sábado, 18 de mayo de 2019

EN EL PAÍS DE LOS CONEJOS MUERTOS


EN EL PAÍS DE LOS CONEJOS MUERTOS

Los romanos dieron a Hispania, nombre de origen fenicio, el significado de “tierra abundante en conejos” aunque dudo mucho que conociera este dato el simpatizante de Vox que, durante la campaña andaluza, formaba el nombre de su partido en el suelo con conejos muertos. Durante esta campaña, alguien ha colgado 16 conejos muertos  sobre el panel de propaganda electoral de Unidas Podemos, en señal de amenaza (se presentan 16 personas en la lista de este partido) en la Puebla de Almoradiel, pueblo de Castilla-La Mancha. El recurso a los animales muertos como amenaza está en el  hardcore del fascismo. La falta de empatía con los animales es prácticamente seña de identidad. Morante de la Puebla se burlaba hace poco del toro al que estaba toreando, secándole las lágrimas con un pañuelo. Se tensiona el ambiente pre-electoral haciendo uso de la barbarie contra los animales.

Es cierto que la ultraderecha siempre estuvo ahí, oculta tras otras siglas, pero los ultras, dentro del Pp, estaban contenidos, domesticados. No es lo mismo decir "yo no soy racista pero" que afirmar con rotundidad "soy racista". No es lo mismo "tolerar" la homosexualidad (con toda la carga  de condescendencia que contiene el verbo) que oponerse frontalmente a ella. No es lo mismo que te molesten los inmigrantes que pedir el cierre de fronteras. No es lo mismo opinar que las feministas  ya se están pasando,  que reclamar la hegemonía del hombre. No es lo mismo, y ahora han dado un paso más, de algún modo han pasado del pensamiento a la acción. Por eso la presencia de animales muertos en la campaña no es sólo simbólica: es el ejemplo del mundo que quieren.

Aún hay más: lo que nos parecía imposible ha sucedido. El franquismo, ese que nos espantaba y nos parecía risible a un tiempo, ese que parecía relegado a misas en La Almudena y celebraciones anacrónicas el 20-N, el de ultras asustando inmigrantes y gays, el que creímos que se extinguiría por el mero avance generacional, ha entrado en el Congreso. Y lo que es peor, lo más alarmante: hemos empezado a normalizarlo.

Tras el 28 de abril todos respiramos con alivio al ver que el avance no era tan grande como se esperaba, pero es un avance del fascismo, o lo que es lo mismo, un retroceso político y social. La presencia de Vox en la escena política ha hecho girar todo el tablero hacia la derecha. El centro, que siempre ha estado a la derecha, ha cometido el error de elegir ser aún más derecha, abandonando un espacio central que ha ocupado el PSOE. Bien que les pesa a CS y a Pp pues al día siguiente de las elecciones ya estaban reclamando ese nicho central que habían despreciado, dejándose arrastrar por el vendaval de las elecciones andaluzas. Este giro conservador se observa también en el hecho de que muchos votantes de Podemos  han votado al PSOE para frenar el avance  ultra.

Nos hemos sentido aliviados, es verdad, muy aliviados, pero no podemos relajarnos, las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina. Y esa correlación de fuerzas, si cedemos en nuestra tensión, puede volver a girar porque, aunque viendo el mapa de las elecciones generales pueda parecer lo contrario, la izquierda ahora, en términos futbolísticos, juega a la defensa y no al ataque. Por poner un ejemplo, ahora nos parece más lejana la renta universal y nos conformamos con que no baje el SMI. Estamos rezando: Virgencica, que me quede como estoy.

