domingo, 30 de abril de 2017

POESÍA CONTRA REGGAETON

Poesía contra reggaeton

Cada noche les leo a mis hijas y a mi hijo poemas de Antonio Machado, de Ana Mª Romero Yebra, de Amado Nervo, de Concepción Arenal.  No es aleatorio, forma parte de un plan. Necesito darles otras opciones de lenguaje y de pensamiento que se alejen radicalmente de la fiebre latina que estamos sufriendo. No sé el resultado que dará, no sé cuánta Rosalía de Castro hace falta para neutralizar el "Sabes que tu breva está buscando de mi pam pam" que les persigue a todas horas; qué dosis de antídoto poético será conveniente para conjurar la intoxicación machista y de mediocridad musical que soportan sus oídos y sus mentes. Rimar diminutivos tendría que  estar tipificado como delito penal lingüístico, y ya rimar gerundios debería tener cárcel sin fianza. Toda poesía es poca para contrarrestar el: "Porque tu belleza es un rompecabezas (frase, por cierto, carente de sentido a menos que esté dedicada a Rossy de Palma), pero pa' montarla aquí tengo la pieza". Como se puede ver, sutil como una retro excavadora en plena faena.
No sé si mi plan funcionará, de momento nos divertimos con "La Gallina"  de Gloria Fuertes:”Mi ama me vende/a doña Luz/¿Yo con arroz?/¡Qué ingratitud!” y nos emocionamos hasta las lágrimas con: "míralos qué viejos son, qué viejos son los lagartos"  de García Lorca.
El machismo, que siempre halla una manera de renovarse, ha encontrado en el reggaeton un modo de expresión y difusión masivo y acrítico, un ideario viejo con ropajes nuevos. En los setenta los payasos de la tele nos enseñaban cómo ser las perfectas amas de casa: “Así planchaba, así, así/Así planchaba que yo la vi”. No hemos abandonado este mandato porque seguimos planchando así, así, pero ahora el patriarcado nos envía a través del reggaeton el mensaje de cómo ser, además, los perfectos objetos sexuales pasivos y complacientes.

El reggaeton es una epidemia, está por todos lados: en la radio en la tele, en clase de baile, en las fiestas de cumpleaños, en fin, en el universo de nuestras criaturas. Es cierto que desearía que mis hijas y mi hijo crecieran en un mundo donde Pittbull siguiera siendo sólo una raza de perro pero también es cierto que no les puedo sustraer de su medio, porque es el suyo, la casa del futuro les pertenece, ese escenario que, como dice Tagore, no puedo siquiera soñar con visitar, pero sí que puedo, al menos, mostrarles que otros mundos son posibles.

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