sábado, 14 de mayo de 2016

"Cada noche, cada noche"

“Cada noche, cada noche”

La última novela de Lola López Mondéjar, que se presentó en marzo y ya va por su segunda edición, no puede dejar indiferente. Primero porque es un gran libro y segundo porque abre un debate imprescindible en nuestra sociedad: devuelve al personaje literario Dolores Haze, Lolita, al lugar que le corresponde, porque así fue concebida por su autor, e interpela al lector a propósito de una interpretación interesada y torticera del personaje, el mito de Lolita, la niña seductora, generado artificialmente.

Lola ha sido muy valiente al enfrentarse a esta obra magistral (¿cómo puede Nabokov escribir con tal maestría en un idioma que no es el suyo?) y dialoga con el clásico a la vez que planta cara  a la lectura interesada que de éste ha hecho el patriarcado. Se ha llamado historia  de amor al relato de la violación continuada a una niña de 12 años. Se ha hecho de una niña abusada, una femme fatale inmadura. Ninguna de esas lecturas está en el libro de Nabokov. Su protagonista Humbert Humbert, que no pretende engañarse ni engañarnos, dice de Lolita: era mi niña-esclava.  Además cuenta, tal como titula el libro de Lola, que la niña lloraba "cada noche, cada noche". No hay un solo indicio en toda la novela que indique que Lolita tenía intención alguna de seducir a su padrastro. Al contrario, se relata con amplitud que se trata de una huérfana sin ningún otro vínculo familiar que no sea este hombre, un pederasta atormentado y obsesionado, que recorre el país con ella, evitando permanecer mucho tiempo en un lugar para no generar relaciones vecinales que puedan llegar a sospechar del vínculo e impedir también que la niña haga amistades que la alejen de él. Humbert Humbert se considera a sí mismo un monstruo y hace el relato, hermosísimo literariamente, de una monstruosidad.

Me interesa mucho lo que Lola López Mondéjar ha conseguido desde un punto de vista literario: ha rescatado a Lolita del peso de la ignominia, le ha prestado voz a ella que nunca la tuvo y le ha dado su lugar. Pero me interesa aún más lo que consigue desde un punto de vista humano porque el personaje es el trasunto de una niña real, proyecta a una niña real. Cuando alguien sufre un robo se siente agredido, frustrado e impotente pero no culpable, porque es la víctima. Sin embargo cuando una niña (o una mujer) es violada se siente en primer lugar avergonzada y culpable y después viene todo lo demás. Nutren ese sentimiento interpretaciones como la que históricamente se ha hecho de Lolita y a la que ahora Lola López Mondéjar se enfrenta en su novela. Dicha lectura está en la sociedad y las mujeres también hemos integrado y naturalizado el discurso machista. Ni nos dábamos cuenta. Hallamos esa interpretación en la película homónima de Kubrick, que abunda en la seducción que sufre un hombre cuarentón por parte de una niña, y con la que Nabokov nunca estuvo de acuerdo. También en la canción de Police "Don’t stand so close to me"  que cuenta que un profesor es seducido por una alumna a la que le dobla la edad. Todos los transmisores culturales nos recuerdan que, si somos agredidas, la culpa es nuestra.  Admitir que una niña seduce a un hombre adulto es descargar de responsabilidad al victimario y depositarla en la víctima. El libro de Lola le pega un hachazo a ese árbol de fruta envenenada. El debate que debe venir gracias a "Cada noche, cada noche" tiene que derribarlo.

Deseo profundamente que a partir de esta novela Lolita deje de significar: niña erotizada que seduce a hombre de edad, el cual no puede evitar caer en sus redes y pase a significar lo que es en realidad: niña pre púber acosada, abusada o violada por señor mayor obsesionado por las nínfulas. Porque eso es Lolita y así lo escribió Nabokov.


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