domingo, 6 de diciembre de 2020

26 MILLONES DE FUSILABLES

 

26 MILLONES DE FUSILABLES

 

73 militares jubilados escriben dos cartas al rey en semanas sucesivas en donde expresan su rechazo a este gobierno socialcomunista y le instan a actuar. Gobierno legítimo cabe recordar, porque se olvida. Poco después sabemos que en el grupo de WhatsApp que mantienen, uno de ellos dice que habría que fusilar a 26 millones de hijos de puta, frase celebrada y jaleada por varios más. Todo ello con el noble propósito de detener la "deriva antidemocrática de este gobierno". Puede parecer que  la coherencia no es su punto fuerte pero es que ESO para ellos es democracia, tú llámalo como tú quieras. Ellos son demócratas, pero en una democracia sin rojos ni maricones ni negros, donde solo quepan los suyos, democracia que quieren salvar dando un golpe de estado. Luego les llamas fascistas y se ofenden. 

 

Hemos hecho muchos chistes y memes y nos hemos reído un rato porque cómo nos vamos a tomar estas cosas si no. Ok, todo bien, la risa está bien. Lo que pasa es que la cosa empieza a perder la gracia a partir de aquí:


Los medios de comunicación les llaman militares nostálgicos. Vamos a ver, la nostalgia es un sentimiento que te hace mirar hacia atrás con tristeza añorando el tiempo pasado, no querer empuñar un fusil para cargarte a 26 millones de conciudadanos porque no piensan igual que tú. Este uso del lenguaje que evita llamar a las cosas por su nombre es parte del problema. Porque estos militares jubilados cuando se expresan así no son nostálgicos, son fascistas. Lo que echan de menos no son las excursiones que hacían a la playa cuando sus hijos eran pequeños, lo que echan de menos es un régimen que legitime los asesinatos de  ciudadanos disidentes, aunque sean mucho más de la mitad de la población. Y eso, nos pongamos como nos pongamos, se llama fascismo y no nostalgia.


El jefe en activo de la cúpula militar, Miguel Ángel Villarroya, asegura que la Constitución es la norma que "inspira todas las actuaciones" del Ejército y pide que las palabras de los exmilitares sean vistas "como opiniones de ciudadanos particulares". Pues no, señor Villarroya. Las expresiones de exmilitares (pues exmilitares son, que no ciudadanos particulares) que dicen querer fusilar a más de la mitad de los españoles no son opiniones, son amenazas, máxime después de haberse dirigido al jefe del estado en dos ocasiones con la intención de derrocar al gobierno legítimo. Nos toma usted por tontos.


La contestación del jefe de la oposición Pablo Casado al ser preguntado por el tema es: pues sí, je, je (sic) en lugar de aprovechar la oportunidad que se le brinda para demostrar que es un demócrata, tal y como quiso aparentar en el discurso que dio en la moción de censura de Vox al gobierno, y que no está nadando entre dos aguas, intentando no perder votos ultras.

 

La vicesecretaria de Organización del PP, Ana Beltrán dice “Independientemente de lo que hayan dicho, que puedo estar más o menos de acuerdo o en desacuerdo, lo importante es resaltar la labor que hace el ejército español” (alucinante pero sic otra vez), ¿Estar más o menos de acuerdo en fusilar a 26 millones?, ¿tú te oyes cuando hablas? En fin…

 

De Vox para qué hablar si son la expresión política de esta barbarie. Como coartada ante este disparate dicen que se trata de un chat privado (sic, en serio). Ya, claro que es privado, así se hacen estas cosas. A ver si es que el 23F se organizó con luz y taquígrafos y en streaming.

 

El silencio del rey y de la Casa Real al respecto de este tema (sic también, ya puestos) es bastante más elocuente que muchos discursos.

 

 Cuando ocurren estas cosas es cuando ves que la broma se ha pasado de la raya, que la raya se ha de quedado tan atrás que ya ni se ve, que a lo mejor la primera en ser fusilada ha sido la raya que separa lo dudoso de lo intolerable y ahí ya es donde los fusilables tenemos que ponernos estupendos porque nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino.

 

HÚNGARO Y HOMOSEXUAL, ESE OXÍMORON

 

HÚNGARO Y HOMOSEXUAL, ESE OXÍMORON

Una orgía ilegal en Bruselas ha provocado la dimisión de József Szájer, eurodiputado en el Parlamento Europeo y uno de los hombres más fuertes del partido húngaro, homófobo y ultra,  Fidesz.

Según el eurodiputado, ser húngaro y homosexual es incompatible porque todos los húngaros son unos machotes, como él mismo, casado y con una hija y líder de un partido homófobo. Porque él no es maricón. Cuando lo pilló la policía desnudo, descolgándose por la cañería de un piso donde había otro montón de hombres desnudos, lo que hacía era practicar una nueva forma de parkour.

La gente como él quiere que la homosexualidad habite un lugar oscuro, sórdido y clandestino. Puede ser un armario o puede ser un piso con 25 hombres en tiempos de Covid. Si en ese lugar oscuro y sórdido ha vivido él toda su vida los demás también pueden hacerlo.

La policía no lo perseguía por homosexual (cosa que, como líder de partido homófobo le debe parecer lamentable), la policía lo ha detenido por saltarse el protocolo Covid y por llevar una mochila llena de drogas (el Pocholo húngaro, no me digáis que no tiene gracia). No le sirvió de nada invocar a la inmunidad parlamentaria.

A veces el karma tiene creativas formas de hacer justicia.

EDUCACIÓN SENTIMENTAL

 

EDUCACIÓN SENTIMENTAL


Probablemente los millenials no sepan lo que es una fotonovela pero quienes tengan edad como para distinguir un bic naranja de un bic cristal seguro que sí. Aquí va una pequeña explicación: las fotonovelas eran revistas pornográficas, solo que en este caso se trataba de pornografía emocional. Eran la precuela de las telenovelas en las que la narración era a base de foto fija. Y siempre terminaban en boda. En eso consistía nuestra educación sentimental a partir de la adolescencia. Si en la infancia nos educaban (además del ejemplo de nuestros mayores, raramente igualitario) los cuentos de hadas, con toda su carga de tradición patriarcal, a partir de la adolescencia la educación sentimental y sexual que producía la cultura de masas era para las chicas las fotonovelas y para los chicos el porno.


Había una fotonovela muy popular que se titulaba “Cuerpos y almas”. Tenía lugar en un hospital: todos los médicos eran hombres, todas las enfermeras mujeres. Imposible concebir siquiera que pudiera ser en algún caso a la inversa. Eran tan ñoñas y rancias como primario y brutal es el porno. Sin embargo había muchas coincidencias entre las fotonovelas y las revistas porno. La más notable es que, en ambos casos, ellas siempre dicen sí. Con estos ejemplos se nos educaba a nosotras en que lo natural era decir sí a un hombre (y por tanto lo antinatural era no ser complaciente) y a ellos se les educaba en que una mujer como mandan los cánones siempre está disponible. De hecho, tradicionalmente siempre se ha asumido que cuando una mujer dice sí quiere decir sí y cuando dice no también quiere decir sí. Con la educación recibida se negaba a las mujeres la capacidad de decidir sobre su persona, haciéndonos aceptar la condición de subordinadas a los deseos masculinos. Y así hemos llegado al siglo XXI teniendo que explicar que no es no y solo sí es sí.


Todos los transmisores culturales contenían este mandato: los programas de televisión, de radio, las canciones, la publicidad. Hasta la poesía. Neruda, en su archiconocido poemario "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" decía: me gustas cuando callas porque estás cómo ausente, que aunque está expresado de forma bella, el mensaje que contiene no es tan distinto del que encontramos en una reciente canción de reguetón de Cali y el Dandee titulada “La Muda”:

Quiero una mujer bien bonita callada que no me diga naaa

Que cuando me vaya a la noche y vuelva en la mañana

No digaa naaa

Que aunque no le guste que tome se quede callada y

No diga naa

Quiero una mujer que no digaa naa

Naaah naaah naah naaaah naaah naaah

 

En el mismo poemario de Neruda encontramos un verso aún más inquietante: para tu libertad bastan mis alas. A nadie se le escapa que el dueño de las alas es el que decide el destino del viaje.

 

Hace cuarenta o cincuenta años las adolescentes se educaban para ser complacientes porque así lo exigía la norma social, cultural y religiosa. El mandato de estar disponibles era casi por coacción. En el caso de las adolescentes y las jóvenes de hoy en día también deben estar siempre disponibles, pero en este caso es porque ellas quieren sin que sean capaces de percibir que los transmisores culturales que las rodean las conducen hacía esa decisión que ellas creen voluntaria. En ambos casos se establece como prevalente el patrón de deseo masculino urgente e inaplazable, carente del fundamental componente de encuentro humano, en el que se concibe al otro en función de lo que se puede obtener de él (en la adolescencia y primera juventud básicamente  satisfacción sexual). No hay más que ver unos cuantos vídeos musicales del repertorio mainstream para observar este hecho con claridad.

Si a nosotras nos educaron las fotonovelas, uno de los  productos de la cultura de masas que educa a las chicas jóvenes de hoy es el reguetón y es como si estuviéramos en un bucle de interminable machismo. En el caso de los chicos, antes como ahora, el modelo educativo afectivo-sexual sigue siendo el porno. Porque las fotonovelas han desaparecido (cosa que nadie lamenta), pero el porno permanece.

EL GRINCH

 EL GRINCH

EL GRINCH
Estoy oyendo mucho eso de salvar la Navidad como si estuviéramos en una serie de Disney Channel y no en mitad de una pandemia mundial. A ver si salvando la Navidad hundiéramos el país, que nos iba a quedar ya un 2020 como para enmarcarlo y ponerlo encima del piano.
En fin, qué queréis que os diga: que viva el Grinch.

