EDUCACIÓN SENTIMENTAL
Probablemente los millenials no sepan
lo que es una fotonovela pero quienes tengan edad como para distinguir un bic naranja de un bic cristal seguro que sí. Aquí va una pequeña explicación: las
fotonovelas eran revistas pornográficas, solo que en este caso se trataba de
pornografía emocional. Eran la precuela de las telenovelas en las que la
narración era a base de foto fija. Y siempre terminaban en boda. En eso
consistía nuestra educación sentimental a partir de la adolescencia. Si en la
infancia nos educaban (además del ejemplo de nuestros mayores, raramente
igualitario) los cuentos de hadas, con toda su carga de tradición patriarcal, a
partir de la adolescencia la educación sentimental y sexual que producía la
cultura de masas era para las chicas las fotonovelas y para los chicos el
porno.
Había una fotonovela muy popular que se titulaba “Cuerpos y almas”. Tenía lugar
en un hospital: todos los médicos eran hombres, todas las enfermeras mujeres.
Imposible concebir siquiera que pudiera ser en algún caso a la inversa. Eran
tan ñoñas y rancias como primario y brutal es el porno. Sin embargo había
muchas coincidencias entre las fotonovelas y las revistas porno. La más notable
es que, en ambos casos, ellas siempre dicen sí. Con estos ejemplos se nos
educaba a nosotras en que lo natural era decir sí a un hombre (y por tanto lo
antinatural era no ser complaciente) y a ellos se les educaba en que una mujer
como mandan los cánones siempre está disponible. De hecho, tradicionalmente
siempre se ha asumido que cuando una mujer dice sí quiere decir sí y cuando
dice no también quiere decir sí. Con la educación recibida se negaba a las
mujeres la capacidad de decidir sobre su persona, haciéndonos aceptar la
condición de subordinadas a los deseos masculinos. Y así hemos llegado al siglo
XXI teniendo que explicar que no es no
y solo sí es sí.
Todos los transmisores culturales contenían este mandato: los programas de
televisión, de radio, las canciones, la publicidad. Hasta la poesía. Neruda, en
su archiconocido poemario "Veinte poemas de amor y una canción
desesperada" decía: me gustas cuando
callas porque estás cómo ausente, que aunque está expresado de forma bella,
el mensaje que contiene no es tan distinto del que encontramos en una reciente
canción de reguetón de Cali y el Dandee titulada “La Muda”:
Quiero una mujer bien bonita callada que no me diga naaa
Que cuando me vaya a la noche y vuelva en la mañana
No digaa naaa
Que aunque no le guste que tome se quede callada y
No diga naa
Quiero una mujer que no digaa naa
Naaah naaah naah naaaah naaah naaah
En el mismo poemario de Neruda encontramos un verso aún más inquietante: para tu libertad bastan mis alas. A nadie se le escapa que el dueño de las alas es el que decide el destino del viaje.
Hace cuarenta o cincuenta años las adolescentes se educaban
para ser complacientes porque así lo exigía la norma social, cultural y
religiosa. El mandato de estar disponibles era casi por coacción. En el caso de
las adolescentes y las jóvenes de hoy en día también deben estar siempre
disponibles, pero en este caso es porque ellas quieren sin que sean capaces de
percibir que los transmisores culturales que las rodean las conducen hacía esa
decisión que ellas creen voluntaria. En ambos casos se establece como
prevalente el patrón de deseo masculino urgente e inaplazable, carente del
fundamental componente de encuentro humano, en el que se concibe al otro en
función de lo que se puede obtener de él (en la adolescencia y primera juventud
básicamente satisfacción sexual). No hay más que ver unos cuantos vídeos
musicales del repertorio mainstream
para observar este hecho con claridad.
Si a nosotras nos educaron las fotonovelas, uno de los productos de la cultura de masas que educa a las chicas jóvenes de hoy es el reguetón y es como si estuviéramos en un bucle de interminable machismo. En el caso de los chicos, antes como ahora, el modelo educativo afectivo-sexual sigue siendo el porno. Porque las fotonovelas han desaparecido (cosa que nadie lamenta), pero el porno permanece.
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