domingo, 10 de septiembre de 2017

PATIO DE COLEGIO

PATIO DE COLEGIO

Cuando estaba en la universidad tenía unos amigos que vivían en Murcia, en un piso en la calle Úrsula, un cuarto sin ascensor cuyas ventanas daban sobre el patio de un colegio. Desde la altura de esas ventanas se podía ver con una increíble nitidez el reparto del espacio: los niños lo ocupaban prácticamente todo jugando al fútbol, corriendo al pillao, dándose balonazos al balón prisionero. Las niñas quedaban arrinconadas en un espacio mínimo y jugaban a cosas mínimas o al menos tan pequeñas que desde un cuarto piso no se podían apreciar. La visión era poderosa (valdría como ejemplo del cine-puño de Eisestein) tanto que me ha acompañado durante casi treinta años.  Yo no lo supe entonces pero lo que estaba viendo en aquel momento era una panorámica del patriarcado. Fue así el primer día y el siguiente y todos. Los niños ocupaban todo el espacio todo el tiempo.
Esos niños y niñas de entonces son ahora hombres y mujeres y sin embargo, aunque desde luego sin sorpresa, el reparto de los espacios en sociedad sigue siendo muy similar al del patio del colegio. A pesar de que hay tantas universitarias como universitarios  observamos cómo los puestos de poder los siguen ocupando hombres en un abrumador porcentaje. En la apertura del año judicial hace unos días no había ni una sola mujer, a pesar de que las mujeres son a día de hoy el 52% de la judicatura. La revista Forbes publicaba en febrero de este año una lista con los mejores CEOs de 2016, una lista de 50 directivos entre los que solo se encontraba una mujer. Eso es un mísero 2%. En el Festival de  Venecia, de 21 películas presentadas, sólo una es de una directora. En este contexto vemos cómo la precariedad laboral se ensaña especialmente con las mujeres. Del mismo modo sabemos que la brecha salarial hace que las mujeres cobren aproximadamente un 25% menos que los hombres por el mismo trabajo. Todo esto nos entristece pero no nos extraña porque seguimos viendo películas en el cine y en la televisión que son una continúa épica masculina donde la mujer que aparece se podría sustituir tranquilamente por una lámpara bonita sin que el argumento se viera alterado de forma sustancial. Escuchamos canciones recién creadas que sostienen y alimentan el antiquísimo relato de la mujer objeto. Bailamos con unos videos musicales en los que el chico de la canción es el sujeto dominante y se presenta revestido de todos los atributos de dignidad y autoridad mientras las chicas aparecen reducidas a culo y tetas. Nos machaca una publicidad que en ocasiones (y estoy pensando ahora en anuncios de moda o de perfumes) parece haber perdido el norte por completo. Así se repartían los espacios en el patio del colegio y así se reparten en el mundo adulto, que no es sino un reflejo y una continuación de la educación que hemos recibido y de la información que seguimos recibiendo a través de los medios.

Con ese panorama no resulta raro que, siguiendo un observatorio realizado en nuestra región por el Colectivo +mujeres, del que formo parte, el porcentaje máximo de presencia de las mujeres en el ámbito de la cultura no supere el 18% en ningún caso y que los porcentajes sean, en general, extraordinariamente desalentadores. La escasa presencia femenina en puestos de toma de decisiones no se corresponde sin embargo con los resultados académicos ya que las chicas suelen obtener mejores notas que los chicos. Lo digo antes de que salga algún fan de Pérez Reverte o Javier Marías a decirme que eso será porque no han hecho méritos o no tienen talento. El problema es que a nosotras se nos educa en la aceptación de ámbitos reducidos y a los hombres, por el contrario, se les educa en la conquista de todos los espacios: el físico, el social, el político y  el cultural. Por eso son tan necesarios los agentes de igualdad en los colegios e institutos. Desgraciadamente la falta de voluntad política y de asignación de recursos dejó a la ley que lo preveía (Ley Orgánica 3/2007), considerada pionera e integral en esta materia, en papel mojado. Aún así no debemos cejar, es imprescindible educar para que el patio del colegio, que luego será el mundo, esté repartido de forma equitativa. De eso va el feminismo.

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