RONDA DE SOLOS

 

RONDA DE SOLOS                                                                                                                         02/11/20

José Luís Carrasco

El punto de partida de  “Ronda de solos”  es el momento en que su protagonista aterriza en la ciudad de Avilés, donde hay previsto un concierto del cuarteto de jazz del que forma parte,  y se da cuenta de que le han robado el saxofón. A partir de ahí siente que ha perdido mucho más que su instrumento y comienza a disolverse por las calles de la ciudad (“[…] siento que me abandona, escalón por escalón, cada partícula de mi persona”), mientras, en un ejercicio de introspección, nos va mostrando su mapa interior en una reflexión con la música como hilo conductor y la ciudad extraña como vehículo.

Escrito en primera persona y con una prosa clara y precisa, la trama argumental de “Ronda de solos”  tiene un hilo muy frágil: no pasan cosas, todo lo que ocurre, ocurre dentro del protagonista. Es un relato que no te urge a que llegues al capítulo siguiente sino que te permite que te lo tomes con calma, que vayas y vuelvas. Tiene el ritmo y la cadencia del jazz. Uno no puede (o no debe) andar apresurado por las calles de una ciudad que desconoce. El protagonista del libro, como músico de jazz, tiene experiencia en esa relación demorada con las cosas que le faculta para detenerse a contemplar paisajes urbanos en los que probablemente nadie repara. Los sonidos de la ciudad forman parte de ese diálogo con el entorno: “privado del instrumento soy más consciente del paisaje sonoro.”

El protagonista  es aquí un flâneur clásico. Según Beaudelaire el flâneur es el artista-poeta de la ciudad moderna, un “botánico de las aceras”. Un tipo que deambula por las calles de una ciudad sin rumbo fijo, que no busca experiencias que se encuentren fuera de sí mismo, solo impresiones, imágenes. En un mundo apresurado en que no hacer nada es una rareza cuando uno viaja (hay que comprar, ver sitios, hacerse selfies, subirlos a redes, comer en restaurantes famosos, hacerse más selfies…), ser un flâneur es un atrevimiento y una extravagancia. También un ejercicio nostálgico. Walter Benjamin distinguía al flâneur del mirón. El flâneur está siempre en completo dominio de su individualidad mientras conversa con el paisaje urbano en tanto que el mirón se olvida de sí mismo y para él, el entorno es un decorado; hoy lo encontraríamos haciendo fotos con su móvil sin parar.

En “Ronda de solos” el autor expone pormenorizadamente su amor por la música. Por ello este libro es al mismo tiempo una valiosa guía musical para los amantes del jazz: Miles Davis, Sonny Rollins, John Coltrane, Thelonius Monk, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong. Y en especial Pedro Iturralde al que dedica un capítulo en el cual describe uno de sus conciertos. “El concierto acaba pero el músico permanece” dice José Luís Carrasco al final de este capítulo, como permanecerá el saxofonista en la memoria y en el corazón de los amantes de la música.

Nos reconocemos en el autor en su conversación con las calles, con la música y consigo mismo. Nos hemos sentido así en cualquier otra ciudad y con otro leit motiv como hilo conductor. Reconocemos esa reflexión sobre la vida, sobre lo que quedará de nosotros cuando no estemos.  En la pérdida del instrumento y en la sensación de abandono en una ciudad extraña hay un esquema de nuestra propia vida y de nuestro paso por ella. Un músico sin instrumento como una vida sin objeto y que nos hace preguntarnos qué queda de un arte que es efímero, como nosotros mismo. Las tareas a las que nos entregamos cotidianamente nos distraen de esa fatalidad. Al igual que la vida, ciertos lugares son "un sitio de paso, no de permanencia donde recordar que las cosas importantes se construyen en entornos hostiles." Los recuerdos de infancia van surgiendo de ese hilo, emergiendo de la memoria como pompas de jabón que conservan imágenes en su interior y explican el primer contacto del autor con la música: “todavía no me ha llamado la música pero estoy vendido. He entrado y nunca más voy a querer salir.”

Hay algo aforístico también en bastantes momentos: “el tiempo es la materia prima del músico”, “una página en blanco puede contener el universo o la nada.” Hay muchos más ejemplos a lo largo de todo el libro.  En uno de esos aforismos encontramos una declaración de lo que probablemente el autor persigue con este libro y es al mismo tiempo una bella definición de Literatura: “Un rompeolas de palabras contra la erosión del mundo.”

 

Ramona López

 

 

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22.

23.

24.

25.

28. muy sonoro

30. privado del instrumento soy más consciente del paisaje sonoro1

32. sonny rollins

34 y 35: original mirada sobre la ciudad

37. solo de jazz, instantes encadenados

Deambular por una ciudad desconocida reflexionando. Inseguridad del extraño en un lugar. Introspectivo, reflexivo, con la música como hilo conductor y la ciudad extraña como vehículo.

42 Realmente estoy solo en un lugar desconocido. Esa soledad nace o se acentúa a partir de la pérdida del instrumento.

42. Nos reconocemos en el autor. Nos hemos sentido así en otra ciudad y con otro leit motiv como hilo conductor en su conversación con las calles y con la música y consigo mismo.
46. Reflexión sobre la vida, lo que quedará de nosotros cuando no estemos. Qué queda de un arte que es efímero, como nosotros mismos: 47: he entregado mi talento a un arte que por necesidad tiene que repetirse para seguir viviendo.
En la pérdida del instrumento y en la sensación de abandono en una ciudad extraña hay un esquema de nuestra propia vida y de nuestro paso por ella. Un músico sin instrumento como una vida sin objeto. Las tareas a las que nos entregamos cotidianamente nos distraen de esa fatalidad.
52. Al igual que la vida, ciertos lugares son "un sitio de paso no de permanencia donde recordar que las cosas importantes se construyen en entornos hostiles."
Los recuerdos de infancia van surgiendo de ese hilo, emergiendo de la memoria como pompas de jabón que conservan imágenes en su interior. Y explican el primer contacto del autor con la música. Música vida. 59: todavía no me ha llamado la música pero estoy vendido. He entrado y nunca más voy a querer salir.
62. Un rompeolas de palabras contra la erosión del mundo.
Un monólogo en el que el autor conversa consigo mismo, con la música y con la vida y con la ciudad que sirve de guía a sus pensamientos. Con el arte 70.
¿Hay conflicto? El paseante es un conflicto. Qué busca de calle en calle. Quizás el motivo de su relación con la música, conectado a algo más quizás igual de trascendental pero más primitivo, anterior: su relación con la vida.
Un conflicto muy vago que es olvidado a lo largo de la lectura: es un músico que tiene que dar un concierto pero ha perdido su instrumento.

85. La música es la disciplina de los que se comunican en silencio. Aforismo.
88. Los caminos de la vida

El libro tiene un tono demorado y poco convencional como la propia música que le inspira

91.La música es lo más parecido a entrar en la habitación de la infancia


95. El tiempo es la materia prima del músico

El músico es un flâneur

101. Y todo esto por amor
102. Ronda de solos
103. No habido epifanía
105. Epifanía

Ramona López

 

 

OJITO CON VOX

OJITO CON VOX

“Arriba España” ha sido trending topic el 20 de noviembre.

La moción de censura fallida de Vox fue muy celebrada en redes como un retroceso de la caverna. Pero ellos sabían que iba a ser fallida, no nos equivoquemos los demás. Y puesto que parte del objetivo era por un lado distinguirse de la otra derecha (a lo que ha contribuido el volantazo hacia el centro de Casado) y por otro demostrar a su electorado que son capaces de actuar contra un gobierno social-comunista, la moción cumplió su objetivo

Aunque la fragmentación de la derecha nos pueda parecer una buena noticia, esta depuración de los postulados ultras que detenta Vox puede ser una bomba de relojería en los tiempos de crisis que estamos viviendo. Dicho de otro modo: no perdamos de vista a Vox, sería un error infravalorar su potencial. Ellos lo tienen chupado. Es fácil emitir para un electorado con escasa formación y por tanto carente de capacidad crítica y de análisis. No hay burrada que no te vayan a celebrar, no hay disparate, no hay bulo o fake que no vayan a compartir alborozadamente. Cuanto más básico el mensaje y menos elaborado, mejor se va recibir y con más rapidez se va a viralizar.

El núcleo duro de su ideario es el racismo, que muchas veces no es más que aporofobia. En el miedo al otro, en el odio al otro, canalizan toda la frustración de su electorado. En Vox hay mucho cayetano y mucho pocholo cacerolo, capaz de protestar contra el gobierno subido en un Porsche descapotable conducido por el chófer, pero no son ellos la base electoral que les ha hecho alcanzar 52 escaños, su fuerza está en un electorado con poca formación y carente de actitud reflexiva y crítica. Y con esta base siempre es fácil crecer, máxime en tiempos de crisis.

A Vox solo le interesa el poder, no la democracia, pero tienen los medios que da el dinero (comunicación, influencias, infraestructuras) para convertir lo uno en lo otro, para convertir la democracia en poder. Cuando la democracia se convierte en un mero juego de dominación, que deja fuera el fair play o cualquier tipo de ética que conlleva la atención y el entendimiento del otro aunque estemos en desacuerdo, es cuando desembarca el fascismo con armas y bagajes. Lo hemos podido ver con total claridad durante los cuatro años de legislatura de Trump. El think tank de Vox se llama Fundación Disenso; como su propio nombre indica están en contra de todo por sistema, están en desacuerdo con todo aquello que fundamenta el respeto a una vida en común y que debe incluir a personas con formas de expresión diferentes, a personas de distinta extracción social, política, racial, religiosa o sexual. Solo reconocen como ciudadanos de pleno derecho a quienes son como ellos y piensan como ellos.

A  la hora de votar, lo que somos y lo que creemos ser es más importante que la defensa de nuestros intereses. Eso lo sabe muy bien la derecha y aún mejor la extrema derecha. El mensaje que emiten le da a su electorado una identidad, una casa donde se desarrolla lo que el votante cree que es su esencia: español, blanco heterosexual, católico, superior a cualquier otra raza o nacionalidad, superior a los pobres, superior a los homosexuales. Da igual que el partido al que votan lesione gravemente sus intereses porque lo que ofrece ese partido les conforta íntimamente, les da una identidad y al mismo tiempo se convierte en vector que canaliza su miedo.