Mientras nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestras energías deberían estar concentradas en imaginar y crear un mundo más avanzado, ahora lo están conteniendo el ataque de un mundo más retrógrado. Por resumir: Estamos empujando las puertas del castillo para impedir la entrada de los caminantes verdes. Los que cuelgan conejos muertos como seña de identidad seguro que votan, vota tú también: votemos de nuevo masivamente para no regalarles espacio político.

jueves, 9 de mayo de 2019

MARIPOSAS EN EL JARDÍN


MARIPOSAS EN EL JARDÍN
Una reflexión sobre el perdón

Después de leer por segunda vez el libro de Gloria García Carreras “Mariposas en el jardín” (Ed. Raspabook), encuentro que hay en él una cuestión central que  está presente ya desde el primer párrafo, en el que la protagonista, Julia, dice: no conozco a esta mujer, no siento compasión por ella. Esa cuestión es la dificultad de la protagonista para perdonar, una dificultad que se vuelve contra ella, que es una persona herida, fracturada. Pero como dice el escritor francés de aforismos Yvan Audouard,  “bienaventurados los fracturados porque ellos dejan pasar la luz”. En efecto, sin esas fracturas la protagonista no sería la persona compleja y poliédrica que es.
Esta novela habla del perdón y de la visión retrospectiva sobre nuestra propia vida. Reflexiona sobre el hecho de que, si no se cierran ciertas puertas, no se puede seguir caminando o al menos no se puede seguir caminando sin dolor. La historia contiene un secreto. Hay una frase al final del primer capítulo que tira de la historia, la resume y nos hace seguir la trama sin aliento. Eve, uno de los personajes, le pregunta a Julia: ¿tan grave fue lo que te hizo que no puedes perdonar a una mujer que se está muriendo? Vemos, a lo largo del libro, que el perdón es un ejercicio complicado pero sobre todo es un ejercicio involuntario. Aunque podamos hacer que de él participe nuestro intelecto, nuestra voluntad no puede participar porque perdonar, como amar, no recibe órdenes. Odiar obliga a vivir con un peso que no hemos decidido cargar; perdonar equivaldría a soltar ese peso, pero del mismo modo que no hemos decidido cargar con él, tampoco es posible decidir liberarnos de él. Este es el tema central del libro.
“Mariposas en el jardín” contiene también mucho de ese silencio culpable de la víctima de cualquier tipo de violencia, seguramente el más solitario y doloroso que existe y que es al propio tiempo una forma más de violencia, quizás la más perversa. Uno de los mecanismos de cierto tipo de agresión es hacerse invisible mediante el silencio de la víctima. El silencio es entonces una imposición, una vuelta de tuerca, una violencia de larga duración del agresor hacia su víctima: ahora te quedas encerrada en tu silencio con tu herida, ni se te ocurra hablar, nadie te creerá.
En esta novela, la ofensa tiene lugar, como en tantas ocasiones, en una situación de desigualdad. El poder de la madre sobre la hija la lleva a cometer iniquidades, y ese poder va en aumento porque la madre se hace dueña del miedo de la hija, acrecentando con ello su superioridad. Y como suele suceder, la agresora atribuye a la víctima la responsabilidad del ultraje.
Pero no se puede callar y perdonar. Y puesto que la protagonista está obligada a callar porque pesa un secreto enorme sobre su vida, el perdón es imposible. Guardar silencio sobre la herida abierta y al mismo tiempo perdonar convertiría a Julia en doble víctima, equivaldría a restar importancia al sufrimiento vivido y resultaría de una banalidad insoportable. Perdonar es asumir de algún modo que el alcance del daño es tolerable. Pero al propio tiempo, no conceder el perdón consume las energías de la protagonista, la paraliza y le impide avanzar. Sin el arrepentimiento de la madre, el perdón es imposible. La hija, esa mujer fracturada, tiene que sobreponerse sin esa ayuda fundamental, para poder hacer que su vida continúe. Hay una parte terrible en el perdón y es que se espera de la víctima que sea ella la que redima de sus culpas al ofensor, haciendo recaer sobre los hombros de la persona fracturada un peso enorme, un peso injusto.
En esta novela, la segunda de la autora, hay mariposas que sobrevuelan el relato, hay mariposas metafóricas, la primera dice así: “soy como un gusano de seda escondido en su capullo sólo que nunca llegaré a ser mariposa”.  Pero para finalizar debo decir que, a pesar de esa afirmación de la protagonista, éste es el relato de una transformación. Nosotros mismos, lectores y lectoras, cuando entramos en un libro, ese viaje inmenso, queremos salir transformados, de lo contrario, algo falla, algo le falta al libro: puede ser altura literaria, profundidad, ambición, honestidad. Queremos salir, de algún modo, heridos, fracturados, para que la luz nos pueda atravesar porque no esperamos encontrar respuestas en cada libro pero sí que la literatura nos ayude a plantearnos algunas preguntas.



