace pocos años a la entrega de premios (en la Fórmula 1, en el ciclismo…), reforzando el doble imaginario de la mujer como elemento decorativo y como descanso del guerrero, hardcore de la película que da título a este artículo. Han sido necesarios muchos años de esfuerzo, trabajo y tesón por parte de las deportistas para que los medios de comunicación generaran un mínimo de interés por los deportes protagonizados por mujeres.
Aún así, la resistencia a tomarse en serio esta actividad ha sido una constante. Estamos, más que acostumbradas, yo diría que hartas de que, ante un triunfo deportivo, a las mujeres se les pregunte por cómo compaginan la actividad deportiva y la vida familiar, que en lugar de destacar sus logros se centren en su aspecto físico o que la pregunta recurrente sea si tiene novio y qué piensa él de su actividad; por lo visto, el machismo y la falta de imaginación forman un buen tándem.
Es hora de que se normalice la presencia de las mujeres de forma igualitaria en todos los ámbitos;  el deporte no puede quedar fuera de esa normalización. Como vemos, la resistencia a la naturalización de la igualdad no tiene por qué venir solamente de medios conservadores ya que el machismo es lo más transversal que existe y en este caso vemos esa resistencia bien  ilustrada por la portada de Charlie Hebdo.