miércoles, 21 de octubre de 2015

¿POR QUÉ MUEREN LAS MUJERES?

¿POR QUÉ MUEREN LAS MUJERES?

Cuando opinamos lo hacemos pensando que las ideas que nos surgen son originales y únicas, que las generamos nosotros a partir de la información de que nos dotamos. Sin embargo creo que es muy difícil que nuestras opiniones se despeguen del magma cultural en que estamos inmersos. Hay innumerables transmisores culturales que no detectamos y que terminan por conformar nuestros pensamientos, opiniones y finalmente nuestro comportamiento:

La bofetada que le da a Glenn Ford a una bella, bellísima Rita Hayworth en Gilda, debe pertenecer cinematográficamente a la escuela de Eisenstein y su concepto de cine-puño (en este caso, casi literalmente) porque una vez olvidado el argumento de la película en todas las mentes permanece grabada esa imagen que nos dice que él, el agresor, es un hombre serio y formal y que ella es una casquivana así que, qué importa por qué le ha pegado, seguro que se lo merecía. Al mismo tiempo confiere a la violencia contra la mujer una enorme carga de glamour, de acto conveniente y très comme il faut. Pero la violencia fuera del cine no es bella, no es glamourosa, no es brillante, contiene gritos, sudor, mocos, lágrimas, sangre; es fea, es retorcida, aunque eso ya da igual porque ese acto despreciable ha quedado legitimado por la vía de la estilización artística. El hombre que golpee a una mujer podrá verse a sí mismo como Glenn Ford, aunque sea Torrente.

En el siguiente ejemplo, el tardofranquismo nos recordaba en una inocente canción infantil cuál era nuestro sitio en la sociedad:
Lunes antes de almorzar
Una niña fue a jugar
Pero no pudo jugar
porque tenía que planchar
Y así sucesivamente día a día, tarea a tarea, hasta llegar al domingo, día del Señor, en que la niña tampoco pudo jugar porque tenía que rezar. Hasta Dios descansó el séptimo día, pero las niñas no descansaban; no podían, las estaban observando:
Así planchaba, así, así
Así planchaba que yo la vi.
Explotación infantil, discriminación de género y adoctrinamiento religioso en una sola pieza. Le añades una musiquilla pegadiza y el mensaje envenenado va directo al hipotálamo.

De la misma época es una canción de Trigo Limpio que merecía pasar a la historia como himno sadomaso. La frágil solista del grupo cantaba:
Rómpeme, mátame
Pero no me ignores  vida mía.
Prefiero que tú me mates
Que morirme cada día
La construcción del amor romántico, una convención como cualquier otra, deja a la mujer a merced de la violencia patriarcal. Éste es sólo un ejemplo pero en general este discurso dota al amor romántico de categoría absoluta mientras que la vida, en el caso de la mujer, sólo tiene categoría relativa. Si integramos dicho discurso ya estamos listas para morir a manos de nuestros hombres, como en esta canción.

De ahí venimos y así nos va. Por suerte cada vez tenemos el ojo y el oído más entrenado para detectar estos troyanos y evitar que nos colonicen.


Aunque lo que cuento aquí no explica por sí solo por qué mueren las mujeres a manos de sus compañeros creo que es una pieza nada desdeñable de este puzzle siniestro.

1 comentario:

  1. Como siempre genial. Otra canción que de pequeñas cantábamos con alegría decía así ; Don Federico mató a su mujer ,le puso sal y la puso a cocer ,algo así ,no me acuerdo exactamente., la cantábamos mientras saltábamos inocentemente a la comba. Madre mía que barbaridad

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