lunes, 19 de marzo de 2018

TSUNAMI FEMINISTA


TSUNAMI FEMINISTA

El ocho de marzo de 2018 será recordado durante muchos años porque hemos tenido la suerte de vivir en nuestro país un día histórico, manifestaciones grandiosas en extensión, variedad y número de participantes, una jornada sin precedentes que ha dejado boquiabierto al mundo entero, un auténtico tsunami feminista. Habrá un antes y un después. El cambio ya ha comenzado.

Muchas cosas han pasado en pocos días y hemos podido constatar lo cortos que son ahora los tiempos políticos. Entre la negativa de Mariano Rajoy a hablar de la brecha salarial por considerarlo un tema menor carente de todo interés, despachado con un despectivo “no nos metamos en eso”, y el propio presidente luciendo lazo violeta y contradiciendo a Tejerina  y Cifuentes  en su “huelga  feminista” a la japonesa han pasado apenas seis semanas. Entre Albert Rivera negando la pertinencia de las reivindicaciones feministas porque ya hemos logrado la igualdad y él mismo queriendo liderar el feminismo han mediado apenas días. Días en los que hemos visto el adjetivo feminista pasar de ser sinónimo de feminazi a ser un tema central incluso en la agenda de los partidos conservadores. Habrá que ver luego cómo desarrollan esa agenda porque si el cinismo fuera helio estarían ya Rajoy y Rivera fuera de nuestra atmósfera; al parecer el ocho de marzo se bañaron en el Jordán feminista que supuso ese río de mujeres en las calles y amanecieron los dos feministas perdidos porque ambos, como Groucho Marx, tienen unos principios pero en viendo las calles tomadas por multitudes, los cambian rápidamente por otros. Lo que sí que es innegable es que el feminismo ha dejado de ser invisible y/o inconveniente para esos partidos y por tanto, para millones de personas y de eso debemos congratularnos. Y eso se ha conseguido por la presión de la calle mientras tertulianos convertidos de pronto en expertos en feminismos nos explicaban que no era necesario, que dónde íbamos, que estábamos locas.

Es de esperar que la respuesta en las calles de tantos y tantos miles de mujeres y hombres, jóvenes y mayores vaya dejando atrás esa absurda letanía del “yo no soy ni feminista ni machista” porque al personal empieza a quedarle claro que lo contrario al feminismo es la ignorancia. Es necesario recordar a aquellos y aquellas que deslegitimaron la huelga acusándola de ser una huelga “política” que por supuesto, claro que sí, porque el feminismo es político, cómo no lo va a ser, nosotras lo sabemos y lo decimos. El "ni feminismo ni machismo" también es política, sólo que quienes hablan así no lo reconocen, como si su postura fuera la equidistancia sensata y necesaria en sociedad. Como si diciendo, por ejemplo "yo no estoy ni a favor ni en contra de la esclavitud" no estuvieras ya adoptando una posición política muy definida. Lo que también es el feminismo es absolutamente transversal, algo que ya sabíamos pero que ha sido demostrado empíricamente merced a  la rápida conversión de Rajoy y Rivera.

Después de un tsunami hay mucho escombro, mucha broza, mucho desperdicio amontonado en las orillas de las carreteras y en las rejillas de los desagües. Todo eso que hemos leído últimamente desde Vargas Llosa hasta el último australopiteco ilustrado (un tipo que firma un artículo infame en el periódico La Opinión titulado “Querida niñata”) son los restos del tsunami feminista del pasado ocho de marzo. Es hora de acostumbrarnos. Time's Up. Ahora el feminismo marca la agenda.




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