lunes, 9 de marzo de 2015

LUCIANO

Cuento dedicado a mi amada hija Teresa que tiene 7 años.

LUCIANO

Luciano tenía una calva amplia, brillante y conflictiva. En el autobús, en el metro daban ganas de tocarla, con la consiguiente bronca. Deslumbraba a transeúntes y automovilistas, causando algún que otro accidente leve. Al tercer choque por deslumbramiento  las autoridades se vieron obligadas  a intervenir. Un policía municipal, implicado por segunda vez en un alcance de dos coches en el que el conductor dijo haber sido cegado por un fogonazo de luz, multó a nuestro atribulado héroe.
- Caballero, póngase usted una gorra y adquiera un seguro a terceros para ese cañón  de luz que lleva en la cabeza. Así no puede seguir.
Y la mano se le iba sin querer hacia la calva.
- ¿No me irá usted a tocar?
- No, no... Decía el guardia sujetándose una mano con la otra, pero haga usted algo.
- No puedo llevar ni gorra ni nada en la cabeza porque tengo una alergia muy rara.
- Sí, lo raro va a ser la alergia. ¡Pero si tiene usted una cabeza que es como una farola municipal!.
El guardia estaba en lo cierto. No es que la calva deslumbrara, es que la cabeza de Luciano tenía luz propia y dicha virtud crecía día a día.
Cada vez se parecía más a una luciérnaga. Empezaba a no poder dormir debido al continuo resplandor.
- Será algo que está comiendo, opinó su médico con autoridad y le prohibió la limonada, los plátanos, el maíz, el trigo y sus derivados, el huevo y sus derivados, la calabaza amarilla, el aceite de girasol y las pipas.
Aquello no tuvo resultado fuera de una evidente y saludable pérdida de peso.
Sin embargo los narcisos de su jardín cada día estaban más pálidos y Luciano cada vez más luminoso.
Su médico, preocupado, le derivó a un especialista que le diagnosticó un caso grave de amarillitis luminosa galopante en el que una enzima, única en el mundo, absorbe el color y lo transforma en luz. Le recetó alejarse de seres vivos de color amarillo. Luciano no tuvo más remedio que arrancar de su jardín los narcisos, las caléndulas, la genista, las rosas amarillas... A cambio empezó a cultivar jacintos, violetas, jacarandás, jazmines azules.

La luminosidad remitió pero sólo cuando su calva empezó a volverse azul decidió Luciano abandonar para siempre la jardinería monocromática.

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