martes, 13 de julio de 2021

AMOR, CUIDADOS Y REMUNERACIÓN

 AMOR, CUIDADOS Y REMUNERACIÓN

Que la labor de los cuidados recae mayoritariamente en las mujeres no es ninguna novedad. Poco ha cambiado a lo largo de milenios.

Los cuidados y todo lo que ello conlleva están asignados a la mujer y son no remunerados por una razón: porque están vinculados a la emocionalidad, ámbito de lo femenino. La emoción, como todo el mundo sabe, es gratis. Por favor, sólo faltaba: se cuida a los hijos por amor, se pone la lavadora por amor, se ordenan los armarios por amor, se friega el váter por amor. Y así un largo etcétera de tareas que convierten la jornada laboral del amor en una jornada interminable, sin horario, sin vacaciones y no remunerada. Un negociazo, vaya. Por si ello fuera poco es además una labor invisible y por lo tanto carente de valor. Y no se vayan todavía que aún hay más: la que se queda en la casa, en ese mullido nidito de amor non-stop, es la mantenida. Como no “trabaja”, no tiene dinero y como no tiene dinero, tiene que pedírselo al proveedor oficial de pasta, o lo que es lo mismo, el amante esposo, compañero, novio, lo que la sitúa de forma permanente en el escalafón pedigüeño, esto es, en situación de inferioridad. 

Por supuesto, con el mayoritario acceso de las mujeres al mundo laboral, parte de este cuento ha cambiado, pero solo parte. Porque en los hogares donde trabajan el hombre y la mujer, la que  se suele ocupar  de que “no nos coma la mierda” sigue siendo la mujer, lo que añade unas veintidós horas de trabajo extra a la semana laboral. Veintidós horas no remuneradas. Es lo que tiene trabajar por amor.

A que las mujeres acepten (o se resignen a) este trato desigual contribuyen muchos factores: dificultad en el acceso a la educación, falta de referentes femeninos por el borrado de las mujeres a lo largo de la historia, necesidad de adecuarse a lo que la sociedad demanda de nosotras, etc. Los cuentos de hadas, las películas, las series de televisión, la publicidad nos enseñan que las niñas y luego mujeres debemos aspirar solo a triunfos vicarios (ser la churri del macho alfa) como por ejemplo en La Cenicienta, que consigue ascender en el escalafón social por vía marital, que es la que nos está permitida. ¿Qué hubiera pasado si La Cenicienta hubiera cobrado todas esas horas de trabajo gratuito, tan asimiladas a su identidad que acaban dándole el nombre que lleva? A lo mejor se hubiera comprado un piso y hubiera pasado de un tío que no es capaz de distinguirla de las demás si no es poniéndole un zapato ridículamente pequeño, un zapato que encarna todo lo que se espera que ella sea: pequeña, frágil, delicada, transparente. Pero nunca lo sabremos porque esa parte del cuento no está escrita.

La “doble jornada” tiene nombre de mujer y es resultado de la vieja división sexual del trabajo, que da por hecho que nosotras nos encargamos por amor de la casa y los cuidados familiares y personales (sin cobrar), mientras los hombres abordan la calle y las decisiones públicas (cobrando). 

El trabajo del hogar podría (y debería) ser un trabajo como otro cualquiera pero no lo es: es el único trabajo que ni tiene horario, ni tiene vacaciones, ni se puede posponer y sin embargo es el menos valorado, el invisible, el que carece de proyección social.

Según un estudio de Oxfam Intermón el trabajo no remunerado en España supone un 41% del PIB (*). Y ese trabajo no remunerado es básicamente femenino. Por lo visto las mujeres con nuestro voluntariado mantenemos casi la mitad de la economía nacional. Eso quiere decir que nos han contado el cuento justo al revés: no somos unas mantenidas sino unas mantenedoras. Ya es hora de saberlo para empezar a cambiarlo.


(*) https://tribunafeminista.elplural.com/2018/09/el-trabajo-domestico-no-remunerado-de-las-mujeres-alcanzaria-el-41-del-pib-en-espana-un-13-del-mundial/






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