Gormiti
El ser humano es un animal político, un zoon politikón. Yo percibo que de unos
años y sobre todo unos meses a esta parte, estamos más zoon politikón que nunca. Lo cual es estupendo, pero...
Cuando mi hijo Juanito tenía cinco, seis, siete años
jugaba con los Gormiti, unos muñequitos de plástico de unos seis centímetros de
altura y que se dividían en cuatro
ámbitos: los defensores del agua, los defensores del bosque, los defensores del
volcán y los defensores del aire. A veces defendían sólo su parcela y otras se
unían para defender las de los compañeros. Primaba la solidaridad y el apoyo
mutuo, a pesar de las diferencias. Veo que en Murcia, e imagino que será igual
en otras ciudades, las distintas luchas sociales se apoyan entre sí, como no
podía ser de otro modo. Ayer salimos todos a manifestarnos con los gormiti de la marea blanca. Mañana
vamos con los gormiti de Huermur a defender la huerta. Estuvimos en una charla
de mujeres gormiti y poder. Asisto a un taller de gormiti literarios. Y todo eso
está muy bien. Lo que pasa es que, igual que en el juego de mi hijo, somos el
mismo puñado de muñequitos en todas las actividades, como piezas
intercambiables: nos mezclamos, hablamos, compartimos, aprendemos,
reivindicamos. Pero me pregunto si no serán acciones solamente inter nos. Me hubiera gustado que los
gormiti hubieran interactuado con las barbies, con Mister Potato, con los puzzles, con las naves de Star
Wars, en lugar de, terminado el juego, volver a su lugar en la estantería. Como
también me gustaría saber si a la mamá que va a recoger sus niñas al cole a la
misma hora que yo, al señor que trabaja en la gasolinera, a mi vecina de al
lado, a mi primo, les llega algo de este caldo sociocultural gormiti. O si nos
quedamos en nuestra caja de zapatos todos los muñequitos de bosque, aire, agua
y volcán, y el resto de juguetes de la habitación no se entera de nada. Me lo
pregunto.
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