En estos tiempos tan cambiantes donde la única seguridad es la incertidumbre, la tentación del autoritarismo así como del identitarismo es muy elevada y ambas las provee Vox. La suma de incertidumbre más crisis es el peor de los cócteles para la democracia y  en consecuencia, el mejor escenario para partidos ultras. Toca hacer mucha pedagogía para contrarrestar tanta taruguez.

 


¿ES TRUMP UNA ANOMALÍA?

 

¿ES TRUMP UNA ANOMALÍA?

Finalmente ha ganado Biden y respiramos con alivio. En sus cuatro años de legislatura, Trump, con su política de tierra quemada, deja un país arrasado, como no podía ser de otro modo. En este momento hay en EEUU un choque cultural en el que Trump encarna la ruptura de los consensos básicos. Ha puesto en duda la convivencia pacífica en su país, reclamando un retorno al autoritarismo suprecimacista blanco, armado y machista. Ha puesto en duda, avergonzando a sus propios asesores en salud, la existencia  de una pandemia que ha paralizado la vida en todo el planeta y de la que también él ha sido víctima. Ha puesto en duda  la división de poderes, una de las bases de la democracia, asegurándose de forma torticera el predominio conservador en el Tribunal Supremo tras la muerte de Ruth Bader Ginsburg, tribunal al que es posible que acuda para revertir su derrota. Finalmente, en una rabieta de niño malcriado que daría risa si no diera miedo, ha puesto en duda el propio sistema democrático de su país con acusaciones de fraude electoral antes incluso de que las elecciones se llevaran a cabo. Ha jugado a un juego, el de la democracia, en el que no cree pero que es el que le ha dado el poder. Y ha utilizado ese poder para dividir y polarizar la nación hasta extremos inauditos. Ese será su legado.

Pero Trump desgraciadamente no es una anomalía. Si lo fuera no le habrían votado prácticamente la mitad de los votantes. En todo caso la anomalía es la mitad de la población americana que, como el propio presidente, parece no creer en la democracia. Trump es un antisistema emanado del sistema y Biden es el sistema. Biden es el mal menor, cierto, pero ¿de verdad no tenía el partido demócrata otro candidato menos quemado por el propio sistema?

Este presidente nefasto ha encarnado a la América profunda, volcada hacia sí misma, ciega y sorda, insolidaria y armada, profundamente machista, racista y agresiva. Ha sabido recoger bien, quizás mejor que ningún otro presidente de la era moderna, una parte del carácter americano, un carácter egocéntrico y reaccionario, capaz de disparar a un negro desarmado o de ponerle la rodilla en el cuello hasta asfixiarlo, cuya imagen más poderosa sea quizás la de ciudadanos armados entrando en el parlamento de Michigan a protestar contra el confinamiento.

Trump a su modo retorcido, ha ganado. Ha ganado puesto que después de una legislatura cargada de agresividad, infantilismo, testosterona y decisiones disparatadas ha mantenido el apoyo de casi la mitad del electorado. Sus votantes quieren acabar con un sistema que creen que no les favorece o no les representa, quemando todo a su paso, pues tal es la propuesta de Trump. Durante la carrera electoral le hemos visto lanzando consignas en las que cargaba contra esos burócratas de Washington. Si no tuviéramos su imagen grabada en la retina hubiéramos imaginado a un negro del Bronx con la gorra hacia atrás. En su rabia fingida contra el stablishment, al que él mejor que nadie representa, recoge los votos de los más pobres, de los más desfavorecidos, de los que sufren más que nadie el abandono del sistema y que, incapaces de un análisis mínimamente racional, creen estar representados por esa rabia y esa agresividad. Su propuesta política se llama populismo, una propuesta que triunfa en tiempos de crisis.

Este sujeto nefasto ha llegado a reclamar que se dejen de contar votos en pleno escrutinio electoral, cómo calificar esto si no es de fascismo. En el resto del planeta no deberíamos estar sorprendidos por este giro de guión al que tan acostumbrados nos tiene Trump y que ha sido parte de su éxito. Hemos observado  los acontecimientos conteniendo la respiración, conscientes como somos de la debacle planetaria que hubiera supuesto una segunda legislatura de este energúmeno tiránico, enfrentado también contra toda política medioambientalista. Pero quienes más le hubieran sufrido de haber vuelto a ganar, ya le han dado su voto, que aunque no le ha servido para mantenerse en el poder, servirá desgraciadamente para dejar sembrada una herida en el país que tardará mucho tiempo en restañarse.

MENSAJES SUBLIMINALES EN LA MOCIÓN DE CENSURA

 

MENSAJES SUBLIMINALES EN LA MOCIÓN DE CENSURA

La moción de censura de Vox y los discursos emitidos en el Congreso de los Diputados darían para un artículo de ocho folios por las dos caras y con notas a pie de página. Ha habido de todo (y nada bueno): palabras gruesas, mentiras, insultos, disparates y para culminar un “Viva el rey” de Vox que le ha debido hacer mucha gracia a Felipe VI. Pero hoy nos vamos a quedar con los mensajes subliminales porque han también sido un filón.

Uno de los pasajes más tristes y escalofriantes del magnífico libro de Carson McCullers “El corazón es un cazador solitario” es ese en que un abuelo negro (cuyo hijo ha perdido los dos pies debido a la brutalidad racista de la cárcel) dice que cuando esté frente al Buen Dios con su gran familia le pedirá que los convierta a todos en blancos. Ese es el deseo que subyace en la frase del diputado de Vox de origen ecuatoguineano Ignacio Garriga cuando dice “en mi partido siempre me han tratado como si fuera una persona normal", de lo que se sigue “sin serlo” porque se admite de forma tácita que una “persona normal” es una persona blanca. El subconsciente es lo que tiene, que funciona en automático. Hay un íntimo desprecio a la propia raza en el hecho de militar, siendo mulato, en un partido racista por definición como lo es Vox, que aplaude todos y cada uno de los disparates de Trump, supremacista blanco por antonomasia. Un partido que te utiliza, además, para blanquear paradójicamente su racismo.

Por si esto no fuera suficiente Abascal habla de acabar con los “estercoleros multiculturales”. La última vez que alguien tuvo una gran idea como esa en Europa empezó por invadir Polonia, no lo olvidemos. La multiculturalidad debería ser una aspiración de cualquier partido democrático, que evidentemente no es el caso en Vox.  La multiculturalidad se basa en promocionar la convivencia pacífica de gentes de distintos orígenes, religiones y culturas, algo imprescindible en este mundo diverso y globalizado en el que vivimos. El impulso de acabar con la multiculturalidad solo tiene un nombre y es fascismo. Lo contrario de la multiculturalidad es la raza única con una única cultura, fin que perseguía denodadamente el nazismo, con el resultado que todos conocemos. Se les cuela el subconsciente por todos lados. Aluden para reforzarse a otras fuerzas y partidos patrióticos en Europa que defienden, como ellos, la cultura única. Esos partidos a los que no mencionan son los partidos fascistas, a los que en otros países el resto de fuerzas conservadores cuidan mucho de mantener a distancia. No así en España donde el partido popular cogobierna cómodamente con ellos en muchas autonomías y ayuntamientos.

La tarea de Casado ha sido complicada: le era imposible apoyar un discurso tan delirante como el de Vox en el que ha atacado tanto a la UE como a las autonomías, pero al mismo tiempo es consciente de que el mensaje de este partido es el mismo que manejan los votantes del Pp cuando ya no tienen filtro; no por nada llama Rufián a Vox “el partido del cuarto cubata”. Al mismo tiempo su objetivo es desgastar al gobierno, objetivo que ha llevado a Vox a esta moción de censura destinada al fracaso. Después de meses de compartir con el PP un espacio político extremista, Abascal ha elaborado un mensaje más allá de lo ultramontano con la idea de erigirse como líder indiscutible de la caverna dejando fuera a lo que Losantos llama la “derechita cobarde”. Para ser justos una cosa sí hay que agradecerle a Abascal: va a conseguir por primera vez en nuestro país que la derecha se fracture. Mira, algo es algo.

 

domingo, 18 de octubre de 2020

DONDE DICE “MENAS” PONGA USTED “NIÑOS”

 

DONDE DICE “MENAS” PONGA USTED “NIÑOS”

Un grupo neonazi se reúne en San Blas para hostigar frente al piso en el que viven a un grupo de menores no acompañados, “menas” según su acróstico, tutelados por la Comunidad de Madrid. Bien. Como el lenguaje es un arma que crea y destruye mundos, la sola palabra “mena” se ha cargado de connotaciones negativas, convirtiéndose en sinónimo de pequeño delincuente, agresor, ladrón, ratero, violador. Se pueden seguir añadiendo sustantivos, pero creo que ya tenemos el concepto más o menos acotado. Menor, aplicado a una persona, en castellano significa “niño/a”. Ahora, tome usted las consignas coreadas por estos ciudadanos ejemplares y donde pone “menas” ponga usted “niños” (de niños se trata, en situación de intensa vulnerabilidad además, puesto que carecen de familia). Este es el resultado:

Puto niño

Fuera niños de nuestros barrios

Ni un puto niño en San Blas

Madrid será la tumba de los niños

Se trata de una manifestación neonazi: brazos en alto, símbolos ultras, consignas racistas,  sin embargo según El Mundo son “vecinos de San Blas manifestándose”. Otro ejemplo de cómo el lenguaje cambia la realidad para adaptarla a los intereses del emisor del mensaje.  Así trata el periódico este episodio. Cuando el ascenso de la ultraderecha sea imparable nos preguntaremos cómo ha podido pasar.

sábado, 17 de octubre de 2020

¡VIVA EL REY!

