viernes, 21 de junio de 2013

PEQUEÑA CORRUPCIÓN

PEQUEÑA CORRUPCIÓN
Ayer llega Juan a casa y me dice que ha estado en un organismo público y al salir se han tomado un café él y sus compañeros en un bar. El camarero les debe haber oído hablar y comprendiendo que eran miembros de una junta directiva pública, al ir a cobrarles la cuenta les ha dicho: “¿qué les pongo, 18€ ó 180€?”. Hace unos días, en otro bar donde salen a desayunar mientras trabajan, el camarero les dijo que la cuenta eran 9€, les cobró 9€ y les dio (sin mediar palabra) una factura por 25€. Al parecer era el modus operandi de la anterior junta directiva. Evidentemente, si Juan y sus compañeros aceptan estas facturas hinchadas, pueden sacar de caja la diferencia entre lo pagado y lo facturado y guardársela en el bolsillico de los pantalones, ganando así un jugoso sobresueldo (en el caso de que tuviera sueldo, que no tiene). Y cambiando de tercio sin cambiar de tema, Juan había ido a este organismo porque había detectado una adjudicación ilegal de agua a un terrateniente. Le pide la documentación pertinente al funcionario (que era perfectamente consciente de este hecho corrupto) y éste le pone todo tipo de trabas para facilitarle los documentos. Y así, de poco en poco y de mucho en mucho es cómo se va verificando el saqueo de lo público. Entre los que alimentan la pequeña corrupción, como los camareros, porque de ese modo se aseguran un cliente y los que tienen miedo de disgustar a sus jefes, como el funcionario, cuyo deber hubiera sido denunciar él mismo ese caso, se va generando un caldo donde la corrupción crece a sus anchas.
Estoy segura de que el camarero de hoy y el camarero del otro día y el funcionario se echan las manos a la cabeza, toman el cielo con las manos y maldicen y juran en arameo contra el caso Urdangarín, el caso Gürtel, los papeles de Bárcenas, los ERES de Andalucía…y para qué voy a seguir. Pero la corrupción se sustenta en una base muy amplia, de pequeñas o grandes complicidades, de pequeñas o grandes connivencias que alimentan una red clientelar que alcanza a todo aquello relacionado con lo público. Porque el verdadero problema de base es que lo público, lo que es de todos, en realidad se percibe, por falta de educación ciudadana, como que no es de nadie. Como un paraguas tirado en un banco del parque, pues qué vas a hacer, te lo llevas a casa. Lo mismo que haría otro en tu lugar.

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