miércoles, 1 de mayo de 2019

EL TRIFACHITO BAILA UN CHOTIS SOBRE UN LADRILLO


EL TRIFACHITO BAILA UN CHOTIS SOBRE UN LADRILLO


EL trifachito baila un chotis sobre un ladrillo, ¿por qué? Porque resulta que no había sitio para tanto facha.  Como será la cosa que Pablo Casado ha salido ya a decir que Vox es ultraderecha. Se ha dado cuenta ahora, después de la caída desde el octavo piso de ese Partido Popular que ya tiene más gente en la cárcel que en el Congreso. La parte en la que más me he reído es esa en la que el PP se queja de la Ley d’Hont, con lo que les gustaba cuando el partido damnificado era IU. En fin, Pablo, no te preocupes por tu futuro: con tu postgrado en Harvard (¿o era en Harbacete?) ofertas no te van a faltar.

Qué contento estaba el trifachito. Tan felices de las prometían que ya se habían repartido los ministerios, los toreros  se veían entrando en el Congreso con traje de luces. Tan contentos ahí mano a mano, manifestándose junticos en Colón, disputándose el espacio de la extrema derecha. Rivera ha recogido sólo 25 de los 71 escaños que ha perdido el PP al abandonar ese espacio de centro con el que tanto se identificaba. Él, que lo mismo  es del Barça que del Madrid según quién le pregunté y a qué hora, se ha pasado al bando ultra en el que Abascal, por supuesto, le adelanta por la derecha porque va a caballo

Sánchez Drago vaticinó que la derecha trifálica, como a él le gusta llamarla, iba a sacar 90 diputados (¡90!), así que podemos decir que como escritor no es gran cosa, como político desde luego  tampoco, ahora, lo que es como profeta le pueden dar trabajo en cualquier TV autonómica a altas horas de la madrugada.

Ha habido tanto disparate en esta campaña que daría para un artículo de seis tomos encuadernado en piel y a todo color. Las propuestas han sido de otro planeta o como mínimo de otro siglo. Un ejemplo: derogación de la ley contra la violencia de género y armas para todos. Con un par. La ecuación es sencilla: en una mano violencia contra las mujeres, en la otra barra libre de armas; ahora juntas las dos manos.  La campaña alcanzaba cotas de ridículo vergonzante con Suárez Illana hablando de aborto de niños nacidos.

Nuestro país ha manifestado ser bastante más razonable de lo que lo son algunos de sus líderes. El personal ha demostrado estas elecciones estar hasta la peineta de tanta tensión, de tanto discurso de se rompe España, de tanto relato de inmigrantes viviendo como banqueros, de tanta amenaza de hordas feminazis hostigando a honrados machotes. Hartos de cenutrios a caballo, pidiendo armas como si estuviéramos en el Oeste, hartos de gorilas con dos dedos de frente metiendo miedo.  Muy hartitos. Y lo hemos demostrado donde se demuestran las cosas: en las urnas.

Para ser completamente honestos, algo hay que agradecerles: la extrema derecha es la que ha movilizado a la izquierda para ir a votar en masa y hemos podido respirar  con alivio al ver que ha fracasado la propuesta de la tensión, el odio y las fake news.

Sé que no debemos bajar la guardia, que el PSOE nos puede decepcionar en cualquier momento, que la hidra facha puede pegar un coletazo, que ahora somos otro de los países con presencia ultra en el Congreso, que Murcia casi duplica el porcentaje de fachas del resto del país, lo sé, lo sé, pero dejadme que disfrute de estos días en que respiramos aliviados al ver la negra nube de la involución alejarse sobre el mar.