 

¡VIVA EL REY!

Al monarca residente le ha salido club de fans. Bueno, estaba latente, pero ahora se han venido arriba. Un sencillo ¡Viva el rey! en un vídeo con ciento ochenta y tres participantes. Interminable, oye, con un poco de suerte antes de que te termines el vídeo ha llegado la Tercera República. El grupo promotor  del vídeo se llama “Libres e iguales”. Libres como libertad tuvimos en su día para decidir si monarquía o república, iguales como igualdad disfrutamos del rey para abajo.

El vídeo nos ofrece varios momentos estelares:

-          Un  Arcadi Espada al que parece que se le ha caído el móvil al váter mientras profiere un desganado “sí, claro, viva el rey”, en plan “ah, sí, venga, que viva…”.  Pero Arcadi, ¿es que no tienes community manager con lo influencer que tú eres, chaval?

-          Toni Cantó blandiendo el puño mientras arenga que lo progresista y lo revolucionario es decir “Viva el Rey” que ya no sabe una si está defendiendo al rey o conduciendo al pueblo a la Bastilla.

-          Tamara Falcó que palmea muy contentica y que conociéndola no sabes si en su caso lo de “Viva el rey” va por el Rey León, por el rey del Rock o por Lorenzo Lamas, el rey de las camas.

-          Belén Esteban que está muy bien en su papel de defender al estamento del que procede.

-          Un espontáneo con una empanada mental que ni Ayuso: “porque creo en el republicanismo de verdad, viva el rey”.

-          Echo en falta a Arturo Pérez-Reverte. Debía estar defendiendo el palacio de invierno del ataque bolchevique.

Luego os quejáis porque sois unos descreídos pero estos monárquicos nos están dando momentos inolvidables.

viernes, 9 de octubre de 2020

EL CONSENTIMIENTO

EL CONSENTIMIENTO

Cuatro franceses que estaban haciendo turismo en Sevilla violan a dos chicas de quince y dieciséis años en estado de embriaguez.  Una mujer policía explica el caso en televisión y se esfuerza  mucho por aclarar que NO hubo consentimiento. ¿Por qué se esfuerza? ¿Por qué tiene que aclararlo? ¿Acaso no está claro?: ellas son dos adolescentes  en estado de embriaguez y  se encuentran en el piso de ellos, que son mayores de edad y las superan en número. Pues hay que aclararlo porque el espinoso tema del consentimiento sigue siendo materia de discusión. Sería pura cuestión de sentido común tal y como se presentan los hechos, pero el patriarcado presiona en sentido contrario: a lo mejor ellas consintieron, quizás iban provocando y fueron ellas las que propiciaron el encuentro, en cuyo caso, incluso si han sido violadas, son ellas las culpables. Estaban bebidas y para el patriarcado una mujer inerte es una ocasión para un cómodo asalto sexual (hay infinitas bromas, chistes, filmes de mal gusto que corroboran este principio). Como están ausentes no pueden decir que no y si no dicen que no, entonces es claramente que sí. Incluso cuando es no puede ser , según este criterio. La cuestión es tan perversa que puede la mujer estar muerta y haber consentido.

No se conformaron con violarlas, también lo grabaron en video. Hasta la eclosión de las redes sociales el porno se hacía, digamos, a nivel profesional; ahora se puede llevar a nuestra vida cotidiana. El porno es el márketing de la prostitución y si hasta ahora las violaciones grupales se daban en puticlubs de forma consentida (la mujer en situación de prostitución consiente, puesto que cobra), ahora esas mismas violaciones grupales se pueden llevar tranquilamente a la calle. Y el trivial tema del consentimiento se deja a criterio de los jueces y de la opinión de cada cual. En la violación de La Manada un juez y parte de la población vieron consentimiento (jolgorio decía el juez). Este es un ejemplo muy válido de hasta qué punto la prostitución nos iguala a las mujeres convirtiéndonos a todas  en prostitutas potenciales. Lo único que nos separa de esas mujeres que el patriarcado pone a disposición de cualquier hombre es el consentimiento, que, como hemos dicho antes, es una cuestión que depende del criterio de cada cual. Por eso la mujer policía se esfuerza, con la mejor de las intenciones, en aclarar que no hubo consentimiento.

Tradicionalmente el sexo ha sido siempre una prerrogativa y un privilegio de los hombres. Las mujeres debían carecer de deseo sexual. En mayo del 68 se revisaron los principios relativos a la sexualidad y se extendió la idea de que toda práctica sexual es afirmativa y liberadora. Fue un momento político poliédrico algunos de cuyos postulados ahora se ponen en cuestión. Uno de los aspectos revisados es el papel de las mujeres en aquellos años. Dice el historiador Philippe Artières, " En Francia no hubo una liberación sexual en 1968, era una sociedad extremadamente machista, en la que se esperaba que las chicas prepararan los sandwiches mientras los chicos protestaban". La mujer liberada del mayo del 68 es una que siempre está dispuesta al sexo. En realidad esa es la mujer que reclama la fantasía masculina del machismo. Ni siquiera se llega a plantear el tema del consentimiento porque ellas siempre quieren. Esa idea ha sido recogida, replicada y ampliada por el neoliberalismo, un neoliberalismo transversal que todo lo coloniza y que se expresa en el tipo de ocio, en el modelo de mujer, en la música, en la publicidad. El tema del consentimiento, repetimos,  nunca se ha planteado seriamente. No ha estado en la agenda.

Y así nos encontramos con la violación de La Manada, en la que aún se discute si hubo o no consentimiento y con la violación de esta pasada semana, donde hay que dejar claro, porque siempre hay dudas, que dos niñas ebrias de quince y dieciséis años no consintieron en su violación por parte de cuatro hombres, porque mostraron resistencia.  Con lo fácil que es: no es no, sólo sí es sí.

 


COVID: VUELTA A LA CASILLA DE SALIDA

 

COVID: VUELTA A LA CASILL A DE SALIDA

 

Durante el confinamiento hubo quien se preparó mentalmente para el final del encierro y se entrenó como una botella de gaseosa dando botes: se va a enterar la cuarentena cuando me suelten, me voy a atornillar a una barra de bar y me van a tener que separar con pico. Efectivamente, ha habido peña que ha salido de la cuarentena como una Casera bien agitada, boom, en tropel, a llenar bares, discotecas, playas, plazas de toros... La desescalada fue desbandada y todo lo que vino después estuvo a la misma altura.


Ahora llega septiembre con cifras de contagio que dejan pequeñitas las de marzo. Somos los fucking amos, los campeones de la Covid Champions League. Nos miramos unos a otros y nos decimos: ¿Qué ha pasado? Pues ha pasado que nos pensamos que lo del confinamiento era un periodo de penitencia y que cumplida la expiación de nuestros pecados podíamos volver ya purificados a una nueva normalidad que era una réplica exacta de la vieja. Y no. Resulta que no. Resulta que el virus no venía con una maletita para pasar un fin de semana entre nosotros y luego largarse  como creímos al principio, sino con un camión de mudanzas con perro y suegra y que la casa que ocupa  no es alquilada sino que ha firmado una hipoteca a cincuenta años. Ya podemos ir haciéndonos a la idea.

No ha bastado con que una mayoría de la población haya hecho un enorme esfuerzo para mantener a raya esta enfermedad fría que nos impide tocarnos y haya respetado las normas porque basta con que unos pocos se paseen con la mascarilla colgando de una oreja, se junten sin ton ni son en plazas de toros abarrotadas o en botellones descontrolados, viajen a su pueblo a pesar de haber dado positivo en Covid, para que septiembre vuelva a ser marzo, en un día de la marmota exasperante.

 

La imprudencia, todo hay que decirlo, también tiene sesgo politico. Hay una correlación entre la indiferencia y/o la negación de la pandemia y el interés por el beneficio neto. El negacionismo, no lo olvidemos, es cortoplacista y pone la economía por delante de la salud. Ahí están los trumps y bolsonaros del mundo para demostrarlo. Hay politicos para quienes los viejos son un lujo vintage del que debemos prescindir. Luego están los happyflowers de la vida que prefieren cerrar los ojos que enfrentarse a la realidad y si hay algo en el aire que interfiere con su concepción de un mundo de abracitos y corazones, niegan sus existencia y conflicto solucionado.


Ahora que parece marzo otra vez tenemos que organizar en  nuestra cabeza un itinerario para vivir en este campo de minas vírico y echar mano de los stocks de prudencia que tengamos. Si leemos correctamente los mensajes que la pandemia nos está mandando, comprenderemos que esto no se pasa en cuatro días. No debíamos haber dado lugar a comprobar dolorosamente lo que era evidente desde el principio: teniendo en cuenta que una sola persona en Wuhan, China, ha puesto en marcha esta debacle planetaria, ¿Cómo podemos pretender que el virus haya huido con armas y bagajes porque hayamos estado encerrados dos meses? No, no ha huido, se ha quedado agazapado en nuestro portal y ahora lo que nos toca es extremar la prudencia. Prudencia, cautela y disciplina que para hacer el tonto ya tenemos a unos cuantos que parece que durante la cuarentena han tenido un brote. Cómo llamaríamos si no a la recomendación de Trump de beber lejía, a los twits enloquecidos de un Miguel Bosé  que parece Rasputín (¡vamos a morir todoooos!), al acto de José Luís Mendoza advirtiéndonos de que las fuerzas del mal nos van a instalar un chis o al obispo Cañizares afirmando que la vacuna se fabrica con fetos abortados y es obra del diablo.

 

Que 2020 se nos está quedando como para enmarcarlo y ponerlo encima de la chimenea ya no hay quien lo ponga en duda y para demostrarlo septiembre vuelve a ser marzo.

