domingo, 31 de agosto de 2025

MURCIA, OTRA VEZ.

 

MURCIA, OTRA VEZ.

En mi anterior artículo https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/odio-presion_132_12467395.html sobre los lamentables acontecimientos de Torre Pacheco concluía diciendo que ojalá ser marciana en lugar de murciana. Me reafirmo en ello con la reciente noticia de que en Jumilla se prohíbe a la población musulmana celebrar sus ritos.

Vemos cómo el discurso islamófobo ha avanzado tanto y tan deprisa que está ya en el terreno de cancelar expresiones religiosas. El asunto ha llegado a los tribunales, pero la ventana de Overton debe estar adornada ya con una cenefa de esvásticas. El Pp tira la piedra y (aún) esconde la mano: a sus votantes les llamas xenófobos y se ofenden, pero será peor cuando no se ofendan. Vox prende la mecha y se enorgullece de ello, porque ya han decidido que España es un país solo cristiano ahora y por los siglos de los siglos. Mirad este tuit: “Gracias a Vox se aprueba la primera medida en España que impide celebrar fiestas islámicas en espacios públicos. ¡España es y será siempre tierra de raíces cristianas!” ¿Cómo se aseguran de ello? Prohibiendo actos de otras religiones. El siguiente paso será vandalizar locales donde se rece a otros dioses porque el suyo es el único verdadero. ¿Exagero? Ya hemos visto violencia desatada en Torre Pacheco. Murcia es la punta de lanza de las políticas xenófobas en España con el patrocinio de Vox y la complacencia del Pp, que en Jumilla insta al equipo de gobierno a promover actividades "que defiendan nuestra identidad y protejan los valores y manifestaciones religiosas tradicionales en nuestro país".

La vinculación entre los linchamientos de Torre Pacheco y la prohibición de culto en Jumilla es clara: primero se demoniza al musulmán, cargándole con todos los crímenes existentes en el código penal, después se prohíbe el culto, a continuación... lo que queráis imaginar, aislarles dentro de sus comunidades, quizás.

Paradójicamente (o no) son ellos, los inmigrantes, quienes sufren agresiones sin que a nadie se le ocurra movilizarse para denunciarlas. Cuanto más oscura la piel mayor riesgo de sufrir agresión verbal o física, sobre todo si se es mujer.

Referirse a la migración como problema y no como fenómeno es un recurso habitual en los partidos de derechas y en numerosos medios de comunicación. Inmigración igual a delincuencia: así es cómo se deshumaniza al otro, al extranjero, al diferente. Cuando ya no es humano, lo que le pase no importa.

Es un crescendo de paranoia, persecución, eliminación del otro, envenenando la convivencia pacífica, levantado muros donde no los había, dinamitando puentes donde los hubiera.

Lo único que han hecho con esta medida ha sido crear un problema que no existía, traer el miedo y la zozobra a los vecinos de la localidad que tiene un ojo puesto en la celebración de las fiestas del vino y otro en el recuerdo de los acontecimientos de Torre Pacheco.

Por eso, si no somos capaces de ver un patrón no podremos prever los peligros que amenazan la convivencia en paz, mucho menos ponerles freno.

El fascismo es un perro de presa que utilizan las élites económicas para controlar y vaciar de contenido la soberanía popular. Pero se les olvida que ese perro a veces se convierte en amo, como ocurrió en la Alemania nazi, y gobierna la casa bajo un régimen de caos y sangre.

Debemos sacar conclusiones de las noches terribles de Torre Pacheco y de la prohibición del culto en Jumilla. Ahora sabemos que se ha despertado al Gólem. Que, de las palabras, lo insultos y las invectivas en redes se ha pasado a la acción. Que debemos actuar para mantener la convivencia. Que se debe legislar para que no nos roben la democracia.

No nos engañemos: ya ha ocurrido lo que nunca debe ocurrir. De aquí en adelante solo puede ir a más. Con gente recorriendo barrios bate de béisbol en mano nadie está a salvo. Con gente legislando para prohibir cultos religiosos nadie está a salvo. Con el fascismo en la calle estamos todos en peligro, con el fascismo en las instituciones estamos todos en peligro: peligran los inmigrantes, las personas LGTBI, los extranjeros, los refugiados, las feministas, la gente de izquierdas, los disidentes, los intelectuales, los tibios por ser tibios, los que piensan, por pensar. Y sí, también tú que me lees y yo que escribo esto, yo por escribirlo, tú por leerlo.

