domingo, 13 de diciembre de 2015

LA HONESTIDAD DEL PP

LA HONESTIDAD DEL PP
Soraya SS ha dicho que debemos asumir que nuestros hijos vivirán peor que nosotros, que nos vayamos haciendo a la idea. Queda entendido que cuando dice “nuestros hijos” habla de forma retórica porque todos sabemos que los hijos de ella no perderán calidad de vida, antes al contrario. Comprendemos bien que se refiere a tus hijos y los míos cuando habla de un futuro incierto y nos dice que nos vayamos acostumbrando a no verlos prosperar, a que vivan con un salario de miseria y a que no puedan abandonar el hogar paterno. O a que emigren como nuestros padres (los tuyos y los míos, no los de Soraya).
Va contra natura pedir a una generación que acepte que la siguiente va a vivir en peores condiciones, pedir a unos padres que se resignen a que sus hijos vivan peor. Y digo que va contra natura porque los padres tenemos unas expectativas sobre nuestra descendencia y uno de los mayores dolores de esta vida es ver esa expectativa frustrada. La especie avanza porque cada generación supera a la anterior. Lo natural es abandonar esta vida con la esperanza de haber dejado un mundo un poco mejor de aquel en que crecimos y con la satisfacción de haber contribuido en algo a esa mejora.

Lo que pide Soraya SS es una infamia y aceptarlo sería una cobardía por no decir una monstruosidad. Lo peor de todo es que estas declaraciones son un alarde de honestidad. Avisados quedamos. En más de una ocasión hemos oído decir a dirigentes del Pp que sobran universitarios, sólo les ha faltado decir que faltan limpiabotas, porque estamos destinados a ser un país de subempleos. Esta estafa que ellos llaman crisis habrá sido como un tsunami que nos habrá sacado a todos en materia laboral de nuestras dignas casas de protección oficial (cuyo valor irá a manos de las grandes empresas transnacionales contra quienes las pymes jamás podrán competir) para alojarnos en barracones prefabricados y cuando hasta hace poco el discurso dominante nos decía que al final de la crisis volveríamos a nuestros hogares laborales para hallarlos como los dejamos, ahora nos desvelan la cruel verdad: nos quedaremos a vivir para siempre en los barracones. Nuestros hijos no conocerán otra realidad que no sea el trabajo de horas extenuantes a cambio de sueldos de trabajador asiático. La indemnización por despido, las horas extras, los convenios laborales, serán hermosos cuentos de un esplendor pasado que contarles a nuestros nietos. Y nos piden resignación, que nos acostumbremos, que lo asumamos, cuando en realidad lo que debemos hacer es dejarlos a ellos en la calle y tomar el poder, por nosotros pero sobre todo por nuestros hijos. Y sí, sí se puede.

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