sábado, 20 de junio de 2015

EL GRAN PUCHERAZO

EL GRAN PUCHERAZO
           
            Cuando yo iba a octavo de EGB descubrí una palabra que me encantó: clepsidra, reloj de agua. Me hice una nota mental para el futuro. También por aquella época aprendí lo que era un pucherazo, aparecía en el libro de Historia: fraude electoral, una práctica decimonónica periclitada. Como asumimos que la Historia es lineal y camina hacia adelante, en mi horizonte vital me parecía más probable asistir, por ejemplo, al aterrizaje de un OVNI que ver en vivo y en directo un pucherazo clásico. Pero a estas alturas de la película hemos podido comprobar que la historia no va hacia adelante sobre raíles sino que más bien camina con pasos erráticos, a veces hacia adelante, a veces en diagonal e incluso, como ahora, hacia atrás.
           
            Anteayer 18 de Junio asistimos en el Juntamento de Hacendados de Murcia a algo que creíamos que pertenecía a la prehistoria de la Democracía: un pucherazo de los de toda la vida. Las irregularidades han sido tantas que no sabe una por dónde empezar a escandalizarse: el día 16 de junio cuando por parte de las personas que impulsamos la candidatura de Juan Alcaide se llevaron a la Junta de Hacendados los votos conseguidos, se descubrió que, aunque el Juntamento se había convocado el 28 de Mayo, la candidatura oficialista llevaba recogiendo votos desde Febrero, aprovechando otra votación convocada para Marzo. Llegaron a decir en la propia Junta que no iban a mandar a los acequieros a recoger votos dos veces, que con un viaje ya se despachaban. Para ellos el fraude electoral es, sencillamente, algo natural y cotidiano.  Toda la vida he oído que el huertano es muy desconfiado y me pregunto ahora dónde estaba esa desconfianza mientras les pulían con un solo gesto el agua, el dinero y el futuro de las generaciones venideras mediante esta sencilla fórmula:
-       Firma aquí
-       ¿y esto pa qué es?
-       Pa que no nos falte el agua ni nos falte de ná.
E iban y firmaban. La ignorancia y la avaricia son una combinación letal.
           
            La Huerta pierde su identidad cuando se entuba, queda reducida a una caricatura de sí misma, un recuerdo para un desfile hortera, los coros y danzas del franquismo, una parodia que exhibir en el Bando de la Huerta. Sin vida no hay  identidad, sólo una máscara mortuoria. Sólo si el agua corre por los brazales, los limoneros verdes y amarillos darán sombra, en esa imagen bellísima y única que tan bien sabe fotografiar María Manzanera. Sólo el agua hace posible la altura y el perfil de la palmera en medio de un huerto. Sólo con agua son posibles los bancales de habas o de tomates. En la huerta, sólo el agua nos da identidad. Desde luego no el cemento ni el hormigón ni las urbanizaciones semivacías que están convirtiendo este paisaje irrepetible en un polígono industrial. Sin identidad, cómo sabremos qué somos. Sin identidad, qué somos.


            Las acequias han sido y son una hermosa clepsidra que ha estado marcando el ritmo de la vida en la huerta durante cientos de años. Hay un hatajo de cafres que quieren ahogar esa vida echándole por encima una espesa capa de hormigón, pero de ahora en adelante no les va a resultar fácil porque hay mucha gente vigilando y trabajando para que eso no vuelva a ocurrir, hay muchísimas personas que quieren darle la vuelta a la clepsidra para que su ritmo de agua siga siendo el diapasón de nuestra vida. 

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