 

MÁS MUJERES, MÁS JUSTICIA

 

MÁS MUJERES, MÁS JUSTICIA

 

L a foto que acompaña este texto es la de la apertura del año judicial 2019-2020 en España, todo hombres, como se puede ver. En la apertura del año 2020-2021 afortunadamente ya hay dos mujeres algo que,  aunque insuficiente, pues seguimos estando infra representadas, supone un tímido avance con respecto a años anteriores. Pero la realidad es que durante demasiado tiempo esta ha sido la imagen oficial de la justicia en nuestro país: ni una sola mujer. Este hecho  es aún más doloroso si tenemos en cuenta que en esta profesión existe una mayoría de juezas: el  53,9%. Ya hay en nuestro país más juezas que jueces y a pesar de ello, han tenido dificultades para llegar al Tribunal Supremo. Aquí tenemos el fiel reflejo de una justicia masculinizada en la que el testigo del poder pasa de un hombre a otro. Si alguien cuestiona la existencia de un techo de cristal, esta foto es una demostración empírica. Demuestra también que no ha habido en España voluntad política por corregir una asimetría que afecta a uno de los pilares básicos de toda democracia como lo es la administración de la Justicia. Todo ello a pesar de las recomendaciones internacionales que animan a corregir estas desigualdades  promoviendo acciones que favorezcan el acceso equilibrado dentro de la carrera judicial. Si no se hace así, nuestro texto constitucional no será más que papel mojado.

La presencia residual de las mujeres en el ámbito del poder judicial expresa una falta de democracia paritaria. Es evidente que la calidad de la justicia se ve afectada por este desequilibrio que ha sido una constante durante toda la historia de nuestra democracia.  Este hecho tiene  “un efecto multiplicador porque las sentencias del Tribunal Supremo se integran en el “ordenamiento jurídico” por la vía de la jurisprudencia, vinculando a más de 5000 jueces y juezas de todas las jerarquías y jurisdicciones”, según un comunicado de la Asociación de Mujeres Juezas de España, cuyo  lema da título a este artículo.

Este desequilibrio tiene su reflejo en sentencias como la de La Manada, ampliamente contestada en las calles, en la que una interpretación sesgada de la justicia ha tenido dificultades para ver violación en el asalto sexual a una joven por parte de cinco hombres. Si en el conjunto de la judicatura no está correctamente representada la experiencia humana, femenina y masculina, es difícil que se imparta una justicia que merezca tal nombre.

En un mundo globlalizado como este, la falta de paridad en la judicatura no existe sólo en España, por desgracia. Este sábado ha muerto la jueza estadounidense de origen ucraniano Ruth Bader Ginsburg, segunda mujer en la historia de su país en ser  designada para el Supremo. Ella ha sido un referente en el mundo de la justicia y dedicó toda su carrera a la lucha por la igualdad legal de género  y a los derechos civiles. Ruth Bader Ginsburg (conocida por sus iniciales R.B.G.) formaba parte de la Corte Suprema estadounidense, constituida en este momento por cinco jueces conservadores y cuatro progresistas. Se trata de un puesto vitalicio y el vacío que deja su muerte debe ser ocupado por otro juez o jueza, cuyo nombramiento depende de Donald Trump, con quien la jueza tuvo serios encontronazos (ella le tildó de “farsante”, comentario del que tuvo que retractarse públicamente). Hay razones para temernos lo peor.  Recordemos aquí que Trump consiguió durante su mandato que dos jueces conservadores accedieran a la Corte Suprema, uno de los cuales,  Brett Kavanaugh, estaba acusado de abusos sexuales. Este juez compartía puesto en el Tribunal con Ruth Bader Ginsburg: una jueza feminista junto a un juez bajo sospecha de abusos sexuales. No se nos ocurre ejemplo que exprese mejor hasta qué punto es imprescindible una presencia paritaria en el ámbito de la judicatura. Una justicia desigualmente representada no es justicia.

 

 

martes, 25 de agosto de 2020

MANIFA ANTI MASCARILLA

 

MANIFA ANTI MASCARILLA

El pasado 16 de agosto se manifestaron en Madrid unos 2.500 ciudadanos en contra de las mascarillas y en contra de algo que llaman “plandemia”. Yo me pregunto, los que no creen en la enfermedad ¿también enferman?, ¿o quizás no? Porque sería casi poético enfermar de una enfermedad en la que no crees y que con tu inconsciencia has contribuido a extender, para mal tuyo, de tu familia y de tus conciudadanos, porque, claro, tu libertad es mucho más importante que la salud de todos, dónde va a parar, que nadie te quite tu sacrosanta, tu egoísta, tu jodida libertad de ir sin mascarilla. Si enferman, ¿van a los mismos hospitales y reciben el mismo trato y el mismo tratamiento que quienes sí creemos en la enfermedad y tomamos las medidas oportunas para no contagiar ni ser contagiados? Por supuesto que sí porque, afortunadamente, tenemos sanidad universal, una sanidad que también atiende a idiotas conspiranoicos sin hacer preguntas. Es la belleza paradójica de la democracia.

Dicen que las mascarillas matan y que el Covid es un invento…  Este es un claro ejemplo de que la gente se cree lo que le da gana. Si las mascarillas mataran significaría que contamos con una plantilla de personal sanitario muerto desde hace décadas, los auténticos walking dead. Los negacionistas deciden auto convencerse de que las mascarillas matan para no tener que usarlas y de que el Covid no existe para sortear el miedo que genera la pandemia: cierran los ojos y el problema ya no existe.

¿De dónde sale tanto covidiota?, ¿cómo se informan, qué tienen en las cabezas? Son ricos, pobres, de izquierdas, de derechas, analfabetos, universitarios, todos, todos coinciden en negar una enfermedad que ha paralizado el planeta. Su discurso es una extrañísima mezcla que culpa al gobierno de muertes por una enfermedad, al parecer, inexistente, de la paralización de la economía, de negarnos los abrazos y de borrarnos medio rostro con una mascarilla. Claman por sus derechos y por SU libertad y dicen que esto no es una pandemia sino un genocidio, porque, por lo visto alguien tiene mucho interés en matarnos poco a poco. En un cóctel de datos fake chiripitifláuticos suenan juntos George Soros, Bill Gates, el 5G y un microchis alienante que irá incorporado a la vacuna. Y se empeñan en que quienes estamos desinformados somos todos los demás.

 Las teorías conspiracionistas son fáciles de creer porque reconfortan, dan una explicación más que sencilla, maniquea, de lo que pasa a nuestro alrededor, de lo que acontece en el mundo: hay un malo (o grupo de malos) que gobierna el planeta desde Spectra, generando todo tipo de maldades para dominar el mundo y convertirnos en esclavos. Pero yo que soy muy listo, lo he descubierto. El resto de conciudadanos están atontados/abducidos por la información oficial. Venga ya, si es el argumento de casi cualquier súper producción de Hollywood.

El ser humano no es un buscador de verdad sino un dador de sentido. Mientras la explicación que yo me doy a mí mismo, como individuo o como grupo, para confortarme coincida con mis filias y fobias y tenga una mínima coherencia (e incluso sin tenerla), no necesito la evidencia para nada, los hechos constatados suelen ser más un estorbo que otra cosa. De manera que la alarma, las cifras de muertos, la paralización social y económica del país son un trampantojo para convertirnos a todos en esclavos y robarnos la identidad. Pero, ¿para qué iba nadie a molestarse en crear una enfermedad mortal e infectar con ella a todo el planeta con la intención de generar después una vacuna con la que inocularnos un chis que nos controle? Si ya llevamos encima de forma permanente un chis voluntariamente aceptado en el interior de nuestros ordenadores, tablets y móviles, que no soltamos ni para ir al aseo. Decimos: nos escuchan a través del móvil, nos espían. No, qué va, más fácil: dejamos un rastro a través de redes que hasta Torrente sería capaz de seguir. No hay cookies a las que no demos “acepto” para que no se interrumpa nuestro entretenimiento.

 Y luego hay quien se pone estupendo con las mascarillas, qué se habrá creído el gobierno, a mí no me dice nadie cómo tengo que salir a la calle. Quienes ven la mascarilla como una represión de SU libertad son incapaces de interpretarla como lo que es, como una expresión de solidaridad: yo la llevo para no contagiarte, tú la llevas para no contagiarme.  Ojalá no fuera necesaria, pero mientras la necesitemos, por favor, cuidemos de los demás y de nosotros mismos. Por educación, por solidaridad, por ternura.

 

EXPLOTACIÓN Y RACISMO

 

EXPLOTACIÓN Y RACISMO

Eleazar Benjamín Blandón, nicaragüense, murió en Lorca hace unos días tras una jornada doble de trabajo, mañana y tarde, con una temperatura de 44 grados. Fue abandonado inconsciente en la puerta del centro hospitalario, en un acto inhumano y vergonzoso, donde poco después falleció debido al estrés térmico. Este ha sido el final, tras meses de trabajo en durísimas condiciones; pero no tenía opciones: carecía de apoyo familiar, de dinero y de papeles. Estaba, literalmente, a merced de sus empleadores. Ahora, la situación laboral a la que estaba sometido está siendo investigada, pero ha tenido que haber una muerte para que eso suceda.

Para que se produzcan este tipo de hechos sin que como reacción haya poco más que comunicados de enérgica repulsa, es necesario que se den unas condiciones previas.

