ODIO A PRESIÓN
La ultraderecha se ha dedicado a acumular la leña del odio
que estos días ha incendiado Torre Pacheco. En un crescendo paulatino, primero
el PP murciano cedió ante los embates de Vox y dejó en desamparo a menores no
acompañados. Esa ha sido la vergonzosa moneda con que el gobierno regional ha
pagado el apoyo de Vox a los presupuestos. Así es como se comienza a caldear el
ambiente, aceptando que niños extranjeros sean equiparados con amenazas. Ese es
el primer peldaño de una escalada racista que ha culminado con la cacería del
inmigrante.
Esa misma semana Vox continuaba alimentando la polémica
anunciando que si llegaba al poder iba a expulsar a ocho millones de inmigrantes.
No hay tantos, pero si los hubiera y fueran expulsados ¿Quién iba a trabajar recogiendo melones,
Rocío de Meer, Abascal? Se lesionaría gravemente el tejido laboral y por tanto la economía,
como hemos visto que está ocurriendo en EE.UU. Si los inmigrantes están
aquí es porque hace falta mano de obra, de lo contrario no estarían. No están
haciendo turismo.
En Torre Pacheco precisamente se da una gran concentración
de inmigrantes por la oferta de trabajo en el campo, una oferta que incluye a
veces abuso empresarial y explotación laboral. Lo que ocurre no es casual, hay
un patrón que se aplica en las zonas de gran concentración de inmigrantes como
ocurrió hace 25 años en El Ejido, donde se dio un pogromo xenófobo similar. El
racismo tampoco es casual: es la campaña de marketing de la explotación y cumple la función de devaluar a
las personas; una vez devaluadas son más vulnerables y por tanto más fáciles de
explotar. Para la ultraderecha es imprescindible mantenerlos en una escala
inferior, hacer de ellos otra casta, que teman ser expulsados, que no se
atrevan si es que pueden, pero sobre todo que no puedan reclamar ningún tipo de
derechos.
En este ambiente se produce una agresión salvaje a un vecino
de la localidad y es entonces cuando prende la falla del odio. Si un español comete un delito
significa que hay un delincuente español; si un inmigrante comete un delito
significa que todos los inmigrantes son delincuentes. Se organiza un
linchamiento poniendo en marcha la noche de los cristales rotos en versión
panocha.
He visto gente en redes compartiendo fotos de chavales con el mensaje de estos
son los de la paliza. Y es así como de un ataque aislado hemos pasado a la
violencia masiva y organizada por la ultraderecha que lleva ya varios días en
marcha. Ellos son los que provocan, extienden y ejecutan la violencia. Se
alienta la cacería del inmigrante, grupos de ultras asalvajados acuden a Torre
Pacheco a responder a la llamada del odio, pero la prensa y el presidente de la
región hablan de los bandos rivales, una equidistancia que exculpa a los
agresores ultras.
En periodo electoral ofrecerán fórmulas para extinguir un incendio que ellos mismos
han provocado a fuerza de levantar bulos y extender bilis en redes. Y quienes
se sientan intimidados por esta situación se las comprarán.
Los discursos políticos no son monocordes, existe una
gradación de colores hasta llegar al total black que son los acontecimientos de
Torre Pacheco. Hay un discurso pseudo moderado que tolera esta violencia y que
es el que dice que nosotros también fuimos inmigrantes, sí, pero ordenados, no
como estos que son sucios y pobres, que saltan vallas y consumen recursos,
crean guetos, no se adaptan. Aquí estamos en la gama de grises imprescindible
para llegar fundido en negro que estamos viviendo.
Vox, por supuesto no ha condenado los ataques, bien al
contrario, ha acudido con una manguera de gasolina: “ya advertimos de que los
españoles se iban a hartar”. Una forma como otra de validar una violencia que
previamente han inducido con sus mensajes de odio.
Es buen momento para preguntarse cómo es posible que en la
Alemania nazi tantas personas obedecieran órdenes sin dudar. Hannah Arendt
decía que la maldad más peligrosa simplemente cumple órdenes. El mayor acto de
resistencia es pensar por uno mismo, dejar de poner la conciencia en suspenso. El
odio mediático es una máquina de fabricar asesinos. Por supuesto, se seguirán cometiendo
delitos. Cómo evitar que, si el delito no es cometido por un español, la cosa
acabe, como en Torre Pacheco, en cacería, suspendiendo con ello el estado de
derecho y toda garantía democrática, instaurando la atávica ley del más fuerte.
De hablar de expulsarlos a hablar de eliminarlos
físicamente, solo hay un paso. Y ese paso se ha dado en Torre Pacheco. El
laboratorio ultra les está funcionando de perlas en Murcia. En estos días terribles,
desearía una ser marciana en lugar de murciana.
https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/odio-presion_132_12467395.html