 

https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/murcia-vez_132_12531318.html

 

 



 

jueves, 7 de agosto de 2025

QUE NOS DUELA GAZA

 

QUE NOS DUELA GAZA

En la masacre que se está llevando a cabo contra Gaza las paradojas se suceden sin parar: una extrema derecha mundial, tradicionalmente antisemita, se ha convertido en uno de los grandes defensores de Israel. No es de extrañar, lo tienen todo en común: la islamofobia, el conservadurismo, el supremacismo blanco, el colonialismo, la identificación con el modelo del sionismo como el Estado religioso y étnicamente puro. Para dar otra vuelta de tuerca a esta paradoja, en su apoyo al actual estado israelí, el recuerdo del Holocausto les ayuda a blanquear su faceta fascista. Sin embargo, sabemos que no hay nada que se parezca más a un fascismo (Alemania años cuarenta) que otro fascismo (Israel años 20 del nuevo siglo). Y nada se parece más al antisemitismo que la islamofobia. En este avance de las ultraderechas en los gobiernos mundiales, vemos cómo Israel campa a sus anchas de forma impune, sin que haya quien se atreva a afearle la conducta, vemos cómo el activismo pro-palestino es perseguido, vemos cómo Gaza se queda sola, desprotegida, porque a nadie le importa.

Gaza me araña la piel del corazón cada día. Siempre he pensado que no debía escribir sobre mi dolor, que a quién le incumbe. Me parecía incluso una frivolidad hablar de mi angustia, de mi desazón ante esta masacre, en comparación con el dolor de los gazatíes. Y me he autocensurado. He escrito artículos en los que intentaba que mis sentimientos se quedaran fuera.

Pero hoy algo ha cambiado. Desde el mes de junio guardo un documento gráfico forense sobre Gaza que no me he atrevido a abrir, como no me atrevo muchas veces a ver los telediarios. Pero lo abro. Son unas imágenes terribles, como para espantar el sueño de por vida; los heridos, amputados y muertos son en su inmensa mayoría niños y niñas.

Aún hay más. En su crueldad ciega a Netanyahu no le ha bastado con la muerte y la devastación, a continuación, ha desatado contra Gaza el último de los caballos del Apocalipsis: el hambre.

Es un genocidio que debe provocarnos una profunda inquietud moral. Y esa inquietud se genera en una conciencia sacudida por los sentimientos de empatía hacia quienes sufren. Son nuestros sentimientos los que nos ponen a andar. Demos las gracias a las neuronas espejo que son las que nos conectan con las emociones ajenas y las que garantizan nuestra supervivencia como especie porque nos impelen a reaccionar contra lo que daña a los demás, lo que daña a nuestros semejantes.

¿Dónde están las neuronas espejo de los políticos que nos gobiernan? ¿se las hacen extirpar cuando llegan a según qué puestos? ¿renuncian a ellas para hacer carrera? ¿nacen sin ellas y eso les facilita el ascenso?

Borrell ha dicho recientemente que Europa ha perdido su alma en Gaza. Sabe bien de lo que habla, ha clamado en el desierto del Parlamento Europeo preguntándose: ¿a dónde pretende Israel que se desplace la población palestina frente a los bombardeos, a la Luna?

También merece la pena preguntarse dónde están los israelíes frente a esa masacre, un genocidio que debería resonar en el alma de quien la tuviera con el recuerdo de la Shoah. ¿O es que los palestinos no son seres humanos para ellos, como ellos no eran seres humanos para los nazis?

Si cuando hay un atentado terrorista guardamos un minuto de silencio, con Gaza deberíamos callarnos para toda la vida. Que nadie más hablara una sola palabra en este planeta en homenaje a las víctimas del genocidio. Pero no es así. Niños y niñas, bebés, enfermos, ancianos, muriendo de hambre a racimos y la Unión Europea responde con una indiferencia tan clamorosa que su eco se puede escuchar desde el espacio.

Ahora creo que mi dolor sí que importa, es ese dolor (el mío, el tuyo, el vuestro, el de todos nosotros que nos sentimos concernidos por el dolor humano) lo único que es capaz de hacer frente a este exterminio para el que la respuesta internacional son paños calientes cuando no apoyo descarado y vergonzante al agresor.

Dijo Bertrand Russel sobre Vietnam: “dependemos de la conciencia de la gente común de todo el mundo que será quien decida si el pueblo ha de ser abandonado a su suerte en silencio”. Por eso, insisto, tus sentimientos y los míos son tan importantes.

Que nos duela Gaza, que nos duela hasta que no podamos más, hasta que la angustia no nos deje dormir y nos veamos obligados a salir de nuestras casas a gritar, a manifestarnos, a sacudir las conciencias de nuestros conciudadanos, a provocar la reacción de nuestros gobiernos, a vomitar nuestra rabia.

 

https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2025/08/01/duela-gaza-ramona-lopez-120248128.html