sábado, 21 de junio de 2014

LA NIÑA LEONOR

LA NIÑA LEONOR
Bueno, a ver si acabo ya con el culebrón Borbón, que me está quedando más largo que Falcon Crest. Pero una última idea que la tengo ahí en la cabeza, dando tumbos de un lado para otro, como una abeja en un frasco de cristal, golpeándose contra una realidad dura pero invisible a sus ojos compuestos. La niña Leonor. En un alarde inédito de modernidad en esta institución rancia como pocas, van y postulan a una niña de ocho años para ser educada como capitana general de todos los ejércitos. La monarquía es una institución impuesta al pueblo, lo cual es un atraso. Pero a la niña Leonor le va a imponer una vida, lo cual es un atraso y una crueldad. Si yo fuera la madre estaría llorando noche y día de ver a mi hija presa de un destino que no ha elegido. ¿Y qué si la niña quiere ser relojera? ¿Y qué si la niña quiere ser maestra, barrendera, pintora, magistrada, escritora, cocinera, tornera fresadora, bailarina, cómica de la legua? ¿Y qué si quiere ser agente comercial, profesora de biodanza, astronauta, peluquera, albañila, monitora de yoga? ¿qué hay del humano libre albedrío? ¿No le importa a nadie? ¿No les importa al padre y a la madre? ¿No hay nadie que tenga piedad de esa niña? ¿Está condenada a seguir una carrera militar, así, por mandato divino, el mismo mandato que la hará ser jefa de estado si este pueblo soberano no lo remedia, del mismo modo que la abeja reina está condenada a ser reina y la abeja obrera a ser obrera, por mandato genético? Pobrecita niña. Pobrecito pueblo. Ambos masticados por las fauces de un aparato inmisericorde que impide a las personas y a los pueblos decidir ser lo que quieren ser.

Ella no lo sabe, quizás no lo sabrá nunca, pero su liberación corre pareja a la república. Pero eso no será nunca posible porque es rea de un complejo y carísimo síndrome de Estocolmo que se puso en marcha el día que nació  y en virtud del cual ella devendrá en colaboradora. Así es la monarquía.

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