Hay una conexión directa entre racismo y explotación. El racismo crea las condiciones para que la explotación sea posible, condiciones que consisten básicamente en despojar de valor a los individuos. Es algo que también se da en el clasismo, pero en el caso del racismo hay otra vuelta de tuerca  ya que enfrenta a unos trabajadores con otros, nacionales y extranjeros, como si su explotación fuera distinta, como si no se tratara de un mismo sistema que usa y abusa de las personas, independientemente de su raza y origen. Los trabajadores nativos están convencidos de que tienen un plus sobre los inmigrantes. Es el racismo el que persuade a las clases más bajas de que el enemigo es el extranjero porque no es su igual sino su oponente, el que pone en peligro su puesto de trabajo y el sostenimiento del sistema social del país. Quienes generan y difunden este discurso saben perfectamente lo que hacen pues se trata un marco de ideas que produce beneficios económicos para los grandes empresarios de la agroindustria, entre otros. La desvalorización pasa por varias etapas (extrañamiento, hostigamiento, negación de papeles), hasta reclamar que se les eche del país. En realidad los beneficiarios de este sistema no quieren que se vayan, porque quién recogería entonces los melones en agosto a 44 grados en jornadas de diez horas a cambio de un salario de 30 euros, pero pedir que sean expulsados forma parte del necesario clima de hostilidad hacia los inmigrantes. Es necesario que siga siendo una masa laboral perseguida, hostigada y en condiciones de irregularidad, incapaz de negociar sus condiciones y que no podría denunciar una situación injusta, llegado el caso. En resumen: es preciso que permanezcan en una situación de intensa vulnerabilidad social que les haga susceptibles de aceptar casi cualquier trato laboral.

Se dice simultáneamente que los inmigrantes les roban el trabajo a los españoles y que los españoles no quieren trabajar. No es que los españoles no quieran trabajar, es que no quieren trabajar en condiciones de indignidad. No, no somos iguales y para que esa desigualdad laboral siga naturalizándose es necesario que la percepción de los aspirantes al trabajo también sea desigual. El racismo cumple una función legitimadora de la desigualdad. Si no tienen el mismo valor no pueden tener los mismos derechos, no pueden cobrar igual, no pueden disfrutar de las mismas condiciones de trabajo. El hecho de que se trate de extranjeros, en muchos casos en situación irregular (no tener papeles equivale a no tener derechos) los invisibiliza socialmente, provocando entre la población nacional indiferencia cuando no rechazo. El pantón del color de piel también es un marcador del valor: cuanto más oscuro más devaluado. Y como siempre hay un escalón por debajo, cuando esa mano de obra es femenina, a esa explotación se añade el acoso o directamente el abuso sexual, como se vio entre las temporeras de la fresa en Huelva.

El discurso racista, por lamentable y ridículo que nos parezca, no es ni absurdo ni vacío, obedece a una lógica precisa y genera frutos que son recogidos por los explotadores. Para que la explotación laboral sea posible sin que haya un estallido social, es necesario devaluar a los trabajadores y esa es la labor del racismo. El racismo es la estrategia de márketing de la explotación.

 

LA CULTURA DE LA VIOLACIÓN

 

LA CULTURA DE LA VIOLACIÓN

 

La violencia contra las mujeres y sus variadas expresiones, violación incluida, se integra en un marco cuyas características más sobresalientes son la normalización y la invisibilidad. Cómo si no se explica que la frase “eres tan fea que ningún hombre se molestaría en violarte” y otras por el estilo no nos resulten extrañas. Ese exabrupto lo profirió Bolsonaro en el parlamento brasileño y es sólo un ejemplo de las muchas manifestaciones de la cultura de la violación.

La frase “eres tan fea que no mereces ser violada” certifica que una de las características de ser mujer es la violabilidad y que esa violabilidad se alcanza a base de esfuerzo y tesón, de dedicar tiempo y energía a estar guapa y deseable. Si no eres violable es porque no te esfuerzas, porque eres vieja o fea o, peor aún, un marimacho.

La violencia enseña una lección y la violación una lección muy específica. Por poner un ejemplo, en la Guerra Civil, las mujeres eran susceptibles de ser violadas por un bando o por otro; la Guerra, da igual dónde ocurra, siempre es contra las mujeres. Millán Astray animaba a las tropas a violar republicanas para enseñarles lo que era un hombre de verdad. Ahí hay un propósito pedagógico. Los republicanos que violaban monjas enseñaban una lección parecida. La violencia ejercida por los hombres nos iguala, nos hace a todas las mujeres una sola mujer. De un bando o de otro, merecedoras todas de la misma violencia. Rodeadas de violencia y con miedo a la violencia porque no hemos sido educadas en ella sino en el temor a ella.

La violencia cumple para el patriarcado un doble objetivo: por una parte, muestra a las mujeres cuáles son los límites, porque las mujeres no somos libres de andar por donde queramos, cuando queramos y como queramos; los hombres sí.  Para el patriarcado, los violadores son los perros terribles que pastorean el rebaño que pertenece a todos los hombres. Por otra parte, esa violencia muestra a los hombres cómo son o cómo deben ser los verdaderos hombres. Es la expresión máxima de una fratría que se manifiesta de muchas maneras.

Imaginemos a un hombre adulto,  de izquierdas,  respetuoso,  feminista,  tiene hijas, hermanas,  madre, pareja, compañeras. Acoge con respeto las reivindicaciones de las mujeres,  acude a manifestaciones,  se esfuerza honestamente por reducir el nivel de desigualdad.  Al mismo tiempo tiene un grupo de WhatsApp de compañeros de trabajo, en el que está más de oyente que otra cosa. En ese grupo se comparten vídeos, fotos,  memes, de un tipo de porno breve,  blando o duro,  realmente ofensivos contra las mujeres.  Él piensa que sus compañeros son muy brutos, pero no dice nada. La fratría masculina es más fuerte que su voluntad. Él,  que le afearía la conducta a cualquier hombre que compartiera mensajes racistas, violentos o fascistas,  sin embargo calla ante estas bromas entre hombres. 

El lugar donde esa fratría se convierte en ritual y adquiere corporeidad es el puticlub, donde los hombres se reconocen y celebran que no son mujeres,  esos seres inferiores.  Es en el burdel donde se refuerza la identidad masculina patriarcal. Si pensamos en la hazaña de La Manada, no se me ocurre lugar donde se pueda ensayar mejor una violación grupal (una coreografía complicada) que en un puticlub.

Hay otro aspecto fundamental relativo a las relaciones sexuales: el consentimiento. Tan atrasados estamos en este tema, que aún se está definiendo su significado. Hasta ahora (un ahora que casi incluye el día de hoy), se entendía que todo lo que no fuera un “no” era un “sí”, e incluso cuando las mujeres decíamos que “no” también queríamos decir que “sí”, lo cual equivale a una completa anulación de la voluntad de las mujeres. El lema “sólo SÍ es SÍ”, tan sencillo y claro, tan fácil de entender, es tan reciente que hay que repetirlo muchas veces para que se integre en el imaginario colectivo.

La violencia contra las mujeres es un problema de toda la sociedad y los hombres deben tomar partido, no se pueden quedar en la orilla, como espectadores de un problema que no les atañe. La cuestión de fondo es que la sociedad patriarcal acepta un porcentaje de violencia que mantenga a las mujeres bajo control y hasta que el mensaje no sea que las mujeres deben ser más libres, hasta que esa violencia en todas sus expresiones no sea rechazada por completo por hombres y mujeres, en una reivindicación donde los hombres asuman también un papel activo, ni seremos libres nosotras ni será libre la sociedad.

 

 

               

 

 

 

domingo, 26 de julio de 2020

LA MUJER FRAGMENTADA



LA MUJER FRAGMENTADA


Reside en el cuerpo de muchísimas mujeres un malestar casi permanente, que nos hace mantener una lucha interna inacabable. Nuestro cuerpo, independientemente de cómo sea, es percibido por nosotras mismas con demasiada frecuencia como susceptible de mejora, incompleto, defectuoso. Ni siquiera la Coronacrisis y la cuarentena han dado un respiro, bien al contrario: desde los distintos medios y redes sociales se proponían con insistencia durante el confinamiento diferentes modos de mantenerse en forma dentro de casa, influencers dando consejos, deportistas mostrándonos el camino a seguir, el camino a la felicidad que por lo visto reside en un cuerpo perfecto, si es que tal cosa existe, y para cuya conquista no es excusa un tiempo detenido, un momento de pausa como podía haber sido este encierro. Nadie duda de que el deporte es salud y que es importante el ejercicio físico, a menos que se caiga en un exceso maniático que lo neurotice, dando toda la importancia al aspecto físico y ninguna al bienestar psíquico. En demasiados casos se vincula la felicidad al hecho de tener un (imposible) cuerpo perfecto y esto ocurre sobre todo a las mujeres, al cuerpo de las mujeres, un cuerpo que en la intersección entre patriarcado y capitalismo se presenta fragmentado.

Ha sucedido en todas las épocas, este malestar no es nuevo pero sí que adquiere nuevas formas conforme avanzan los tiempos. En el actual modelo patriarcal de dominación masculina la mujer es fragmentada física y mentalmente: se aprovechan las partes fáciles de consumir y se descartan, reprimen y/o anulan las partes incómodas.  El hombre sin embargo es concebido como individuo integral: gordo, flaco, joven, viejo, infantil o maduro, su multiplicidad es aceptada como normal y conveniente. Sin embargo la mujer ha de ser: delgada pero con enormes pechos, con aspecto infantil pero con libido de adulta, joven eterna hasta un punto ridículo y a ser posible no muy inteligente, y si lo es, al menos que no se le note. Y, por supuesto, que no hable mucho (hay un regaetton cuyo estribillo dice: “quiero una mujer que no diga ná, ná, ná”). Se busca una muñeca con vida, irreal y moldeable. Es un modelo de mujer que parece el fruto de la proyección fantasiosa de un adolescente. Esta fragmentación causa a las mujeres que se someten a ese juego para triunfar un gran sufrimiento físico: operaciones quirúrgicas, dietas absurdas, gimnasio, rayos uva. Y también sufrimiento mental pues estar dentro de la norma  supone renunciar a aspectos de crecimiento personal: se exige ser acrítica, complaciente, sufrida y sumisa. Es la mujer ideal tanto para el patriarcado como para el capitalismo, esa alianza nefasta: aniñada y con grandes pechos operados, grandes labios también operados, que obedezca y esté siempre lista para el sexo, que no discuta y que esté siempre guapa .Todas iguales como si viniéramos en un único envase, lo que se sale de ese calibre, color y forma es descartado, en una especie de fordismo aplicado a los cuerpos. El sufrimiento es tanto para las mujeres que se ajustan a la norma (por los sacrificios que deben hacer para ajustarse a ésta) como para las que están fuera de la pauta pues son puro material de desecho: gordas, mayores, con gafas, desgarbadas, planas, quedan fuera del canon del triunfo. Recordad: sin tetas no hay paraíso.

