lunes, 27 de abril de 2015

UNA DE CORRUPCIÓN

UNA DE CORRUPCIÓN
Estoy bastante descorazonada a la vista de los últimos acontecimientos políticos. Con todo el fango (utilizo esta palabra para que veáis lo fina que soy) que rezuma el partido del gobierno, desde Génova renovada en negro hasta nuestro alegre convecino Martínez Pujalte, que mira por dónde, quién se lo iba a esperar, es otro chorizo, todo este fango a la vista, digo, y la gente les volverá a votar. Primero nos costó creer que eso de la corrupción generalizada fuera algo que tuviera que ver con nosotros, pensábamos que era sólo cosa de países tercermundistas. Y ahora que la corrupción tiene una sección fija en el telediario como el tiempo o los deportes, tampoco parece que esto esté siendo demasiado pedagógico. Oigo comentarios por la calle que me hacen echarme a temblar porque comprendo que es muy posible que nos queden algún par de décadas más de comprensión ciudadana hacia la corrupción institucional, algo que, como es bien sabido, la sostiene y alimenta. Oigo cosas del tipo:
-        “esto de la corrupción existe desde los tiempos de los romanos”, mensaje cifrado que viene a significar: nos aguantamos porque esto ha sido y será siempre así y no se puede hacer nada. Mentira, sí que se puede, de momento podemos callarnos estas tonterías que le hacen el caldo gordo al statu quo.
-       También he oído: “bueno, es que si un político que está haciendo su trabajo va y se lleva unos cuantos millones, pues es lo normal”. Mentira, eso no puede ser normal más que en Chicago, años veinte. A menos, claro, que queramos vivir en este sistema que privilegia a los ladrones con la comprensión de los desposeídos.
-       Y por supuesto no ha faltado: “si tú estuvieras ahí, harías lo mismo”. Mentira y gorda. A mí no me metáis, porque yo no lo haría. Ni tú tampoco. Pero el que lo dice seguramente sí, lo que pasa en ese caso es que se tiene que aguantar porque está jugando a su propio juego de listillos y pringados, sólo que le ha tocado ser un pringado.
-       “No hay ningún político honrado”. Mentira también. Conozco gente honrada hasta el extremo que trabaja en política. Es más, vivo con uno. Así que no admito que se emplee este fatalismo que nos hace creernos que estamos predestinados a la corrupción y que no hay escapatoria. Porque sí la hay. Y pasa por la madurez de la ciudadanía para denunciar situaciones corruptas. Pero si nos creemos que no hay solución, simplemente nos encogemos de hombros y dejamos que todo siga igual.


Qué porte magnífico tienen Rato, Bárcenas, Matas, al entrar y salir de la cárcel. No nos dan miedo ninguno. Y deberían, porque esos miserables son culpables de haber generado ríos de miseria, hospitales con sábanas agujereadas donde sólo te dan agua si te la prescribe el médico (sic), gente sin casas, escuelas sin maestros sustitutos, centros sociales cerrados… Y sin embargo un puñado de inmigrantes cruzando la valla de Melilla y los medios de comunicación quieren hacernos creer que estamos siendo invadidos por hordas salvajes. Los pobres dan miedo, como si contaminaran con su sola presencia. Los ricos, aunque sean unos ladrones convictos y confesos, no. Será porque creemos que tanto la riqueza como la pobreza se contagian

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