jueves, 20 de marzo de 2014

TELECARIDAD

TELECARIDAD
            Los tiempos cambian, es verdad, pero sorprende lo mucho que evoluciona la tecnología y lo poco que varía el reparto de la riqueza. Ahora se pide limosna por la tele, esto es el futuro señoras y señores. Estamos en el siglo XXI, hemos cambiado de milenio, eso se tiene que notar, la mano pedigüeña vista en un monitor de plasma, las miserias ajenas asomándose a millones de hogares y viceversa. Qué vergüenza si hubiera quien la pasara, como dice mi querida tía Antonia, está claro que en RTVE la vergüenza se ausentó sin dejar señas, de lo contrario no habría un profesional que colaborara en esa cosa incalificable que se llama "Entre Todos"  y que emiten en la 1. Se trata de pedir limosna por la tele, no es otra cosa. Ya habíamos visto cosas parecidas. Por ejemplo el rastrillo “Nuevo Futuro”, esa cita solidaria. No lo digo yo, lo dice Lecturas. Esta fundación presidida por la hermana del rey, donde una panda de ricos podridos en toda la extensión de la palabra junta cuatro duros para que los pobres se puedan comer una naranja de postre. Cita solidaria le llaman porque hasta ellos saben el tufo rancio que tiene la palabra caridad. Vendiendo una sola de las estolas de visón que llevan las señoras podrían cerrar el chiringuito, pero entonces se perderían esa sensación de creerse buenas personas, que es tan adictiva entre cóctel y cóctel, perderían la ocasión de hacerse fotos para hacernos creer al resto que de verdad, con sus millones y todo, son buena gente. La caridad apesta, esos telemaratones, el “Nuevo Futuro” poblado de ladrones, corruptos y enemigos de lo público apesta, ese empeño a fecha fija de acordarse de los pobres mientras éstos se acuerdan de la madre que los parió a ellos durante todo el año es la peor forma de hipocresía. La caridad es un acto que se ejerce de forma vertical en el cual el que dona es ensalzado y el que recibe es humillado, el donante da algo de lo que le sobra mientras que el receptor lo acepta porque más vale humillación que hambre, aleja ambas posiciones, evita que nada cambie, dejando al mismo tiempo al donante la sensación gratificante de haber hecho una buena obra y al receptor la sensación de vivir al albur del capricho caritativo de los que tienen todo. Por contra la solidaridad es un acto horizontal en que se comparte y en el que se pretende equilibrar una situación injusta.
             Y hoy vemos al show business sacándole partido a la crisis en la chufa esa de “Entre todos”, que de todo se puede hacer negocio si sabes cómo y no tienes escrúpulos. Vi en un bar mientras comía un trozo de programa, una anciana pidiendo para un plato de ducha, me recordó a un viejecico que pedía hace muchos años para un sonotone sentado en un poyete de Zara, sólo que el viejecico tenía mucha más dignidad, infinitamente más, allí no había tele. Desplazan una unidad móvil a casa de la anciana. Cualquiera sabe que el coste de dicho desplazamiento daría para cambiarle el plato de ducha y alicatarle el baño hasta el techo, pero no, porque no se trata de hacer labor social sino de dar espectáculo. No oigo la tele pero por lo visto la gente llama y hace pequeñas donaciones, limosnas, vaya. Cada vez que hay una llamada el público se levanta y aplaude enfervorecido. Y una desearía que se la tragara la tierra de pura vergüenza ajena. O mejor, ya puesta a ser apocalíptica, que se los trague a ellos y acabe de una vez con esta otra forma de miseria que es la telecaridad.


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