viernes, 2 de mayo de 2014

DOS DE MAYO

DOS DE MAYO

Notas del UNO DE MAYO. Me deja el día de ayer varias sensaciones que se van superponiendo:
            La primera es la de haber faltado a un deber ciudadano, porque no fui a la manifestación. Había vuelto de un viaje de tres días la tarde anterior y sentía la necesidad de quedarme en casa. Pero eso sí, con remordimiento de conciencia, como si eso le sirviera de algo a alguien, como si por sentirme culpable rebajara en algún grado el pecado de haber faltado a la mani. En fin, educación judeocristiana polivalente, lo mismo te arruina la cita con un primer novio que un día de descanso en casa.
            La segunda es esa manía mía de meterme con todo y de comparar cosas que no son equivalentes a menos que te empeñes: noche de fútbol, gana el Madrí, la peña se viene arriba, coches atronando las calles con los claxons. Y una no puede evitar pensar: si se pusiera el mismo ardor (ojo, el mismo digo, ni siquiera estoy diciendo más) en reivindicar derechos que en celebrar el fútbol, al capitalismo salvaje le quedaba una tarde. Pero no, al personal se le va la fuerza por la boca con el oe, oe, oe, oeeee y ya no queda para el no es una crisis, es una estafa. Para eso sirve el fútbol: si uno tiene ganas de gritar, que lo haga en el campo de fútbol; si se indigna con alguien, que sea con el árbitro; si se tiene que liar a hostias, que sea con el del equipo rival. Es violencia igual, pero no pone en cuestión el sistema. Los clubes de fútbol españoles están endeudados hasta las cejas, deben hasta de callarse, pero no pasa ná, lo último que dejara de funcionar en esta olla a presión es la válvula de escape. Tenemos fútbol para rato.
            La tercera me toca de cerca: mi sobrina, higienista dental, nos cuenta que deja un trabajo de cuatro horas al día en el que estaba provisional porque el jefe le ofrece cobrar a 7 Euros… al día. Sí, no es una errata. Siete euros al día con todos sus céntimos sin faltar ni uno, por un trabajo a media jornada. Ya estamos más cerca de los tiempos de la primera revolución industrial. Y el hombre no tiene pegas, no pasa nada, ya vendrá otra u otro que necesite el trabajo más que tú, que comer hay que comer todos los días. Sí claro, pero pidiendo en la puerta de una iglesia sacas más. Empresarios amparados por una reforma laboral que entrega a la clase trabajadora como botín de guerra de una lucha de clases de la que sólo una parte conoce la existencia.  Resumiendo: ¿tienes para comer?, ¿sí?, ¿pues qué más quieres?, otros no tiene ni eso.
            Y la cuarta y última, generalizando, es la constatación de cómo la estrategia del shock funciona. El miedo se instala en el corazón y a la cabeza le vale cualquier coartada para justificar al empresario y sus triquiñuelas cuasi legales para rebajar los derechos de los trabajadores, como en una partida de póker de un veterano tahúr contra un pringao que se juega lo que lleva puesto. Y pierde el pringao, claro.
            La reforma laboral permite cerrar fábricas que podrían seguir trabajando: el empresario vacía de contenido la empresa, cambia los huevos de nido, se apargata. Los trabajadores llevan dos o tres meses sin cobrar y con eso se van a la calle. ¿Qué arriesga el empresario?, aquí el único que arriesga es el que pone su fuerza laboral en manos de otro, porque a este otro la ley le permite cerrar el chiringuito si no gana lo que cree que debe ganar (y este es un terreno para discutir ampliamente) y sin embargo el trabajador se ha quedado sin nada y no tiene quién le defienda.  No hay equilibrio de fuerzas. Ya no.


Y este, queridos y queridas, ha sido mi Uno de Mayo, ¿el vuestro qué tal?

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