Se nos exige un enorme esfuerzo para estar físicamente a la altura de lo que se espera de nosotras, esfuerzo que sin embargo no se reclama a los hombres. Vemos muy a menudo a mujeres estupendas al lado de hombres que parecen orcos. Ellos pueden tener sobrepeso, años, canas, arrugas, y no pasa nada. A la inversa es inconcebible, en las mujeres es imperdonable no estar perfectas. Y por mucho que nos esforcemos, en nosotras siempre hay un error, un defecto, una desviación, algo que corregir: estamos en permanente proceso de construcción, como si estuviéramos inacabadas.






EL NUEVO MIEDO


EL NUEVO MIEDO

La columna vertebral del miedo, su espinazo, es lo desconocido. Lo desconocido nos sacude y nos desestabiliza de un modo mucho más profundo que los horrores cotidianos.
En estos momentos nos encontramos como humanidad frente  a uno de los escenarios más inquietantes: nos enfrentamos a un enemigo invisible pero implacable. Puede estar en el carro del supermercado o en el abrazo del amigo, puede estar en el paseo o en el viaje, en la gestión bancaria o en el colegio. Puede estar en el extranjero (sobre todo en el extranjero) o en el familiar, en tu hijo o en el inmigrante, a diez mil kilómetros o en la puerta de tu casa. Todo es sospechoso de contener el virus temido. Todos somos sospechosos de transportarlo y transmitirlo.
Y no nos deja más alternativa que recluirnos y guardar las distancias, nosotros, seres gregarios, que necesitamos los ojos del otro para construir nuestra identidad, para justificar nuestra vida, para sentir que somos lo que somos: humanos.
Se siente la nostalgia de la vida de antes, la de los miedos menos complejos que este, cuando podíamos viajar sin restricción alguna, ver a los amigos y a los compañeros de trabajo, a los colegas, a los familiares. Cuando podíamos pensar que vivíamos una vida común y corriente, con lo que tiene de anodino pero de tranquilizador. Nos atraviesa el miedo de no poder recuperar la vida de antes. Nos sacude la incertidumbre.
Nuestra lista de miedos se ha adaptado a los nuevos tiempos (el miedo debe ser una de las emociones más adaptativas): tenemos miedo a vernos, a no vernos,  a enfermar, a que nuestra familia enferme, a  perder el trabajo, a la pobreza, a que vuelvan a confinarnos, a la inestabilidad mental, a la soledad, a morir en soledad (miedo que se ha hecho dolorosa  verdad durante esta pandemia), a no recuperar nuestra vida de antes. Por tener miedo, hasta tememos al otoño.
Las estructuras políticas también están siendo puestas a prueba por este miedo tangible a un enemigo tan difuso como ubicuo. Constatamos que desde el punto de de vista político no había nada previsto contra este enemigo propio de un escenario distópico, a pesar de que estaba largamente  anunciado. Numerosas voces acreditadas advertían de la posibilidad cierta de una pandemia universal, tan cierta que  no se especulaba si se produciría si no cuándo se produciría: la única duda sobre la emergencia era la fecha. A pesar de ello prácticamente ningún gobierno estaba preparado y hemos asistido al espectáculo bochornoso de ver cómo las autoridades de distintos países han llegado a robarse unos a otros material médico en pleno aeropuerto.
Los gobiernos han reaccionado de formas distintas. Los más conservadores han destacado, cómo no, por su indiferencia y por su crueldad. Ha habido  los que se han cerrado en una defensa del mismo futuro mega industrial y depredador que nos ha traído hasta aquí, sacrificando en el camino sin pestañear a la parte más vulnerable de su población: los viejos y los pobres. Hay los que han mostrado un rostro más social. Pero en general hemos tenido la sensación de que no había nadie al volante.
Ahora lo que está en disputa es la vacuna, una vacuna que nos protegerá al mismo tiempo del virus y del miedo. Los países compiten en una carrera enloquecida hacia  el esperado santo grial en forma de medicamento, la varita mágica para repetir legislatura. No colaboran, compiten: el mensaje que esto envía es que la pandemia y el confinamiento si algo han enseñado es a ser más insolidarios a  pesar de la evidencia de que no habrá futuro sin cooperación mutua.
Alguien en un mercado de Wuhan, en la lejanísima China, contrae un virus (debido a la depredación imparable y salvaje del medio natural)  y a los pocos meses la actividad mundial queda paralizada. ¿Es esto evidencia de que como humanidad somos un único organismo cuya defensa debería ser igualmente unificada? Cualquiera diría que sí. Sin embargo los gobiernos del planeta actúan como si estuvieran solos en la Tierra. Reaccionan únicamente en función de aquello que garantice su continuidad en el poder.
¿Hemos aprendido como individuos  y han aprendido los gobiernos con este baño de realidad que la única opción es la actitud colaborativa? No. Por eso ahora asistimos ahora al espectáculo aún más bochornoso de la pelea por la ansiada vacuna que nos libre de esta parálisis social que se lleva por delante la vida económica de los países.
Todo lleva a pensar que, como animales inteligentes que nos decimos, dejamos mucho que desear: más que seres superiores capaces de aprender de las equivocaciones somos meros depredadores cortoplacistas  sin visión de futuro. Y eso sí que da miedo.



EL BRIBÓN


EL  BRIBÓN

Bribón es el nombre con que bautizó el rey Juan Carlos a su primer yate de competición, algo que, a la luz de las últimas noticias sobre  el tema, podemos considerar como una autodefinición y una declaración de intenciones al mismo tiempo para alguien que siempre ha entendido  su papel de Estado como un lucrativo negocio personal. Al siguiente le llamó Fortuna: el Bribón ya había prosperado.
No estuvo solo en esta tomadura de pelo masiva a la ciudadanía. Tuvo y tiene la ayuda inestimable de una prensa y unas instituciones vergonzosamente cortesanas y encubridoras de sus manejos, algo que habría que indagar y eventualmente juzgar porque los delitos son de tal calado que han sido investigados por la fiscalía suiza. Según los indicios, el rey cobraba comisiones ilegales en negocios privados valiéndose de su figura como monarca; transportaba dinero negro en aviones oficiales, en viajes oficiales, metiendo maletines a través del aeropuerto de Barajas como si se tratara de bombones Lady Godiva y contando los billetes con una maquinita en Zarzuela, como un contable de la mafia; diciéndose rey de todos los españoles y llevándose su fortuna a paraísos fiscales a lo largo y ancho del planeta (podríamos perdonar el insulto pero no el delito);  pasando por marido y padre ejemplar y pillado con una rubia dudosa de cacería en Botswana...  Y para coronar el cachondeo, en los discursos navideños pedía a la ciudadanía una ejemplaridad cuyo modelo él mismo representaba y hablaba de que la “justicia era igual para todos”,  algo que sólo cabe interpretar como un cruel sarcasmo. Ya no se puede defender esta institución sin caer en el ridículo más espantoso, y mira que los monárquicos perseveran.  Estas cosas son las que sabemos, cómo serán las que ignoramos.
Si trascendemos la anécdota, constatamos que todos esos presuntos delitos han sido posibles gracias a que el  rey ha sido y sigue siendo legalmente inviolable, constitucionalmente irresponsable. Dicho de otro modo: la figura del monarca tiene patente de corso. Y así la ha hecho valer. Los monárquicos quieren que se perdonen los “pecadillos” del emérito y que no salpiquen a la Corona (que para ellos sigue siendo ejemplar, como siempre ha sido…). Pero  ¿por qué hemos de suponer que su hijo, el rey Felipe VI, se comporta de modo distinto cuando tienen las mismas prerrogativas? De hecho, cuando el padre le legó  los 100 millones de euros de las comisiones del AVE a la Meca, Felipe VI lo supo de forma oficial en 2019 (porque así se lo comunicó un despacho de abogados británico) pero sólo lo hizo público en 2020, apantallado por la pandemia, y no por intención de transparencia sino porque  la bola de nieve era de tal magnitud que era necesario frenarla antes de que se llevara por delante el edificio de la Corona. Si los negocios turbios los heredó el yerno, sólo con un acto de fe podemos creer que no los ha heredado también el hijo, porque la transparencia de la institución sigue siendo la misma. Después de estos hechos, el hijo ha intentado desvincularse del padre, pero ¿cómo se puede hacer esto en una institución que basa su legitimidad precisamente en la filiación? Para heredar la Corona me vale el padre, para heredar  la mala prensa del uso que de ella ha hecho, ya no. Que no nos falte nunca un buen doble rasero.
No es que el rey emérito haya resultado ser un sujeto que se ha reído de España, de los españoles, de las instituciones, de su familia y del copón de la baraja, qué mala suerte hemos tenido, oye. No. Todo esto ha sido posible y lo sigue siendo porque la corona es una institución caduca, más que presuntamente corrupta, fundamentada sobre la desigualdad del privilegio de sangre, que no es electiva sino que se hereda por vía de nacimiento, que no la hemos elegido sino que se nos impuso en un trágala de la Transición como una herencia intacta del franquismo, ¿qué clase de democracia somos si permitimos la pervivencia de una institución como esta, máxime con lo que ya sabemos sobre los usos y costumbres de la Corona gracias al emérito?, ¿no deberíamos, como ciudadanía hacer valer nuestra dignidad y someter a referéndum la pertinencia en democracia de una institución de estas características?
Hemos estado representados por, según todos los indicios, un presunto delincuente fiscal ¿Lo damos por bueno, liquidando con ello los restos de dignidad que nos queden o clamamos por su procesamiento? Si lo damos por bueno aceptamos que convivan dos relatos contradictorios: el contado habla de un rey ejemplar, el real habla de un defraudador como Jefe de Estado. Ya no son medias verdades, rumores, cosas que se cuentan y de las que tenemos sospecha aunque no evidencia: ahora quedan pocas dudas. Y deberíamos poder elegir. El gobierno de coalición debe tomar una decisión  que esté a la altura del reto. Y no es fácil.


