domingo, 12 de noviembre de 2023

OPERACIÓN INVESTIDURA

OPERACIÓN INVESTIDURA

Feijóo aprovechó bien la investidura que sabía que iba a perder: se ganó a su propio partido y al de Abascal, que era a lo que iba. Los suyos le esperaban de pie y le recibieron con una ovación cerrada, como a una estrella de rock. Cualquiera diría que se los hubiera ganado igual declamando el monólogo de La venganza de don Mendo, pero sabemos que es mejor que no se confíe demasiado porque el PP es un partido que aúpa y defenestra líderes sin pestañear.

El día anterior, durante la manifestación en Madrid para subir la autoestima del líder, mostraban carteles donde se podía leer el extraño lema “Feijo fijo”, con más entusiasmo conservador que acierto ortográfico; un slogan con menos futuro que la investidura del homenajeado.

Durante su discurso, como era de esperar, volvió a dar la tabarra con lo de la lista más votada (que sí, caballero, tomamos nota, ha ganado usted las elecciones, qué tostón). Por muy obvio que resulte hay que volver a recordarlo: en una democracia parlamentaria no gobierna la lista más votada sino la que más apoyos suma en el Congreso. ¿Acaso no se sabe las reglas del juego al que está jugando?

En alemán Stimme significa voz y también significa voto (algo que no ocurre en ningún otro idioma que yo conozca), en un prodigio de precisión de esta lengua tan bella y endemoniada como precisa. 

Los votos son voces, voces a veces serenas, a veces indignadas, a veces distorsionadas. A veces más que voces parecen aullidos o rebuznos o cacareos. Pero siempre reflejan el ánimo del pueblo que vota. Hace veinte años las voces eran más unánimes, hoy son más diversas, pero siguen siendo fieles al carácter de la sociedad que las emite. También por ese motivo no es válido el argumento de la lista más votada como partido ganador. Porque ese partido ganador tiene que mezclar sus voces con otras. Si no es capaz, la polifonía que es la política no funciona. Y se tiene usted que quedar en el banquillo de la oposición por mucho que patalee, señor. Impugnar este principio equivale a impugnar la base de nuestra democracia. Para luego ir presumiendo de demócrata y constitucionalista. Por no hablar de su corta memoria o amplia caradura cuando olvida los numerosos casos en los que la liga PP-Vox ha impedido que gobierne el Psoe, vencedor en las urnas. Oscar Puente se encargó de recordárselo, de ganador a ganador.

También se atrevió a decir que él no es presidente porque no quiere, porque si transigiera con Junts, obtendría sus votos, como si no supiéramos que los votos de Vox y los de Junts son mutuamente excluyentes. Pero él lo intentó por si colaba. Y es que los chulos no se caen, se tiran.

Acusó al gobierno y sobre todo a Sánchez de ceder, transicionar y negociar, cuando ellos han cedido hasta cruzar líneas rojas que sus propios presidentes autonómicos no estaban dispuestos a saltarse. Y si no que se lo digan a María Guardiola.

La política cambia porque cambia nuestra sociedad, cambiamos nosotros y nuestro modo de relacionarnos. Es posible que no volvamos a ver las grandes mayorías de hace veinte y treinta años, esas mayorías que luego gobernaban con una apisonadora y no negociaban con nadie porque no les hacía falta. Un parlamento multicolor es distinto a uno apoyado sobre dos columnas y, por supuesto, mejor reflejo de nuestra sociedad actual. Más difícil de gobernar, pero más ajustado a las voces que la conforman. Feijóo no lo ha entendido y alude todo el tiempo al espíritu de la transición, a los grandes pactos (curiosa nostalgia, cuando él sólo puede pactar con Vox), a otro tiempo pasado que según él fue mejor. Es esa misma nostalgia la que le lleva a él y a los suyos a echar mano del comodín de ETA (esa que dejó de existir en 2011) a cada paso. Afortunadamente Txapote ha salido de escena, visto el mal rendimiento que le han sacado. Feijóo parece estar perdiendo el tren de los nuevos tiempos, no es capaz de adaptarse al Zeitgeist. Habría que recordarle que lo que no se renueva termina por morir.

El líder de la oposición tiene en una mano el megáfono de insultar a Perrosanxe y en la otra el teléfono para proponerle pactos. Si no ha conseguido centrarse es porque ha vivido en una dualidad desgarradora todo el tiempo: ha comprendido que debe emitir un discurso menos ultra (es el extremismo el que le ha impedido ganar los votos necesarios para ser presidente), pero al mismo tiempo es rehén de Vox. De la misma manera tampoco sabía si acudía a esta investidura en calidad de presidenciable o de jefe de la oposición. Para este segundo viaje, por cierto, no hacían faltan las alforjas de la designación del rey. Ha querido hacerlo así para crecer frente a un electorado que empezaba a ponerse nervioso (y susurrar “Ayuso” por el conducto del aire acondicionado), cosa que parece haber conseguido después de un par de meses dando volantazos. En pocos meses Feijóo ha ganado perdiendo y ha perdido ganando, una esquizofrenia difícil de sobrellevar. Y el partido no ha hecho más que empezar. 


https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2023/10/04/operacion-investidura-92883104.html




No hay comentarios:

Publicar un comentario