lunes, 22 de junio de 2020

PONER EL CUERPO


PONER EL CUERPO

Hay una creciente falta de fisicidad en el modo en que vivimos en Occidente. Falta el cuerpo y faltan elementos físicos en multitud de órdenes de nuestra vida. Los niños y las niñas ya no juegan a juegos presenciales desde edades demasiado tempranas. Dedican horas y horas a las pantallas, horas que deberían dedicar a correr, a perseguirse, tocarse, pelearse. Hemos permitido en muchas ocasiones que pierdan incluso el contacto amable de un libro: las pantallas les ofrecen entretenimiento fácil e inmediato, sin necesidad de esfuerzo alguno. Error nuestro. Nosotros también estamos atravesados por esa lenta desaparición de lo físico en nuestra vida. Utilizamos con escasa frecuencia el dinero contante y sonante, lo cual no es bueno ni malo, solo un hecho. La música está almacenada en la web, al alcance de un click, ya nadie usa CDs y las nuevas generaciones no saben lo que es un disco de vinilo. Los libros se nos ofrecen en formato digital. Las amistades nos saludan desde pantallas parpadeantes. Las relaciones se establecen a distancia por medio de aplicaciones ad hoc. Las compras se realizan a través de internet, sin que nuestra presencia sea necesaria. Los trabajos se pueden realizar desde un ordenador. De hecho, cuanta menos corporeidad comporta un trabajo, mejor considerado está este.


Pero no dejamos de ser seres materiales, carne mortal, y esa materialidad requiere de cuidados. El peso de la fisicidad recae sobre las capas más bajas de la sociedad y sobre las personas inmigrantes. Son ellos quienes se ocupan de cultivar las verduras que nos comemos,  de construir las casas que nos dan refugio, de conducir los camiones  de reparto que nos traen a casa todo lo necesario, de cuidar a nuestros mayores y a nuestros niños porque los cuidados físicos son también una parte de esa fisicidad a la que hemos renunciado. Son los más pobres quienes soportan el peso de lo material. Los ricos y las clases medias ya no usan el cuerpo si no es para actividades placenteras. Paradójicamente (o no) los que soportan la fisicidad son además los peor considerados y peor pagados, cuando no perseguidos por el egoísmo, la insolidaridad y la xenofobia.
La falta de fisicidad en nuestras vidas se ha puesto de manifiesto en toda su extensión durante esta pandemia y nos ha ayudado a mantenernos encerrados y conectados con el mundo al mismo tiempo. Trabajar desde casa ha sido una opción que en muchísimos casos ha permitido que continuemos con nuestra actividad. Nuestro cuerpo sólo ha sido necesario ante la pantalla de un ordenador. Los niños y las niñas han recibido las tareas online, para que su formación no se viera interrumpida. Hemos accedido a conciertos, libros, películas, llamadas de teléfono en grupo, presencias virtuales, una abrumadora cantidad de información porque daba la sensación de que teníamos que aprovechar todo ese tiempo detenido y sacarle el mayor partido posible. El aburrimiento, el imprescindible aburrimiento, estaba mal visto y ha sido perseguido hasta el último rincón como si hubiera que sacar rendimiento a todo pues lo que no rinde es inútil y nos devalúa. Debido a esa presión social de lo “útil” apenas quedan  en nuestro interior habitaciones libres que puedan ser ocupadas por la reflexión y la calma y por supuesto, por el aburrimiento.
Todo lo que teníamos que hacer para detener la pandemia era quitar de en medio nuestro cuerpo y lo hemos hecho, más o menos bien. Pero para que nosotros quitemos el cuerpo, otras personas han tenido que ponerlo: repartidores, cajeras de supermercado, trabajadores de sectores esenciales, fuerzas de seguridad. Y personal sanitario, sobre todo el personal sanitario.  Con ellos ha pasado lo que pasa siempre: los que ponen el cuerpo son los que lo pierden. Lo hemos comprobado dolorosamente durante esta pandemia,  tantos enfermos y muertos entre el personal sanitario,  única barrera activa entre nosotros y la temida enfermedad.  Podemos decir sin exagerar algo casi litúrgico: han muerto por nosotros, han interpuesto sus cuerpos para proteger los nuestros. Es su profesión,  es verdad,  pero aún así... Espero que nadie piense que  pueden darse por pagados con los aplausos de las ocho pero por encima de todo espero que la ciudadanía se acuerde del personal sanitario y de lo imprescindible  que es una sanidad pública y universal a la hora de depositar el voto. Confío en que hayamos comprendido como sociedad que una sanidad fuerte y bien abastecida es garantía de protección y seguridad y lo será cada vez más de aquí en adelante, que los recortes en Sanidad de estos años han significado falta de medios durante la pandemia y en consecuencia muertes, muertes que  se podían haber evitado. Ojalá seamos capaces de comprender que los aplausos y el reconocimiento están bien pero que quien nos cuida precisa sobre todo de medios. Es imprescindible que se haga esta reflexión por nosotros y por nuestros sanitarios. Qué menos, ellos y ellas ponen el cuerpo.


https://www.eldiario.es/murcia/murcia_y_aparte/Poner-cuerpo-Murica-coronavirus_6_1031056933.html

domingo, 21 de junio de 2020

VIENTRES DE ALQUILER Y COVID-19


VIENTRES DE ALQUILER Y COVID-19
Creo que ya nadie puede poner en duda que vivimos en un mundo distópico, pero incluso en esta categoría hay niveles. Una cima distópica de esta pandemia la podemos encontrar en el centenar de bebés fruto de vientres de alquiler, almacenados en un hotel de Ucrania que quedaron a la espera de que remitiera la pandemia. Semejante espanto es difícil de asimilar: una entrega que se demora por circunstancias ajenas a las partes contratantes y con el resultado de cien recién nacidos atrapados en el limbo, hijos de nadie hasta que la transacción sea completada, carentes de todo vínculo emocional, planetariamente solos, almacenados en un hotel. Material con entrega diferida debido al Coronavirus. Esto es lo que sucede cuando el ser humano es reducido a mera mercancía.
Ucrania se ha convertido en uno de los destinos favoritos en Europa para quienes aspiran a satisfacer el deseo de proyectar al futuro su carga genética (recordemos que para ser padres existe la alternativa de adoptar). No es casualidad: Ucrania es el país más pobre de la Unión Europea, con un tercio de su población por debajo del umbral de la pobreza. Quienes defienden esta práctica siempre argumentan que las mujeres se prestan a ello de modo altruista: cómo es posible qué sólo a las mujeres pobres, a las más vulnerables, les dé por el altruismo (y cómo es posible que alguien pueda creerse esto). Las que no tienen nada entregando, por pura generosidad, su capacidad reproductiva que es, junto con la sexual, lo único que pueden ofrecer. El anterior sería el argumento buenista. En el argumento cínico se dice, como justificación, que es mejor alquilar el vientre que malvivir en la miseria. Pero resulta indecente e inhumano pretender justificar una práctica que consiste en recortar a las mujeres hasta dejarlas reducidas a un mero aparato reproductor.
Los bebés, varados en un hotel de Kiev hasta que sus surropapis puedan recogerlos, han nacido mediante gestación subrogada en una clínica llamada BIO Texcom, empresa que tiene en este momento la tutela de los menores y que es la más poderosa de este sector en Ucrania. Con ese nombre lo mismo podían vender uniformes de  trabajo que teléfonos móviles, pero no: cultivan recién nacidos en incubadoras humanas y luego los venden. La materia prima es la mujer, el producto es el bebé: una línea de producción muy rentable en que la mujer que se expone a esta práctica por pura falta de recursos, arriesgándose física y psicológicamente, no percibe en el mejor de los casos, ni un 5% del importe total de la transacción; el resto es beneficio para la empresa. Pocos negocios debe haber más rentables. La imagen que se aporta es reveladora de lo que al final no es más que fordismo aplicado a la reproducción humana, el capitalismo colonizando hasta lo más esencial.
Veinte de esos niños habían sido encargados por parejas españolas. Lo hicieron a pesar de que el Ministerio de Asuntos Exteriores desaconsejaba explícitamente acudir a Ucrania por falta de seguridad jurídica y sospechas de mala praxis médica. Ahora esas familias se quejan de que “los derechos del niño están en grave peligro” y que los bebés quedan “expuestos a la negligencia y al sufrimiento”. ¿No lo habían pensado antes? Utilizan a los niños como escudos para justificar la ilegalidad que han cometido puesto que en España esta práctica, afortunadamente, está prohibida. En la mezcla de deseo y poder adquisitivo no parece haber límites y en estos casos la legalidad suele ser un estorbo, no un impedimento.
Esto lo hemos sabido, podemos imaginar lo que no sabemos, qué extrañas formas adquirirá el hecho de que los recién nacidos sean tratados como objetos de compra-venta, por mucho que a esta transacción se le apliquen, para ocultar su naturaleza económica, eufemismos como maternidad subrogada o gestación sustituta. Un ejemplo extremo del horror que esto supone es el caso de Iryna, una madre de alquiler que fue hallada desangrada en un pequeño hotel, con un bebé muerto en la habitación y el otro (ya que había dos cordones) desaparecido. Esta práctica  atenta contra elementos esenciales que nos constituyen como seres humanos. Las mujeres son consideradas únicamente en función de su potencial extraíble: se consume lo que se puede aprovechar, el resto es material desechable; los recién nacidos son reducidos al producto de un deseo que se puede satisfacer crematísticamente. La mercantilización de la capacidad reproductiva de las mujeres es la última conquista del capitalismo.